Europa se prepara para el ITER
Francia, España y Reino Unido son los escenarios del reactor internacional de fusión
La carretera pasa por la entrada de las instalaciones del Comisariado de Energía Atómica francés en Cadarache, en la Provenza, y sigue, bordeando su espinosa y electrificada doble verja. A unos centenares de metros un camino sin asfaltar sale a la derecha. Si se toma, se eleva ligeramente, entre la vegetación típica del bosque mediterráneo hasta llegar a un claro, donde muere. Allí, unos tubos que sobresalen del suelo señalan los lugares de donde se han extraído muestras geológicas para estudiar el terreno. Eso y un mástil blanco plantado cerca del claro, que marca el lugar elegido para el reactor, son las únicas actuaciones visibles en un lugar donde dentro de muy poco comenzará el movimiento de tierras para construir el ITER, el mayor proyecto de investigación de la historia. Esta enorme instalación experimental de fusión nuclear demostrará, si tiene éxito, la viabilidad técnica y económica para producir energía eléctrica del proceso que tiene lugar en el interior de las estrellas. Mientras se preparan las excavadoras en Cadarache, en el Reino Unido un reactor del mismo tipo, el JET, se modifica para desbrozar el camino tecnológico del ITER (que significa camino en latín) y en Barcelona se pone en marcha una nueva agencia europea dedicada exclusivamente a éste.
"Éste es un proyecto científico, tecnológico, industrial y humano", dice el director general
La compleja instalación representa, sobre todo, un desafío en el campo de la ingeniería
El proyecto, además de caro, es tan complejo, en lo técnico y en lo burocrático, que parece mentira que pueda salir adelante. Sin embargo, sus responsables se muestran optimistas, aunque transmiten sensación de urgencia, de no tener tiempo que perder una vez que han conseguido, tras muchos años de retrasos, que el proyecto eche a andar. "Es un desafío, pero sobre todo de ingeniería, la ciencia está ya muy demostrada", dice Mathias Brix, físico en el JET. "Al fin y al cabo esto es mucho electromagnetismo y un poco de física de partículas", dice otro físico, refiriéndose al tipo de reactor elegido. Es un tokamak, de origen ruso, en el que el plasma obtenido al calentar el combustible (deuterio y tritio), donde se produce la fusión, es confinado por campos electromagnéticos en una enorme cámara toroidal.
El reactor producirá energía de forma intermitente, con una ganancia de 10 respecto a la energía introducida en el sistema, pero no electricidad. "Podríamos poner unas turbinas al final, pero esa etapa no tiene novedad alguna", explica Jerry Sovka, del equipo del ITER. El siguiente paso en este camino sería un prototipo comercial, que por ahora tiene el nombre de Demo. Los expertos creen, sin embargo, que si el ITER tiene éxito, no habrá un Demo sino muchos, porque cada potencia construirá el suyo. Pero esto no sucederá antes de 30 años.
"Éste es un proyecto científico, tecnológico, industrial y humano. Queremos traer gente a trabajar aquí lo más pronto posible", comentó, en Cadarache, Kaname Ikeda, director general del proyecto, días antes de la firma en Bruselas el pasado día 24 del acuerdo internacional que establece el ITER, con la UE, Rusia, China, EE UU, Japón, Corea del Sur e India como socios. Ikeda cree que Cadarache es un buen lugar para construir el reactor, a pesar de que su país, Japón, perdiera el año pasado la batalla por la sede.
Reconoció, sin embargo, Ikeda que todavía no se ha cerrado definitivamente el diseño, así como tampoco la contribución, en especies y financiera, de cada socio en el proyecto. "Creemos que habrá problemas, pero que va a funcionar", aseguró Akko Maas, otro de los miembros del equipo, que actualmente está formado por unas 20 personas. "Hay que modificar todavía el diseño de los imanes superconductores", comentó.
Pero, mientras los investigadores piensan en los aspectos científicos y técnicos, otras personas están pensando en aspectos igual de importantes en un proyecto de este tipo. Se ha decidido ya el establecimiento de una escuela internacional para los hijos de los trabajadores del ITER y se han medido todas las curvas de la carretera desde el puerto de Marsella para asegurar el transporte, en vehículos especiales, de las grandes piezas que formarán parte de la instalación. También está prevista la instalación de una línea de alta tensión de 400 kilovoltios para suministrar electricidad y la construcción de un canal que suministre, por gravedad, el agua necesaria para las torres de refrigeración.
El ITER ocupará 19 hectáreas de un total de 118 hectáreas que se le han asignado, en un terreno contiguo pero separado de los de CEA. Su precio total es de unos 10.000 millones de euros (valor del año 2000) en 40 años, lo que incluye su desmantelamiento. El coste de construcción está estimado en 4.570 millones de euros a lo largo de 10 años y el de explotación en 4.800 millones de euros en los siguientes 20 años.
La seguridad para las personas y el medio ambiente es otro de los aspectos a los que se está dedicando atención. Según Neill Taylor, encargado de este tema, la parte más radiactiva será la planta de fabricación del tritio, que se usa en cantidades muy pequeñas como combustible y tiene 12,3 años de periodo de semidesintegración. El berilio que recubrirá la cámara de plasma también es considerado tóxico para los trabajadores. En el caso de un accidente radiactivo que incluya fallos múltiples en la instalación, lo que es muy poco probable, la dosis máxima de radiación estaría por debajo de lo permitido, aseguró Taylor. En el ITER, la salvaguarda más importante en este sentido es el aislamiento de los elementos radiactivos con barreras físicas múltiples y sistemas de filtración.
Una parte de la instalación, la celda caliente (hot cell), presenta un problema singular. Allí se almacenarán, entre otros, elementos radiactivos extraídos del reactor, que se pretende que no tengan que manipular nunca seres humanos. Todo se tendrá que hacer por control remoto durante 30 años y para ello se están diseñando ya sistemas de manipulación en la vanguardia de esta especialidad. Uno más de los muchos desafíos que plantea el ITER.
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