_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Soluciones creativas para la seguridad nuclear

En lo referente a la proliferación nuclear y el control armamentístico, el problema fundamental es obvio: o empezamos a buscar soluciones creativas y prácticas o el régimen internacional de protección nuclear quedará obsoleto.

Por ese motivo, he estado reivindicando nuevos planteamientos en diversos ámbitos. En primer lugar, una renovación del compromiso con el desarme, es decir, un distanciamiento de las estrategias de seguridad nacional fundamentadas en el armamento nuclear, que sirven como estímulo constante para que otras naciones lo adquieran. En segundo lugar, unos controles más estrictos sobre las fases de producción de combustible nuclear que resulten más delicadas para la proliferación.

Si imponemos un control multinacional a las operaciones de enriquecimiento de uranio o de separación de plutonio, podremos atenuar el riesgo de que esos materiales se empleen para fabricar armamento. Una medida paralela sería la creación de un mecanismo que garantice un suministro fiable de combustible de reactor a usuarios de confianza, como por ejemplo un banco de combustible controlado por el Organismo Internacional para la Energía Atómica.

El tercer ámbito ha sido más problemático: cómo lidiar creativamente con los tres países que siguen fuera del Tratado de No Proliferación (TNP), es decir, Pakistán e India, ambos poseedores de arsenales nucleares, e Israel, que mantiene una política oficial de ambigüedad, pero al que se le presupone una capacidad nuclear. Por muy fervientemente que lo deseemos, es improbable que alguno de esos tres países vaya a abandonar las armas o la opción nuclear fuera de un marco de control armamentístico internacional o regional. Nuestra estrategia tradicional de tratar a esos Estados como intrusos ya no es un método realista para llevar a esos pocos países al redil.

Lo cual nos lleva a una controversia actual: el reciente acuerdo alcanzado por el presidente Bush y el primer ministro Manmohan Singh en referencia al intercambio de tecnología nuclear entre Estados Unidos e India. Algunos insisten en que, ante todo, el acuerdo permitirá a India desviar mayor cantidad de uranio para la producción de armamento, que es una recompensa por haber desarrollado armas nucleares, y que legitima su estatus de potencia nuclear. Por el contrario, algunas voces indias aseguran que el pacto llevará consigo la caída del programa nuclear del país, debido a las nuevas restricciones sobre el traslado de equipos e información entre instalaciones civiles y militares.

Obviamente, se trata de un tema complejo, con el que la gente inteligente podría mostrar desacuerdo. En última instancia, tal vez sea una cuestión de equilibrio de criterios. Pero, entre tan amplia gama de opiniones, yo ofrecería la siguiente:

En primer lugar, de acuerdo con el TNP, la idea de un Estado nuclear "legítimo" o "ilegítimo" no existe. El hecho de que el tratado reconociera a cinco países como poseedores de armamento nuclear se consideró transitorio; el tratado de ningún modo confiere un estatus permanente de poseedores de armamento nuclear a dichos Estados. Además, el acuerdo entre Estados Unidos e India se muestra neutral sobre ese tema: no otorga ni resta validez al programa de armamento nuclear indio, ni confiere a India ningún "estatus" de potencia nuclear, ya sea legal o de otra clase. India nunca ha firmado el TNP y, por lo tanto, no ha incumplido ningún compromiso legal ni ha fomentado la proliferación de armas nucleares.

También es importante tener en cuenta las consecuencias que conllevaría el negar ese intercambio pacífico de tecnología nuclear. India es un país en el que habita una sexta parte de la población mundial y, por tanto, su apetito energético es enorme y su programa de energía nuclear con fines civiles es el de más rápido crecimiento del mundo. Con ese crecimiento previsto, es importante que India tenga acceso a la tecnología más segura y avanzada.

Es obvio que India mantiene una estrecha cooperación con Estados Unidos y muchos otros países en materia de tecnología y seguridad. Se le considera un socio valioso, un colaborador fiable para la paz y la seguridad internacionales. Resultaría difícil comprender que continuara forjándose un programa nuclear con fines civiles como el único ámbito de no cooperación.

Según este acuerdo, India se compromete a seguir las directrices del Grupo de Proveedores Nucleares, una organización de países que regula el acceso al material y a la tecnología nucleares. India pondría sus instalaciones nucleares civiles bajo protección internacional. Asimismo, el país ha manifestado su apoyo a la culminación de un Tratado de reducción de material fisible. El apoyo incondicional de India y EE UU, así como de otras potencias nucleares, es extremadamente necesario para que dicho tratado se haga realidad.

El acuerdo entre Estados Unidos e India supone un cambio creativo con respecto al pasado y, si se controla adecuadamente, será un primer paso hacia delante tanto para India como para la comunidad internacional. India obtendrá una tecnología segura y moderna para poder sacar a más de 500 millones de personas de la pobreza, lo cual formará parte de la campaña internacional para combatir el terrorismo nuclear y liberar al mundo de las armas nucleares.

Al encarar el futuro, debemos encontrar otras estrategias para lograr que Pakistán e Israel se conviertan en socios del control de armas nucleares y la no proliferación. Independientemente de la forma que adopten esas soluciones, no sólo deberán abordar el problema del armamento nuclear sino las preocupaciones de seguridad mucho más generalizadas que afronta cada país. Nadie ha dicho que el control del armamento nuclear fuera sencillo. Hará falta valor y tenacidad en grandes dosis, muchas más ideas creativas y una actitud realista. Y el esfuerzo merecerá la pena.

Mohamed el Baradei es director general del Organismo Internacional para la Energía Atómica. En 2005, el Organismo y el propio El Baradei recibieron el Premio Nobel de la Paz. © LA Times/Washington Post, 2006. Traducción de News Clips.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_