Cruzar el Estrecho
Desde la frialdad de mirar una simple fotografía, se acelera la conciencia cuando uno ve que siguen llegando a nuestras costas mareas humanas, despojos humanos por culpa de la pobreza y que vienen a nosotros buscando un bálsamo reparador para adquirir una mínima dignidad entre un mundo deslumbrante, pero que se siente incapaz de parar esta triste lacra mundial.
¿Qué debe padecer un ser humano para dejar todo y embarcarse en un viaje con rumbo a la nada? Muchos de los inmigrantes ilegales mueren físicamente en la travesía del Estrecho, otros mueren moralmente cuando son apresados por los guardacostas que cumplen con el deber encomendado. Los que consiguen entrar no saben qué les deparará la vida. Sin embargo, todo riesgo, toda apuesta, es mejor que la miseria que les ha tocado vivir por culpa de su lugar de nacimiento. Huir de allí, apiñados en cayucos, estrechez de espacio para cruzar el amplio Estrecho. Nada más hay que decir, pero nada menos, de un problema que si no somos capaces de solventar a corto plazo, acabará por reconvertirse en un cáncer para nuestra sociedad a largo plazo. Todas las deudas morales acaban por acudir a las conciencias de la gente de bien para saldar sus facturas. Ojalá nunca tengamos nosotros que pagarlas, pues eso indicaría que pusimos todo de nuestra parte para ayudar a los más necesitados. En ello tengo fe, pues mi país siempre fue vanguardia de solidaridad.
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