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Reportaje:

De la madera a la fibra de carbono

El Kutxaespacio de la Ciencia muestra la evolución de los materiales utilizados en la construcción de embarcaciones

Hace cinco siglos, una chalupa ballenera de ocho metros de eslora y dos de manga rondaba la tonelada de peso. Hoy en día, una trainera de competición de doce metros de largo y 1,72 de ancho está obligada a pesar un mínimo de 200 kilos, aunque podría ser aún más ligera. Este gran cambio ha sido posible gracias a la evolución de los materiales de construcción de las embarcaciones: la primitiva madera ha derivado en la actual fibra de carbono.

Este viaje por el tiempo tiene su salida en el Kutxaespacio de la Ciencia de San Sebastián, que ha reservado el verano para la exposición Materiales para la mar. La muestra, que permanecerá abierta hasta el próximo 27 de agosto, se presenta como un recorrido por algunas de las técnicas y elementos utilizados a lo largo de la historia para moldear embarcaciones. Para ello se vale de paneles informativos, piezas diversas y audiovisuales.

El visitante puede comparar el peso de un remo de hace dos siglos y otro actual

La primera parada de la exposición lleva al visitante al bosque, que antiguamente se convertía a menudo en un auténtico taller de construcción de barcos. En este rincón se detallan los tipos de madera que se solían utilizar.

El público puede detenerse luego en un kayak de lona moldeado en Suecia y de estilo groenlandés, es decir, hecho mediante los mismos principios que usaban antaño los esquimales, quienes, eso sí, se valían de la piel de foca. "Es como un traje a medida, diseñado de acuerdo a la medida de las caderas, la longitud de las piernas y el peso de la persona que lo encargó", explica Mikel Leoz, miembro de la asociación Albaola, dedicada a la difusión y conservación del patrimonio marítimo vasco.

La pieza más destacada de la exposición es la réplica de una chalupa de 1565 que viajó a Canadá junto al galeón vasco San Juan a la caza de ballenas. La nao se hundió bajo las aguas del pequeño pueblo de Red Bay, en la península del Labrador. Debajo quedó la chalupa, hallada hace dos décadas en muy buen estado por arqueólogos canadienses.

El galeón navegaba en realidad con seis chalupas. Albaola ya ha construido dos réplicas: la que se exhibe en el Kutxaespacio y una segunda que participa estos días en una expedición por Canadá. La asociación tiene en proyecto llegar a hacer entre cuatro y seis chalupas y embarcarse en la réplica de la nao. De hecho, ya está recabando madera, según apunta Leoz.

El caso es que la chalupa ballenera expuesta se erige como un ejemplo "revolucionario" de construcción de barcos de madera, porque combina dos técnicas. "Las dos tablas superiores están solapadas una sobre otra, una técnica propia del norte de Europa. En cambio, de la línea de flotación para abajo, las tablas van canto con canto, un sistema relacionado con el Mediterráneo", detalla el socio de Albaola. "El hecho de que esta embarcación reúna los dos tipos de construcción viene a confirmar que la vasca es una costa de transición, donde se mezclan la tradición nórdica y mediterránea y se ofrece un producto híbrido que supone lo mejor de los dos mundos", añade.

Esta abuela de las embarcaciones se puede comparar con su nieta más moderna: una trainera de competición de fibra de carbono. La sala acoge una sección de la misma, de manera que permite al visitante contemplar cómo es su estructura interna.

Junto a las embarcaciones, el público tiene la oportunidad de comprobar las diferencias entre los tejidos que se empleaban antes para hacer las cuerdas o las velas y los que se utilizan en la actualidad. Está permitido tocar y confrontar la textura y la resistencia de materiales antiguos, como el cáñamo o el algodón, y más modernos, como el nylon o el kevlar.

Y es que la muestra pretende ser lo más interactiva posible, según subraya el responsable de exposiciones del Kutxaespacio, José María Hernández. Así, el visitante puede tocar los materiales y hasta olerlos. Nada más entrar en la sala, tiene la sensación de haberse trasladado a un taller de ribera, dado el olor a brea y cáñamo que impregna el ambiente.

"Ver, oler, tocar, todo es parte del mensaje", recalca Hernández. Bajo esta filosofía, el público puede levantar diferentes remos para comprobar por sí mismo cómo ha evolucionado la forma de construirlos, haciéndolos cada vez más ligeros y, al mismo tiempo, más resistentes. Hace dos siglos, por ejemplo, un remo de madera maciza pesaba 6,3 kilos. Un remo sintético pesa ahora 2,3.

Los fines de semana y festivos son días de trabajo en Materiales para la mar. Un artesano enseña cómo se hacían las velas de lino entre los siglos XVI y XVIII. Y un segundo profesional hace lo propio con los remos. "Cabe pensar que era un procedimiento simple: cortar una pieza recta de madera, darle forma y ya está, pero tenía su truco, porque había que aprovechar la fibra de la madera, entre otras condiciones", destaca Leoz. "Son tecnologías que hoy están en desuso, pero nos hacen pensar que las gentes de antes no eran bárbaros ignorantes", apostilla.

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