Horror y fulgor
Nigel Kennedy parece haber resuelto al fin su vida profesional por la curiosa vía que une un dudoso gusto bufonesco y una extraordinaria capacidad como músico. A sus 50 años, esa gestualidad de coleguilla, ese atuendo entre de pasarela y hooligan revenido parecen un escudo protector, un arma defensiva, una forma de vencer ese miedo que, ya se sabe, es libre. No puede ser tan paleto -palabra mucho más aplicable al contexto del que procede el violinista británico de lo que suele pensarse- quien es capaz de hacer música como lo hace éste que fuera jovencísimo triunfador, retirado luego de puro desconcierto ante su éxito y vuelto a las tablas para llevar por el mundo esta exhibición que une al horror visual el fulgor sonoro. Un espectáculo que cuenta con un público que en cuanto ve que la apariencia del personaje, entre feroz y fashion, no es más que pura fachada se echa en sus brazos de mil amores y le ríe todas las presuntas gracias durante dos horas y cuarto.
Juventudes Musicales
Orquesta de Cámara Polaca. Solista y director: Nigel Kennedy. Obras de Vivaldi. Auditorio Nacional. Madrid, 24 de mayo.
Debajo de todo ese montaje un poco patético, hay una comprensión plena de inteligencia de la música de Vivaldi, un concepto que une como nadie libertad y rigor, un virtuosismo apabullante y un arte asombroso que nada tiene que envidiar a ninguno de los que se manejan hoy en este repertorio, desde los historicistas como Biondi o Carmignola a los asimilados como Viktoria Mulova o Janine Jansen. La forma de dirigir es, igualmente, ridícula -a golpes de bota supongo que Doctor Martens-, lo que, a la vista de los resultados, hace suponer que detrás hay un impecable e implacable trabajo en los ensayos. La imaginación vivaldiana luce en todo su esplendor y se manifiesta no ya luminosa sino deslumbrante. Por eso es más de lamentar que semejante genio vaya acompañado de este circo con tan poca gracia en el que, sin embargo, acaban perdonándose los disparates puramente musicales, que también los hay, como introducir en una cadencia la Nana de las Siete canciones populares españolas de Manuel de Falla.
Disciplina
La Orquesta de Cámara Polaca es una estupenda formación con instrumentos modernos, sigue con disciplina las tonterías de su director -que hace un guiño a la filología con el añadido de laúd y guitarra barroca- y posee un primer violín -Jacub Haufa- y un oboe -Tytus Wojnowicz- de muchos quilates. Además de ese Vivaldi sensacional, aparecieron trufadas en el concierto cuatro Invenciones de Bach, una bonita nadería del propio Kennedy y, como propina, una grandiosa Purple Haze de Jimi Hendrix, con paseo incluido por el patio de butacas y una casi conga por el escenario, a la que sólo le sobró la bobadita de intercalarle unos compases de Strangers in the night.
La audiencia, que entró a todos los trapos, lo pasó en grande y se partió las manos aplaudiendo. Al final, una joven espectadora resumía así la situación: "Si me lo cruzo por la calle salgo corriendo pero toca que te cagas".
Babelia
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