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Columna
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Elecciones en lontananza

Ciertos políticos no salen nunca de la campaña. Viven presos en ella. El PP, por ejemplo, no la ha abandonado en España desde aquel 14 de marzo en que perdió el poder. Bien es verdad que tampoco ha prescindido del adelgazamiento argumental, burdo y simplista, típico del mitin para mantener el poder que conquistó hace once años en la Generalitat valenciana. Algunos predican que en eso consiste la política moderna, pero la vida sigue y la opinión pública fluctúa como una corriente que las consignas enfáticas y acaloradas sólo encrespan superficialmente.

Seguro que entre los valencianos los próximos meses serán una prolongación del delirio sectario que Canal 9 vomita cada día sobre miles de telespectadores más o menos curados de espanto. Sin embargo, las elecciones que se perfilan en lontananza promueven novedades que, de momento, no tienen un reflejo en las encuestas efectuadas sobre un cuerpo electoral poco o nada movilizado. Me refiero a las listas y candidaturas, pero también al contexto. Es evidente que los previsibles duelos por la alcaldía de Alicante entre Luis Díaz-Alperi y la actual subdelegada del Gobierno, Etelvina Andreu, o por la alcaldía de Valencia entre la sempiterna Rita Barberá y la ex ministra Carmen Alborch aportarán estímulos inéditos a la contienda pública. También lo hará la plataforma conjunta que negocian Esquerra Unida y el Bloc Nacionalista Valencià. El mismísimo presidente del Consell, Francisco Camps, ha dado acta de nacimiento a esa última opción al emprender ataques contra el socialista Joan Ignasi Pla a cuenta de su eventual pacto de gobierno con aliados tan detestables.

Sabe Camps, o se lo imagina, que no es lo mismo batirse en campaña con la cobertura de mayorías absolutas en Valencia y Madrid, como le ocurrió hace poco más de tres años, que vérselas con una oposición arropada por el propio jefe del Gobierno. En ese contexto desfavorable y con una gestión lastrada por demasiados casos de corrupción, el PP se ve obligado, además, a resolver el pulso interno entre sectores. Con su reciente remodelación del Consell descartó el presidente la posibilidad de reducir la influencia institucional de los zaplanistas. Tendrá que aplanarlos al confeccionar las candidaturas, con el riesgo de salir más o menos maltrecho. En definitiva, parece que en las elecciones del año que viene sí que habrá partida.

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