Bocadillos y pasteles de autor

Desde hace años, el espíritu de las segundas marcas, el paso de la alta costura al prêt-à-porter gastronómico, ha sido explotado por algunos de los más influyentes cocineros del mundo, incluidos el francés Alain Ducasse con sus locales Spoon repartidos por varios países, y el propio Ferran Adrià, artífice de los sonados Fast-good, que ha desarrollado para la cadena hotelera NH.

El nuevo D'E, inaugurado en Madrid hace un mes escaso, es fruto de un acuerdo entre el conocido Sergi Arola y el excepcional maestro pastelero alicantino Paco Torreblanca, campeón de Europa de pastelería y soporte de la gran revolución golosa española de los últimos años. Ninguno de los dos necesitaba el golpe de narcisismo que se intuye detrás de las dos gigantescas fotografías expuestas a la entrada de este local de diseño, donde se fusionan una pastelería sin obrador y un restaurante sin cocina.

Bocadillería disfrazada de acento italiano, que no pasa de ser un establecimiento desenfadado (casual food), con barra central y muchas mesitas incómodas, que si no se puede calificar de bar de última generación es porque se aleja de los pinchos y las tapas. Junto a los bocadillos -paninos (medianos) y pinos (pequeños)-, eje básico de la carta, en sus mesas se ofrecen raciones de embutidos y quesos junto a vistosas ensaladas. Especialidades de marcado acento transalpino, basadas en la reiterada presencia de la rúcola, los quesos y embutidos italianos, además del falso aceite de trufas blancas, de fondo metálico, del que abusan los cocineros que pretenden estar a la última, elaborado con esencias artificiales.

En el nuevo D'E, el surtido de 40 bocadillos se agrupa en tres apartados: gourmet, los más caros (entre 6 y 10 euros); mediterráneos (de 5 a 9 euros), y tradicionales (alrededor de 5 euros). Como los panecillos están recién tostados y los rellenos son correctos, los resultados mantienen un tono aceptable.

Goza de justo éxito el panino de huevos fritos de codorniz con patatas y aceite de trufa blanca, es soberbio el de jamón ibérico, anodino el de magret de pato con ruqueta y peras, sabroso el de cuello de cerdo (embutido) y discreto el elaborado con secallona (embutido) y cebollas.