Un guardia civil poco convencional
El hijo de José Catalán cuenta cómo su padre pasó la Guerra Civil "de cárcel en cárcel"
Albert Catalán cuenta que fue "un domingo soleado en Mallorca" cuando descubrió la foto en la que aparecen, el 21 de julio de 1936, cinco personajes: tres guardias civiles tras una reja y delante un hombre de uniforme y una "supuesta miliciana" sonriente pistola en mano. "Era la primera vez que veía esa foto". Albert, acababa de abrir el tomo La Guerra Civil I de la colección de EL PAÍS, La Mirada del Tiempo y, sorprendido, había encontrado a su padre, José Catalán, mirando desafiante desde sus páginas, en el centro tras la reja, bayoneta en mano y sin tricornio, con la guerrera desabrochada. "Todo más cinematográfico que real", señala Albert, "no en vano le sugerían su parecido con el actor Errol Flynn [que encarnó a Robin Hood]".
"Mi padre era guardia civil y se hallaba destinado en Madrid cuando se produjo la sublevación militar", cuenta Albert. José tenía entonces 21 años y "tal vez la casualidad de que sus mandos no secundasen el golpe determinó que aquellos días se mantuviese fiel a la República". La instantánea, en la que José aparece tras las rejas, pareció ser un presagio de lo que sucedería cinco meses después. Fue detenido el 31 de diciembre, probablemente tras ser delatado por un vecino. "En el registro de la casa de mis abuelos se halló una carta de mi padre que lo comprometía", explica Albert. En la carta, José criticaba "duramente" el asesinato de Calvo Sotelo.
Cuando José se hizo esa foto junto a sus compañeros, con la contienda recién iniciada, tenía una apariencia galante que Albert atribuye a la cercanía de la dama, no imaginaba que pasaría toda la guerra "de cárcel en cárcel", explica su hijo. "Chinchilla, Cehegín... Nos contaba cómo afrontaba la muerte. Para él, tener creencias o no no tenía relación con la forma de encarar la muerte". En una ocasión José la tuvo muy cerca. "Solía contarnos anécdotas de aquel tiempo. Recuerdo que nos dijo que una vez le diezmaron y se libró por los pelos. De cada 10 mataban a uno y le tocó al que estaba justo a su lado". José fue liberado al final de la contienda y se reenganchó en la Guardia Civil, donde ascendió hasta capitán, no sin dificultades. "Paradójicamente, el régimen que le liberó también le postergó el ascenso en su carrera militar en más de una ocasión, por ser procedente de zona roja".
Retirado desde 1964, dedicó los últimos 10 años de su vida al estudio del románico, "su gran pasión", y donó todo su trabajo a un museo de Figueres, en Girona. En cualquier caso, lo que más marcó a los hijos de este "guardia civil atípico" fue "lo sabio y compasivo que era. En casa nunca faltaron libros, algunos prohibidos por la censura". De ese modo, Albert pudo acercarse a Unamuno, Machado o Azorín. Además, "recuerdo sus historias, que mi madre siempre intentaba acallar". Porque él no omitió en las narraciones a sus hijos el hambre, la violencia, el miedo o el valor ante la muerte, hasta tal punto que Albert llegó a pensar "que todos, cuando crecemos, debemos pasar por una guerra y algunas cárceles".
Babelia
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