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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Las olvidadas vanguardias cubanas

Cuando Cuba declaró la guerra al Imperio Austrohúngaro en 1917, una manera como otra de compartir la experiencia histórica, alguien podría haber pensado que el mundo cultural de la isla se hallaba más o menos determinado por registros semejantes a los dominantes en el seno de la disidencia vienesa de aquellos años. Pero claro está que no. Lo cual nos hace reflexionar sobre la importancia de las diferencias cuando abordamos conceptos de una validez presuntamente universal. Esto afecta al concepto de vanguardia. Desde luego, ya no queda nadie que siga pensando en la vanguardia como una serie de movimientos o "ismos" que se fueron sucediendo los unos a los otros en el tiempo, en Europa, en función de un desarrollo lineal. Hoy sabemos que las cosas no discurrieron así. En España, por cierto, en absoluto. Y en Cuba, menos.

CUBA. VANGUARDIAS 1920-1940

IVAM

Guillem de Castro, 118. Valencia

Hasta el 2 de julio

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Entre orillas

Esta exposición, compuesta de 60 pinturas procedentes en su mayor parte del Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba, y comisariada por Llilian Llanes, nos ofrece una imagen bastante aproximada de las serias dificultades experimentadas por el "arte nuevo" para imponerse públicamente en unas condiciones específicas, así como un testimonio de los éxitos conseguidos en ese empeño. La muestra se articula en tres partes o "núcleos". La primera tiene que ver con la dialéctica entre tradición y ruptura, y se centra en el retrato, en la representación de la figura de la mujer. La segunda remite a los esfuerzos de búsqueda de una identidad nacional (las naciones no nacen, sino que se hacen). La tercera, monopolizada por la obra de Marcelo Pogolotti, presenta la vertiente más directamente comprometida desde el punto de vista político.

Respecto a la primera de las

secciones, la dedicada a la imagen de la mujer "como pretexto para la experimentación plástica", en ella encontramos retratos de notable carga simbólica (los de Víctor Manuel García, Arístides Fernández, Antonio Gattorno o Mariano Rodríguez, entre otros), junto a las más radicales y sobresalientes aportaciones del gran Carlos Enríquez (19001957), capaz de retratar sin remilgo alguno mujeres fatales, bañistas impúdicas o misteriosas, y hasta parejas de lesbianas en plena acción.

La sección en donde se tematiza la cuestión de la identidad nacional (y latinoamericana) y su conexión con la modernidad abunda en escenas de costumbrismo criollo y paisajes estilizados, a veces de un sesgo expresionista (Mariano Rodríguez o Antonio Gattorno de nuevo, René Portocarrero). Quienes aquí destacan, sin embargo, son Amelia Peláez (1896-1968), con mujeres reclinadas, interiores y naturalezas muertas con frutos autóctonos, en donde se reconocen elementos de cierta inspiración entre cubista y abstracta; y, por supuesto, Wifredo Lam (19041981), el más consistente, de quien se muestran pinturas en donde se enlaza el poscubismo con esa suerte de surrealismo tropical que habría de sintetizar su trabajo.

Finalmente, Marcelo Pogolotti (1902-1988) aparece como el brillante exponente de un arte reiteradamente consagrado a la representación de la vida obrera y de sus a veces violentos conflictos con "el capital", en trabajos de los años treinta (en 1938 quedó ciego) considerablemente explícitos y llenos de fuerza, pero también dominados siempre por una clara aproximación a los por entonces vigentes lenguajes de la modernidad (expuso con Léger, hizo amistad con el futurista Fillia).

Buena parte de estos artistas, como es lógico, hubo de viajar a Europa para alcanzar un contacto real e inmediato con aquello que significaba el arte de vanguardia. Lo evidente es que tomaron muy buena nota del mismo y que se aplicaron bien a la tarea de combatir el academicismo insular. De hecho, los artistas plásticos cubanos sólo pudieron introducir poco a poco, al principio apoyados en el mundo de la ilustración, desde las revistas, esa conciencia moderna que en el universo de la literatura desarrollaban con mucha mayor libertad gentes como Carpentier o Lezama Lima.

Cuando uno se entera de que

en 1919 el Gobierno de Cuba dispuso la prohibición de tocar el tambor en todo el territorio, por considerarlo indecente, no sólo se queda de piedra, sino que no puede sino celebrar con entusiasmo, ya no los éxitos de la vanguardia, sino el triunfo del son, del mambo, y hasta del cha-cha-chá. La pregunta que viene a continuación es: ¿qué fue de todo ello? Pero eso queda para una ulterior exposición.

A la izquierda, 'Mujer' (1935), de Amelia Peláez. A la derecha, 'Figura con gallo' (1942), de Wifredo Lam.
A la izquierda, 'Mujer' (1935), de Amelia Peláez. A la derecha, 'Figura con gallo' (1942), de Wifredo Lam.

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