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Reportaje:El referéndum del Estatuto catalán

Los escenarios del día después

Las incógnitas sobre la fecha de las elecciones autonómicas y el nombre del candidato socialista se despejarán pronto

Francesc Valls

El pasado lunes, en el único debate entre todos los partidos que se ha celebrado durante la campaña sobre el Estatuto catalán (TV-3), el convergente Artur Mas y el socialista Miquel Iceta se trataron con modos versallescos, poco habituales entre un partido que gobierna y otro que fue expulsado a las tinieblas de la oposición. En la misma mesa, el popular Josep Piqué y el republicano Josep Lluís Carod Rovira coincidían en heteróclita alianza en minimizar los daños autonómicos colaterales que comportaría la victoria del no.

Un panorama extraño y bien distinto al de hace solamente unas semanas. Quince días de campaña han bastado para crear unas amistades políticas difícilmente comprensibles en otras circunstancias y han dado pie a numerosas hipótesis sobre cómo se dibuja ese incierto futuro: ¿se reeditará el tripartito? ¿habrá gran coalición PSC-CiU? ¿continuarán los mismos líderes al frente de sus respectivas listas electorales?

Maragall y Montilla quieren reeditar el tripartito, pero con más hegemonía del PSC
La 'sociovergencia' supondría el retorno victorioso de las tesis del pujolismo
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Cataluña decide hoy su futuro político

La niebla que envuelve los escenarios políticos postreferéndum es todavía muy densa. Pero, tal como aseguran algunos observadores, la próxima semana comenzará a escampar y probablemente se despejarán algunos puntos cruciales: la fecha de celebración de los comicios anticipados y quién encabezará la lista de los socialistas catalanes. Las coaliciones gubernamentales poselectorales son harina de otro costal. Los partidos van a respetar la recomendación del manual: no hacer públicas sus intenciones hasta ver qué deparan para cada uno las urnas.

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- La gran coalición CiU-PSC.

La marginalización de los extremos -Partido Popular y Esquerra Republicana de Cataluña- abre las puertas al imperio del centro-izquierda y la moderación. El hecho de que Convergència i Unió y el Partit dels Socialistes se unan a la hora de pedir el -Iniciativa per Catalunya está ahí en calidad de invitado esforzado, pero menor- permite albergar a buena parte de las clases dirigentes catalanas la esperanza en la gran coalición, la llamada sociovergencia. Esa es la apuesta de las élites, especialmente empresariales, sobresaltadas por la agitación de dos años de tripartito. Sería la vuelta a la calma, el retorno del seny, del sentido común, frente a la rauxa, la aventura y lo inexplorado; tranquilizaría los ánimos del Gobierno central y del PSOE, incómodos con un Maragall que, consideran, les ha dado demasiados problemas. Simbólicamente, el nutrido bloque moderado que representan PSC y CiU, en conjunto, ha arrinconado la idea de cambio iniciada con el Ejecutivo catalanista y de izquierdas de 1999.

El bálsamo de la sociovergencia supondría el retorno victorioso de las tesis del pujolismo, cuyo corolario es gobernar en Cataluña y mantener el apoyo a la mayoría de turno en Madrid. Maragall suele quejarse de que "el nacionalismo español y el catalán se entienden bien" con frecuencia y quien paga los platos rotos es históricamente el PSC, condenado durante la era Pujol a desempeñar un papel subsidiario.

El poder central, apuntan desde fuentes próximas al presidente catalán, prefiere un Ejecutivo catalán incorporado al cómodo carril de "lo políticamente previsible" que otro que distorsione el plácido lago socialista con incómodas reivindicaciones federalistas. Lo cierto es que en más de dos años de tripartito, una CiU arrojada a la oposición ha sabido mantener bastante cohesión y una imagen nítida sin necesidad de alharacas, frente al Ejecutivo de la izquierda catalanista que no ha parado de moverse agitadamente y que en palabras del consejero de Relaciones Institucionales, el ecosocialista Joan Saura, ha acreditado "una gran capacidad de autodestrucción".

Con todo, tanto Maragall como el primer secretario socialista, José Montilla, afirman sus colaboradores, son favorables a una "reedición del tripartito", tanto para "culminar el programa social" de las izquierdas cuanto para evitar un situación, la gran coalición, "que imposibilita, de hecho, la alternancia". Aunque, eso sí, sobre otras bases que cimenten una hegemonía socialista más sólida, sobre todo ante Esquerra.

Los convergentes aseguran tener encuestas que les dan más de 50 diputados (tienen 46 en la actualidad). No obstante, las mismas fuentes reconocen que "los socialistas, tras haberse deshecho del lastre de Esquerra en el Gobierno han remontado el vuelo y se recuperan". Eso indican tanto los sondeos de CiU como los del PSC. ¿Habrá pues gran coalición para desarrollar el Estatuto que hoy se aprobará? La respuesta afirmativa a esa pregunta (CiU, escaldada por partido ajeno, está "fría" ante la hipótesis de una alianza con ERC) dependerá inicialmente de si Convergència logra unos resultados muy superiores a los actuales y puede obtener la presidencia de la Generalitat.

- Guerras de sucesión. El referéndum también prologa una trepidante película de acción e intriga. El PSC aún no ha deshojado la margarita: el nombre de su candidato a la presidencia de la Generalitat sigue en el aire. Una buena proporción de votos afirmativos permitiría a Maragall tanto intentar encabezar la lista como acogerse a los beneficios del resultado para una jubilación anticipada con todos los honores. El propio presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, ve con buenos ojos ese retiro dorado de un Pasqual Maragall y también su eventual relevo por José Montilla.

La campaña ha aflorado la sorda pugna que ambos dirigentes libran, apoyados por sus respectivos equipos. Sus actos electorales han bordeado la contraprogramación. Pero no sólo en el PSC las espadas están en alto. De los resultados del referéndum y, al límite, de las elecciones anticipadas, pende el fin de la pax romana en Esquerra y que el secretario general, Joan Puigcercós, tome o no el relevo de Josep Lluís Carod Rovira.

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