La decisión de Uceda
Cuando Uceda Leal lanceaba a su primer toro, el reloj marcaba las 20.25 de la tarde. Casi hora y media y no había ocurrido nada. Bueno, según y cómo. Había ordenado el presidente la devolución del toro titular, que se tambaleaba a derecha y a izquierda; también devolvió al primer sobrero, que se desplomó varias veces sin causa aparente. Después, se equivocaron en los corrales y salió por error el toro que correspondía a Conde y, por último, erró el responsable de la tablilla y anunció un toro que no era. Un verdadero desorden que, entre bromas y veras, vino a ocultar el problema de enfermedad, cojera, o vaya usted a saber, de los toros devueltos. De todos modos, los que murieron en el redondel no estaban más allá de vitalidad; por el contrario, padecían manifiesta borreguez y casi total invalidez. Afortunadamente, el deseo de triunfo de Uceda sacó a la plaza del sopor reinante. Se enfadó el torero consigo mismo, lo veroniqueó con rapidez, tiró de la embestida con gran decisión y arrancó muletazos, sobre todo una tanda de redondos muy estimables. El volapié, perfectamente ejecutado, sirvió para que asomara el pañuelo presidencial. Lo intentó de veras en el otro, pero era un inválido absoluto.
Buenavista / Conde, Uceda, Palacios
Toros de Buenavista -el tercero y el sexto, devueltos- justo de presentación, flojos, descastados y nobles. Primer sobrero, de Los Bayones, devuelto; segundo sobrero de La Laguna, y tercer sobrero de Galache, inválidos. Javier Conde: estocada (silencio); cinco pinchazos -bronca-. Uceda Leal: estocada (oreja); estocada (ovación). Andrés Palacios, que confirmó la alternativa: estocada que asoma, pinchazo, estocada (aviso) y dos descabellos (silencio); pinchazo, estocada y un descabello (silencio). Plaza de Las Ventas, 3 de junio. Tres cuartos de entrada.
No pudo lucirse Javier Conde, un torero muy frágil, al que se le escapa la energía en la minuciosa preparación de cada paso. Abusa de las posturas aflamencadas, no es valeroso y el público se lo tomó a choteo.
No está muy avezado Andrés Palacios ni sus toros fueron apropiados para el triunfo. Pasó desapercibido en su primero, un descastado que repitió la embestida y con el que Palacios demostró que su concepción taurina está por definir. Eran casi las diez de la noche cuando acabó con el enésimo inválido de la infausta corrida.
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