El ojo excéntrico
Laurence Sterne (1713-1768) es el autor de Tristram Shandy (Alfaguara), una de las cumbres de la literatura occidental. En el siglo XVIII, un gran autor inglés, Henry Fielding (Joseph Andrews, Tom Jones) aplica la lección cervantina a sus historias y establece el punto de partida de la gran tradición de la novela inglesa, que llega hasta nuestros días. Y en los mismos años, un "cura frívolo y galante", irlandés, admirador tanto de Swift como de Rabelais, escribe una narración que rompe los moldes de la novela; es decir, con la habilidad para tramar, desarrollar y sostener una historia sujeta a un tema central. Tristram Shandy es un libro lleno de humor donde todas las reglas del relato saltan por los aires, donde la menudencia convive con la reflexión, la anécdota con la broma y el orden temporal y las reglas de verosimilitud más severas se van a la porra. De su modernidad y de su formidable aportación a la novela moderna -hoy en día sigue siendo fascinante- habla la deuda que con él tienen contraída el más audaz de los narradores del siglo XX, James Joyce, además de Virginia Woolf, una parte del expresionismo y la misma literatura del absurdo.
VIAJE SENTIMENTAL
Laurence Sterne
Traducción de Max Lacruz Bassols
Funambulista. Madrid, 2006
304 páginas. 20,50 euros
Sterne utilizó el seudónimo de Yorick para su sermones y es a este Yorick (recordemos: es el nombre del bufón de Hamlet, "un hombre de una gracia infinita y una fantasía portentosa"), del que un crítico dijo que era un párroco engendrado a medias entre Cervantes y Shakespeare, al que encontramos haciendo un viaje a Francia e Italia por razones de salud en el último año de vida de Laurence Sterne. Como era un innovador permanente, también este viaje debía abrir un camino diferente entre los libros de viajes. Con total acierto, lo denomina "viaje sentimental" y hay que decir que hasta entonces los relatos de viajes tenían un toque histórico, geográfico o étnico, pero de ningún modo "sentimental".
El ojo de Sterne se fija en los detalles, en lo excéntrico de un asunto; ésa es la razón por la cual en su gran novela puede permitirse el lujo de acabar olvidando el tema que clásicamente debe guiar siempre un libro y convertir ese olvido en algo extraordinario: hace que todo lo excéntrico sea la materia misma de la novela y, la novela en sí, un asunto estrictamente literario. Adiós a la moraleja, la historia bien tramada, las buenas intenciones y el enseñar deleitando: las digresiones y desvíos en los que se meten sus personajes -es un formidable creador de personajes- acaban constituyendo el meollo mismo del libro; no es de extrañar que cualquier opción vanguardista futura le deba reconocimiento.
Para el viajero Yorick, pudoroso, malicioso, astuto y perspicaz, todo tiene la misma importancia según sea su valor literario, narrativo en este caso: tanta importancia tiene un atribulado estornino en su jaula como una modistilla a la que toma el pulso ante las narices de su marido o el mismo Versalles. Es esa mirada sentimental la que tiñe de inteligencia y encanto su viaje, un viaje aparentemente lleno de minucias que, sin embargo, por el valor del relato, el lector paladea, imperceptiblemente se adentra en él y cuando empieza a encontrarse en un clima de bonhomía despreocupada en lugar de sentirse impaciente por saber qué va a pasar percibe el efecto contrario: la seducción de la vida desfilando ante sus ojos porque todos los detalles, todas las cosas pequeñas, se despojan de su apariencia trivial y se convierten en protagonistas: saber mirar es saber apreciar; y disfrutar. El viaje de Yorick es lo contrario de lo que hace Mundungus, el dueño de una inmensa fortuna que viaja por medio mundo "sin tener una sola impresión generosa, una sola anécdota que referir. Había viajado en línea recta, sin mirar a derecha ni izquierda, no fuera que el Amor o la Piedad lo desviaran del camino trazado". Sterne, de haber habido tour-operators en su época, los habría aborrecido con toda su alma.
Este viajero sentimental, de excelente carácter y contagiosamente alegre, pertenece al estilo de vida que propugna el autor y que bien podemos resumirlo en una frase de Mr. Yorick: "Pues estoy convencido de que si algún día cometo alguna acción mezquina será en el intervalo de una pasión a otra. Durante el interregno siento mi corazón como cerrado con llave; no encuentro en él ni una moneda que darle a la miseria". Ese estilo lo acompaña durante este viaje incompleto al término del cual regresó a Inglaterra para morir. Espíritus como el suyo se echan hoy de menos. Ingenios como el suyo se necesitan para refundar la literatura. Viaje sentimental es una obra maestra que, además, abrirá las puertas de Tristram Shandy a cualquier lector dispuesto.
Al capítulo de elogios hay que sumar el debido al nacimiento de una nueva colección de clásicos en la joven editorial Funambulista y al cuidado físico de la edición, que en este libro es impecable, lo que se agradece en estos tiempos de prisas y racanería.
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