_
_
_
_
Reportaje:

Licenciados en jazz sobre el escenario

Musikene verá salir de sus aulas este mismo mes a sus primeros titulados superiores en dicha especialidad

Maribel Marín Yarza

A Louis Armstrong nadie le pidió jamás un título para subirse a un escenario. En caso contrario, nunca hubiese podido actuar, porque entonces el jazz era un reino de autodidactas sin papeles. Hoy tampoco se rige por los certificados, pero, llegado el caso, Iván San Miguel, Ainara Ortega o Juanma Urriza podrían esgrimir en breve su correspondiente título y responder: "Yo sí soy licenciado en jazz". Pertenecen a la primera promoción de alumnos del Conservatorio Superior de Música del País Vasco-Musikene, que este año termina los estudios de la especialidad. Les queda sólo un último obstáculo que salvar: los exámenes previstos para el 29 y el 30 de junio próximos.

La música improvisada por excelencia entró en España en el campo de las enseñanzas regladas en 1999 con la aprobación de una ley que instauró ciclos de cuatro años y planteó un currículo para otorgar a los estudiantes una formación global y humanística. Al jazz le concedió únicamente la consideración de especialidad optativa -en grado medio ni siquiera tiene ese rango-, y la implantaron tres centros: la Escuela Superior de Música de Cataluña, de donde surgieron en 2005 los primeros licenciados, el Conservatorio Pa blo Sarasate de Pamplona y Musikene.

"Lo que nos haría falta ahora son posgrados para especializarnos"

"Hasta entonces, la transmisión del jazz en este país se tenía que hacer a través de academias y profesores particulares", cuenta el contrabajista Gonzalo Tejada, responsable del correspondiente departamento de Musikene. Era la única opción si los músicos no podían o no querían trasladarse a otros países. "Si yo hubiese podido acceder a un centro como éstos, habría ahorrado tiempo y dinero y habría recibido una formación más integral", asegura.

Sus alumnos han corrido distinta suerte y lo saben. "Musikene me ha permitido ser lo que quería con 13 años: contrabajista de jazz", explica San Miguel, de Santander. "Creo que nos ha dado un conocimiento general. Lo que nos haría falta ahora son posgrados para especializarnos, poque ni somos especialistas en composición, ni en instrumentos, ni en arreglos". apostilla.

Su padre era músico y el joven conoció el jazz a través de un batería que tocaba con él. "Dio la casualidad de que abrieron un club al lado de casa y, cuando lo escuché en directo, me apasionó y me compré un bajo eléctrico", recuerda. Este contrabajista, también profesor en el Conservatorio Pablo Sarasate y que ofrece más de 50 conciertos al año, confiesa que aún no ha consolidado su personalidad musical: "En cuatro años, he tenido tantos profesores y tan buenos y he conocido tantos estilos, que necesitaría 10 años para decidir con cual me quedo".

Su compañero Urriza, un batería navarro que actuará en el Jazzaldia donostiarra, le apoya: "En esta música se pasa por tres fases, iniciación, imitación y aportación, y todavía estamos en la segunda".

La carrera, que combina las clases teóricas con las prácticas de instrumento individuales y en grupo, no es fácil: son cuatro cursos que los estudiantes deben completar en un máximo de cinco años. Sólo disponen de cuatro convocatorias por asignatura. En estos momentos, una veintena de profesores imparten la especialidad a 80 alumnos en Musikene, y la demanda cada vez es mayor. Para las 18 plazas del próximo curso se han presentado más de sesenta candidatos.

"Vivir de tocar es un sueño"

Para improvisar hay que saber, y más en jazz. Ainara Ortega, cantante hernaniarra, hija de padres músicos y psicóloga, quiere dejarlo claro: "La gente se piensa que improvisar es inventártelo todo y es como estudiar una lengua; tienes que tener una buena base para luego ir construyendo tus frases, tu forma de hablar". El día en que cayó una cinta en sus manos quedó conquistada por el jazz. Ahora que canta -grabará un disco con el pianista Iñaki Salvador- y ha acabado la carrera ve el futuro lleno de incertidumbres y, en cualquier caso, a medio camino entre el escenario y las aulas, como sus colegas.

La conversación entre los tres futuros licenciados toma cariz de terapia de grupo. El jazz está floreciendo en Euskadi y existe un pequeño circuito de salas, pero la situación para los músicos no es buena, coinciden: "Estamos en el régimen de artistas y toreros de la Seguridad Social". Ni las instituciones les apoyan ni tienen un sindicato que les defienda. Para grabar su disco, San Miguel ha tenido que desembolsar 4.000 euros. "Vivir de tocar es un sueño y más del jazz. Lo saben bien nuestros profesores. La única opción es ser músico de estudio, y trabajar con cantantes como Serrat", dice Urriza.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_