La historia alemana, del siglo I a la caída del muro
Berlín abre el Museo Histórico con una exposición permanente que reúne más de 8.000 objetos
El Museo Histórico Alemán abre hoy sus puertas al público en Berlín para mostrar por primera vez 2.000 años de historia de Alemania, desde el siglo I después de Cristo hasta 1994, cinco años después de la caída del muro. Se trata de la más amplia exposición permanente de historia alemana que ha habido nunca, y es la primera que cuenta en paralelo la historia de las dos Alemanias del siglo XX. La muestra está concebida con un carácter objetivo, crítico y declaradamente europeísta. En 8.000 metros cuadrados se exponen 8.152 objetos que en un 98% son originales y dan testimonio de reinados, guerras y etapas de prosperidad de un país que no lo fue hasta el siglo XIX y que no concedió una nacionalidad única a sus ciudadanos hasta 1918.
Hans Ottomeyer: "Hay testimonios conmovedores y también grandes reliquias"
La canciller alemana, Angela Merkel, inaugurará hoy la exposición permanente de un museo cuyo anexo, el conocido como Pei-Bau, en referencia a su arquitecto, Ieoh Ming Pei, funciona desde hace tres años como sede de exposiciones temporales. Esas exposiciones históricas, que han sido verdaderas atracciones para el público, "han servido de ensayos previos para la gran exposición permanente", explicó ayer el director del museo, Hans Ottomeyer.
La nueva muestra es "lo único que faltaba" y desde 1987 se estaba trabajando en ella. Se trata de un relato crítico de la historia alemana que se distingue por partir de la idea de que "nuestra historia es también la historia de nuestros vecinos y la suya es también la nuestra", en palabras del director. Su sede es el Zeughaus, construido en la avenida Unter den Linden a comienzos del siglo XVIII para albergar el arsenal del reino, y que se convirtió más tarde en museo militar y de botines de guerra. De esa institución y sus herederas procede la mayor parte de los objetos que se muestran en el Museo Histórico Alemán (DHM, por sus siglas en alemán).
La muestra comienza en el siglo I con celtas, romanos y germanos, y termina cinco años después de la caída del muro de Berlín, del que se exponen tres piezas. Vestidos, muebles, armas, uniformes, utensilios, libros, juguetes, grabados, esculturas, carteles, fotos, cortes radiofónicos, imágenes de televisión y otros testimonios ilustran los 2.000 años de historia de Alemania. Ottomeyer se declaró ayer "impresionado" por los fondos, "porque una cosa es verlo sobre el papel y otra muy distinta es desempaquetar las cajas y ver lo que hay dentro".
"Hay testimonios conmovedores y muy personales procedentes de cárceles y campos de detención de regímenes totalitarios enviados en el último minuto a los familiares. Pero hay también grandes reliquias que han quedado de la historia alemana, como la espada partida de Wallenstein, que se envió a Prusia para probar que había sido asesinado, como ordenó el emperador; el uniforme de Federico el Grande, que era tan tacaño que cuando perdía un guante sólo se compraba uno nuevo, y les cortaba las puntas para poder escribir mejor en invierno en su gélido palacio; el globo terráqueo que Adolf Hitler tenía en la cancillería y que luego quedaría inmortalizado en El gran dictador... Son piezas que ponen la piel de gallina", asegura Ottomeyer.
Pero el objeto que más va a llamar la atención será sin duda el sombrero de Napoleón dejado atrás junto con su espada en su huida del campo de batalla de Waterloo el 18 de junio de 1815. Todos estos testimonios quedan vertebrados y contextualizados por 27 columnas informativas con datos históricos, mapas y estadísticas que refrescan la memoria, para que la muestra sea comprensible también para quien no conoce al dedillo la historia alemana y europea.
Tras la presentación de la República de Weimar y la II Guerra Mundial, que es mucho más amplia que la de otras épocas, la muestra se divide en dos espacios paralelos separados por una valla metálica para contar la historia de las dos Alemanias tras la guerra, cada una con su ideario político, su arte, sus artículos de consumo, sus símbolos: a la derecha, un Volkswagen Escarabajo; a la izquierda, el mítico Trabant fabricado en la Alemania Oriental.
Dependiente de la financiación del Estado central, la exposición permanente del DHM ha costado 12 millones de euros, sin contar costes de personal. Sus responsables se esforzaron ayer en negar que hayan representado la versión oficial de la historia. "Ningún ministro de Cultura se ha metido en nuestro trabajo ni ha tratado de influir en cómo vamos a contar la Historia. Eso no siempre ha sido así: la exposición del Museum für Deutsche Geschichte (Museo de Historia Alemana) de la RDA tuvo que someterse a la aprobación del Ministerio de Seguridad del Estado (Stasi) y de cuatro ministerios más", aclaró Ottomeyer.
Un millón de visitantes al año
"El DHM se fundó en 1987 para luchar contra el desconocimiento y el desinterés por la historia, después de que en los años cincuenta y sesenta se dijera '¿para qué necesitamos la historia? La historia es tan horrible y muestra catástrofes tan tremendas que es mejor que nos orientemos hacia el futuro para deshacernos de su lastre", explicaba el director del museo, Hans Ottomeyer, en una reunión reciente con la prensa extranjera. La consecuencia de ello es que hoy, a juicio de Ottomeyer, los alemanes saben "poco sobre la historia reciente y menos aún sobre lo que pasó hasta finales del siglo XIX". Como contrapunto de este desconocimiento se vive en los últimos cinco años lo que Ottomeyer considera un renacimiento del interés por la historia. Esto se traduce en unas cifras de visitantes que van en aumento. En el Pei-Bau alcanzan los 630.000 anuales, y para la exposición permanente se espera superar ampliamente el millón.
A cada objeto le corresponde una explicación en alemán y en inglés, a diferencia de las exposiciones anteriores de la misma casa, en las que los turistas extranjeros se quejaban de haberse quedado a medias. Los abundantes textos hacen que el recorrido superficial dure una hora y media y para el intensivo haya que contar con entre tres y cuatro horas.
Babelia
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