Moscú se organiza contra la inmigración irregular
Rusia tendrá que hacerse cargo de los emigrantes sin papeles que utilicen su territorio para llegar a la UE en virtud del acuerdo de readmisión firmado ayer en Sochi, junto con otro documento que facilita la obtención de visados a determinadas categorías de ciudadanos rusos, tales como estudiantes, funcionarios, periodistas e intelectuales.
El acuerdo de readmisión supondrá una gran responsabilidad para las autoridades rusas y seguramente también un notable desembolso, si realmente es cierto que su país es un coladero de emigrantes de camino hacia la Unión. Justamente esta consideración hacía que los expertos rusos en legislación internacional sobre seguridad y justicia estuvieran en contra de negociar precipitadamente un tratado de readmisión, que, entre otras cosas, obligará a Rusia a crear una red de centros de acogida para la repatriación de ilegales, y todo esto en una época en que la xenofobia está en alza en el país.
Para no verse obligada a quedarse con los ilegales en su territorio, Rusia dispondrá de tres años a partir de la fecha de entrada de vigor del tratado con el fin de concluir acuerdos de readmisión con los países de donde pueden llegar los clandestinos, incluidos los que en otra época fueron repúblicas de la URSS. Ni Kazajstán, que tiene la frontera más larga del mundo con Rusia (más de 7.000 kilómetros), ni China parecen mostrar un especial interés por concluir semejantes acuerdos con su vecino occidental.
En el caso de Kazajstán hay un elemento añadido, a saber, que los ciudadanos de este país no necesitan visado para viajar a Rusia y la permeabilidad de la frontera es un elemento de estabilidad de cara a las comunidades que se convirtieron en extranjeras en 1991 tras formar parte de un solo país.
En el capítulo internacional, la cumbre de Sochi abordó la situación en Irán y en Oriente Próximo.
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