Estudiar bajo la ocupación israelí
Las restricciones para desplazarse y la crisis ahuyentan de la Universidad a los palestinos
Lo que más le impresionó a Julud Abud, una palestina de 22 años que pronto terminará su licenciatura en Literatura Inglesa y Traducción, durante una visita estudiantil de dos semanas a Suecia el año pasado, fue algo, aparentemente, muy natural: "Es muy agradable ir en tren sin toparte con controles militares, sin que nadie te pida la documentación o te pregunte adónde vas y a qué. Envidio su libertad". Para ella, como para cualquiera que viva en Cisjordania o Gaza, territorios ocupados por Israel desde 1967, esas restricciones son el pan nuestro de cada día.
Tampoco se libran las escuelas y universidades. La de Birzeit, donde estudian Abud -velo verde a juego con la sombra de ojos y el bolso- y otros 7.100 alumnos más, ilustra la difícil situación que atraviesan los estudiantes en esta zona del mundo. Un lustro atrás, el campus, cercano a Ramala, era un fiel reflejo de la diversidad palestina. "El origen de los alumnos ha cambiado. Antes aquí podías estudiar la sociedad palestina al completo. Había jóvenes de la diáspora, refugiados, de Gaza y de toda Cisjordania", recuerda Yaser Dawish, sociólogo y encargado de atender a quienes visitan el centro.
Obtener hoy un permiso del Ejército israelí para viajar de Gaza a Cisjordania es prácticamente imposible. "En 2000 había 400 alumnos de la franja; hoy son sólo 18", explica Dawish. También es muy complicado moverse entre las tres zonas en las que está dividida Cisjordania, salpicada a su vez por 500 puestos de control, algunos fijos y otros muchos que hoy están aquí pero mañana pueden aparecer allá. Eso, más los toques de queda y el cierre de ciudades, ha reducido al mínimo los alumnos del norte y, además, "tiene un impacto catastrófico en el bienestar económico, social y psicológico del alumnado y del profesorado", aseguran Riham Barghuti, ex directora de Relaciones Públicas de la universidad, y Helen Murray, ex coordinadora de la campaña Por el derecho a la educación, que promueve Birzeit desde hace años.
Sostiene la universidad que los principios que guían su labor, "la defensa de la independencia de pensamiento, libertad de debate y la libre circulación de ideas, son, irónicamente, los que han convertido a Birzeit en objetivo del acoso de la ocupación militar".
Las universidades palestinas han sido en las últimas décadas fuente esencial en la creación de la sociedad civil. Incluso el ex primer ministro israelí Ariel Sharon las temía. "La educación palestina y la propaganda son más peligrosas para Israel que las balas palestinas", declaró en 2004 en el diario israelí Haaretz.
De las restricciones al movimiento sabe bien Jalil Tumar, que con 22 años estudia cuarto de Ingeniería Civil. Es de Hebrón, y como muchos compañeros, vive en un piso de estudiantes cerca del campus para asegurarse que llega a clase. Hace tiempo que se eliminaron del programa educativo las visitas sobre el terreno para ver infraestructuras. Tumar regresa al hogar familiar de tanto en cuanto, porque los 36 kilómetros que hay en línea recta hasta su casa se convierten en unas dos horas y media de viaje a causa del bloqueo de carreteras y controles militares. Un desplazamiento que, como cuenta Dawish, depende muy a menudo del humor del soldado veinteañero con el que uno se cruce en el camino.
El futuro
Los académicos palestinos suelen hablar con orgullo de su educación; a falta de riquezas naturales o industria, es fundamental para su futuro. La formación académica es la principal preocupación de un 60% de los niños y jóvenes entre 10 y 24 años, según una encuesta realizada en 2003 por Unicef y el Instituto Central de Estadística palestino.
En Birzeit, la más prestigiosa de las 11 universidades palestinas, las mujeres son el 54% del alumnado y el 21% del profesorado. Sus cinco facultades (Arte, Comercio y Economía, Ingeniería, Derecho y Administración Pública, y Ciencias) imparten 20 licenciaturas, además de masters y doctorados. Las tasas (entre 390 y 550 euros al semestre) sólo cubren el 40% del coste. El resto se financia con donativos procedentes de particulares e instituciones de Palestina y del exterior.
La prolongada crisis económica, agudizada desde el fin de las ayudas de la Unión Europea y Estados Unidos tras la llegada al Gobierno de los islamistas de Hamás, ha abocado a muchos estudiantes a abandonar los estudios y ponerse a trabajar. Las matriculaciones han descendido y eso no sólo afecta a los estudiantes: este mes los empleados de Birzeit cobrarán sólo la mitad de sus sueldos.
Niños que van a la cárcel para poder aprender
En las cárceles israelíes también hay niños y adolescentes palestinos. Son unos 405 menores de 18 años, según datos difundidos por el Ministerio de Educación el pasado mes de mayo.
"Los soldados se los suelen llevar cuando van a arrestar a sus hermanos mayores", explica una joven en la Universidad de Birzeit. La mayoría, un tercio, fueron detenidos en la zona de Belén, donde, según alertan algunos expertos, se ha empezado a dar un inquietante fenómeno: chavales que se entregan a los soldados israelíes para, una vez en la cárcel, poder estudiar con cierta tranquilidad.
Desde febrero, ha habido varios casos en que chicos armados con un cuchillo se acercan a un puesto de control y se entregan. El abogado de la Asociación de Prisioneros Mahmoun Al Hashim recordó que "los jóvenes tienen pocas oportunidades" y explicó a la agencia palestina Maan que "algunos buscan una oportunidad para estudiar para los exámenes finales de secundaria, porque la ocupación y el miedo constante dificultan el estudio". Añade que otros buscan emular a sus mayores, muchos de los cuales han estado entre rejas en algún momento de su vida.
Catorce de
los 89 estudiantes de Birzeit encarcelados están en detención administrativa, es decir, sin cargos; una situación que puede durar meses e incluso años.
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