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La celebración por la Copa | Imprevisión y vandalismo
Columna
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Paisaje tras la victoria

Lástima. Había y hay mucho que celebrar, pero unos pocos nos han aguado una parte de la fiesta. El Barça ha conseguido una victoria (si se me permite) histórica. Pocas veces la afición de un club (y en general toda la ciudadanía) puede celebrar un éxito como el del miércoles por la noche en París. Era una ocasión para demostrar que el lema Més que un club tiene solamente una lectura positiva, inclusiva e integradora. Era también una gran ocasión para proyectar a Europa y al mundo una imagen amable, culta y civilizada de esta gran ciudad, hoy de moda en el mundo, que es Barcelona.

Desde la óptica deportiva ha sido así, sin duda. Y era lo más importante. El fair play fue la nota dominante en el terreno de juego y en las gradas, antes, durante y al final del partido. Y así debía ser. Felicidades, pues, a ambos equipos y a ambas aficiones. Ése es el espíritu que debe dominar los enfrentamientos deportivos siempre, y muy especialmente en las grandes finales continentales. Hay que separar, pues, el grano de la paja. Podemos estar satisfechos del éxito deportivo del FC Barcelona, cuyo título europeo es la culminación de un proceso que está ofreciendo lo mejor del fútbol a la afición de este maravilloso deporte. También la expresión de júbilo de centenares de miles de personas por tantas y tantas calles y plazas de Barcelona, y de otras ciudades catalanas, españolas y del mundo, formaba parte del mismo espíritu deportivo y de la legítima expresión de júbilo de una ciudadanía antes ávida de sentimientos de pertenencia y de victorias, y ahora orgullosa de los triunfos de su equipo.

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Pero lo que ocurrió después de la celebración cívica de la victoria en algunos lugares de Barcelona y otras ciudades es algo bien distinto y merece una consideración aparte. Ni que decir tiene que los actos vandálicos nada tienen que ver con la deportividad ni con los valores que pretende fomentar el deporte. La violencia es, aunque muchos sean incapaces de comprenderlo, el antivalor deportivo por antonomasia. Nada más lejos del espíritu y de los valores del olimpismo que la violencia y la xenofobia. Por eso debemos analizar muy a fondo qué está ocurriendo en nuestra sociedad cuando algunas minorías más o menos organizadas (varios detenidos tenían ya antecedentes por violencia y robo) están utilizando el deporte como vía para crear confusión e intentar debilitar el Estado de derecho, o para canalizar los instintos más primarios de tantos tontos útiles que se prestan a ello sin la menor reflexión ni capacidad crítica.

A la vista de algunos de los hechos vandálicos que se van sucediendo, es menester que nos planteemos otras preguntas que, a mi entender, son de mayor calado. Cuestiones que, además, deberían afectar a todas las fuerzas políticas sin excepción y a toda la sociedad, evitando todos caer en fáciles demagogias o concesiones a la galería. Por ejemplo, ¿por qué los valores democráticos, de la convivencia pacífica y de la no violencia tienen a menudo tan poca consistencia entre nosotros, de modo que es suficiente que un reducido grupo de violentos radicales inicie un asalto premeditado para que inmediatamente se vea secundado por decenas de personas? ¿Cuándo seremos capaces de analizar las causas de la violencia en nuestra sociedad sin que nadie pretenda sacar provecho político partidista de ello a corto plazo? Y la pregunta del millón: ¿no tendrá una relación directa con la actuación a veces desmesurada de una parte de la afición el modo como algunos medios juegan a calentar al máximo el ambiente, como demonizan al adversario de turno antes de los partidos y como contribuyen a enrarecer el clima, con el fin de aumentar sus audiencias? Y ello nos llevaría inevitablemente a preguntarnos también si no ha habido (¿hay?) por parte de algunos clubes una excesiva tolerancia, a veces encubierta o vergonzante, hacia los sectores más intransigentes, más xenófobos y más violentos de sus propias hinchadas.

Responder a estas y otras preguntas, no tener miedo a ciertas respuestas y buscar soluciones que hagan compatibles los derechos de todos los sectores en liza es la única forma de dar solución a un fenómeno que es ya preocupante. Para ello, resulta imprescindible que quienes estamos contra toda expresión de violencia no sólo lo expresemos con claridad y rotundidad, sino que actuemos en consecuencia, con lealtad y transparencia. Sólo de esta forma podrá resultar de verdad creíble el mensaje de que el deporte es ante todo salud y ocio y una magnífica herramienta para cimentar la convivencia democrática en una sociedad cada vez más plural y heterogénea.

Àlex Masllorens es periodista y diputado de PSC-CpC.

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