Absueltos 14 menores de Oporto que agredieron a una transexual
El juez justifica que creían que estaba muerta al tirarla a un pozo
Gisberta era transexual, prostituta, consumía drogas, tenía sida y 46 años. No tenía casa, y el pasado mes de febrero murió en Oporto tras ser salvajemente apaleada por 14 menores de entre 10 y 16 años. Según la reconstrucción de la policía, los chicos golpearon y apedrearon a Gisberta en los bajos del edificio abandonado donde dormía, en pleno centro de la ciudad, durante tres días seguidos.
De los 14 menores, 11 eran alumnos de la Oficina San José, una institución para jóvenes conflictivos y sin hogar. Tras atarla, quemarla con cigarrillos y meterle palos por el ano, acabaron tirando su cuerpo a un pozo. Creían que ya estaba muerta. La autopsia determinó que Gisberta estaba viva todavía.
Ahora, un juez de Oporto ha decidido suspender el juicio previsto contra los agresores. El fiscal ha decidido que no fue un homicidio, que "Gisberta murió ahogada y no por causas directamente relacionadas" con la brutal paliza que recibió. Los 14 adolescentes están en libertad, aunque sobre algunos pesan medidas cautelares.
Nadie pareció preocuparse por Gisberta mientras estaba viva. Las espantosas circunstancias que rodearon su muerte, el dolor que se desprende del lento suplicio de sus últimas horas y la soledad de su vida anterior conmocionaron a Portugal durante unos días. Pero luego el caso quedó en manos de los forenses, la policía y los fiscales, y se hizo una espesa sombra de silencio.
Descartada por el juez la tesis del homicidio, Gisberta está cerca de convertirse en un símbolo. Gracias a gente como Pedro Abrunhosa, un cantautor de Oporto que ha compuesto Balada de Gisberta. O como Jo Schedlbauer, austriaco en vías de convertirse en austriaca, de 39 años, que junto a la portuguesa Jo Bernardo ha reflejado la historia en un documental titulado Gisberta / Liberdade.
Violencia en sus vidas
Schedlbauer forma parte de la red europea de organizaciones de transgénero (ETN), que lucha por derechos como la libre elección de nombre y sexo. A su juicio, el crimen de Gisberta fue obra de "unos jóvenes en mala situación social que habían sufrido la violencia en sus vidas y que no fueron ayudados: encontraron a alguien más débil que ellos y se vengaron de lo que habían sufrido".
Aunque el nuevo Código Penal portugués contempla el agravamiento de penas para los crímenes homófobos, la ETN cree que hace falta incluir también la motivación "transfóbica".
El grupo Panteras Rosas es el que más activamente está luchando en Portugal para que la muerte de Gisberta sirva de algo. El 9 de marzo convocó una concentración de repulsa frente a la sede del Prelado Católico de Lisboa denunciando la intolerancia contra la diversidad sexual que transmiten a los jóvenes las instituciones religiosas y reclamando al Gobierno portugués la sustitución del actual sistema por el cual se deriva a la Iglesia católica numerosos servicios sociales -la Oficina San José depende de la Diócesis de Oporto-.
Desde São Paulo, Abimael Salce, sobrino de Gisberta y portavoz de la familia, ha declarado que estudian denunciar al Estado portugués, al que consideran responsable de su muerte.
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