Monotemáticos
Las piezas de una en una no te sirven; necesitas la unión de varias para poder hacerte una idea, para adivinar la imagen final del puzzle. Aunque, habida cuenta del tema de hoy, creo que es más propio decir del cuadro o cromo final. Si consiguiéramos mantener en la cabeza más de una pieza de los puzzles que nos propone la realidad, si pudiéramos ir sumando trocitos del mismo dibujo sin que se nos cayera ninguno de la mente, otro gallo nos cantaría, creo, en casi todo. Porque veríamos enteramente lo que hay; lo que hay nos saltaría a los ojos. Pero la actualidad tiende a la fragmentación, a presentar por separado, desconectadamente, lo que debería ir y, sobre todo, permanecer junto.
Pongamos, por cercanía, los teleberris. Cada uno, cada día, lo que nos propone son cachitos, piezas de rompecabezas distintos que al juntarse no crean una imagen legible sino un batiburrillo. Así, pueden presentarse en la misma sesión informativa una porción de huelga docente, otra de mini-sentada juvenil (por otro tema), de viaje institucional montenegrino (para lo de siempre), de llegada de nuevas (en realidad eternas) pateras, una alineación deportiva completa y la erupción de un volcán. Todo hilvanado con algún que otro subtítulo o anuncio publicitario. Y así no hay manera porque, insisto, esas piezas corresponden cada una a un dibujo diferente y al juntarse, no contribuyen a la profundidad sino a todo lo contrario, a un pasar veloz por las noticias y la vida, como por una superficie de hielo.
Otro gallo nos cantaría si los noticiarios abordaran sólo un asunto cada vez, desde todos sus ángulos. Si cogieran un problema y fueran pegándole piezas, atándole cabos, juntándole causas y efectos hasta componer su dibujo cabal. De la misma manera que hay partidos e incluso gobiernos que sólo tienen una idea, a los que sólo mueve un proyecto, yo creo que los informativos deberían ser monotemáticos. Y tratar sus cuestiones, por lo menos una vez cada cierto tiempo, con dedicación exclusiva. El tema de hoy es la vivienda, y los ciudadanos que contemplamos el vertiginoso panorama ganaríamos en comprensión y en capacidad de reacción si de ese asunto clave se nos presentaran visiones de conjunto y no sólo pedazos.
El informativo monotemático dedicado a las casas tendría que incluir, naturalmente, la pieza de los precios, esas tablas estadísticas que nos dicen que en 1999 un piso nuevo de 90 m2 costaba 40 millones de pesetas en Zarautz, 29 en Beasain, 28 en Llodio o 35 en Galdakao; y que hoy vale -en esos mismos lugares tomados como ejemplo- más del doble (85, 63, 60 y 70 millones respectivamente). Para luego tratar de explicarnos las causas de esa inflación, empezando por la más básica que es el suelo (que representa cerca de la mitad del precio final de una vivienda). Y debería insistir ese teleberri especial en el hecho de que en Euskadi seguimos sin ley de Suelo, porque los partidos gobernantes no se arreglan entre sí. ¿Pero cómo podrían ponerse de acuerdo -debería preguntar entonces el informativo- un partido que se dice comunista y otro que a lo poco es centro-conservador? Y ¿cómo es posible que lleven años gobernando juntas esas ideas, en teoría, tan alejadas?
Para llegar a la respuesta que explica los pisos inaccesibles, la educación pública en harapos, Osakidetza haciendo aguas, las carreteras ídem, la Universidad como se aprecia..., a la desoladora respuesta de que en Euskadi gobernar no significa ocuparse prioritariamente de resolver lo anterior, sino diseñar e impulsar obras públicas etéreas: pueblo, identidad, "gestión de las expectativas de normalización"...; y para eso, para las abstracciones y los mitos, valen las alianzas dispares o las conjunciones astrales de comunistas y demócratas-cristianos, o así.
Y así continuar informando sobre las demás piezas del puzzle inmobiliario, incluida la de una juventud a la que moviliza un botellón pero no (re)mueve su derecho a una vivienda digna; lo que bien merece un capítulo aparte.
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