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Reportaje:

Premio a la sanidad penitenciaria española

Tres proyectos galardonados por la OMS serán referencia europea en sus respectivas materias

R. A. S. es de Santander, tiene 30 años y cumple condena de seis en el centro penitenciario de El Dueso, ubicado en medio de la Reserva Natural de las Marismas de Santoña y Noja, en Cantabria. Dice que está sano y que sólo va al servicio médico para hacerse análisis pero, sin saberlo, ha disfrutado de uno de los programas más novedosos de la sanidad penitenciaria europea en educación medioambiental como instrumento para promover una vida saludable. Este trabajo, junto con los de de las cárceles de Foncalent de Alicante y de Pamplona (Navarra) han sido galardonados por la oficina regional para Europa de la OMS con el Premio europeo a las buenas prácticas de salud en las prisiones.

Muchos reclusos tienen en la cárcel el primer contacto con los programas sanitarios

"Vives en la ciudad y no te das cuenta de que existe una variedad tan grande de especies al lado de tu casa. Las salidas en las que he participado me distraen y aprendo. Algunas de ellas me han llamado mucho la atención como, por ejemplo, ver unos 500 patos en las marismas que no se mueven ni cuando te acercas, observar a los cormoranes cuando cercan a los peces para comérselos o ver pasar a los ansares hacia África", cuenta R. A. S.

La prisión es para muchos presos el primer contacto con la red sanitaria y por esa razón, entre otras, los expertos insisten en que se debe aprovechar este periodo para educar en salud, tarea que se hace en los centros penitenciarios españoles desde 1998.

- Educación ambiental en El Dueso (Cantabria). Uno de los centros pioneros fue la cárcel de El Dueso que, con casi 100 años, 330.000 metros cuadrados y unos 600 presos penados, se construyó para favorecer la reinserción social a través del trabajo. Hoy es la institución penitenciaria con más talleres de España y donde trabajan una media de 300 internos. En 2000 se creó el programa Educación entre iguales, origen del proyecto ganador.

Este programa, que más tarde se llamaría Efecto dominó, consiste en que los profesionales de la salud (mediadores de salud) forman a un grupo de internos (agentes de salud) en hábitos saludables para que luego éstos eduquen a sus compañeros. En estas actividades incluyeron otras de medio ambiente y así surgió en 2005 el programa Nacar (Naturaleza y cárcel). El proyecto incluye ambos programas y en ellos se organizan charlas, talleres formativos o elaboración de noticias tanto para la radio como la revista de la cárcel.

"Por estar en un lugar tan excepcional, se realizan actividades muy curiosas. Desde 2003, algunos reclusos participan en un estudio científico dirigido por la Sociedad Española de Ornitología, SEO/Bird Life, sobre la migración prenupcial de la espátula común. En esta investigación, los reclusos recopilan todos los datos de esta ave de paso en peligro de extinción durante su permanencia en el centro (cuántas, dónde se posan y qué comen). En 2005 se llegaron a contar el 48% de todas las que se vieron en la reserva", explica Gerardo López, subdirector médico de la prisión y responsable de educación para la salud del centro cántabro.

Sólo en 2004 participaron 1.042 internos en este proyecto, y de ellos 55 dirigieron actividades. "El hecho de que los internos trabajen conjuntamente con trabajadores del centro y de otras instituciones externas repercute positivamente en el clima social de la prisión y supone la mejora de todos los servicios", agrega.

- Intercambio de jeringuillas en la prisión de Pamplona. F. J. se inyectó cocaína y heroína por primera vez a los 14 años. Ahora tiene 39 y cumple condena de 11 años en la prisión de Navarra por robar para conseguir droga. Está coinfectado de sida y hepatitis C.

"Desde hace cinco años sólo me he inyectado dos piquillos y el servicio médico me facilitó la jeringuilla, algo que me chocó bastante. La gente se porta muy bien conmigo. Al fin y al cabo, ellos vienen a ganar su pan al igual que yo lo hacía cuando iba a trabajar a la obra. Ahora tengo que salir de esto, por mí y por mi familia. Mi hermano es mi mejor amigo y quien me ayuda a no recaer. Lo que tengo claro ahora es que la droga no merece la pena y que no debería caer en manos de la juventud", apostilla F. J.

El centro penitenciario de Pamplona alberga hoy a una población de unos 240 reclusos, entre preventivos y penados. El proyecto premiado, Siete años del programa de intercambio de jeringuillas, se inició en 1998 a raíz del recurso de un interno que, respaldado por un distintas asociaciones, solicitó que se estableciera el programa de intercambio de jeringuillas (PIJ) en usuarios de drogas intravenosas en la cárcel en condiciones similares a los del exterior. En 1997 el 35% de los reclusos eran usuarios de droga por vía intravenosa y el 19% VIH positivos.

"El consumo de cualquier sustancia psicotrópica está prohibido en la prisión pero aun así se consume. Lo que el programa pretende, de manera confidencial, es evitar el contagio de enfermedades de transmisión con el virus del sida o la hepatitis C y, para ello, se facilita un kit con jeringuilla estéril. De esta manera, evitamos que fabriquen, reutilicen o intercambien jeringuillas. También aprovechamos el momento del intercambio para hacer intervención sanitaria en consumo de menos riesgo o condiciones estériles", explica Miguel García Villanueva, jefe de servicios médicos del centro penitenciario de Pamplona.

Al principio del programa existían grandes temores tanto por parte de los reclusos como de los funcionarios, según García Villanueva. Los primeros porque pensaban que podía ser un mecanismo de control del centro y no fuera confidencial y, los segundos, porque no entendían por qué se facilitaba una herramienta para consumir sustancias prohibidas. Pero "se ha constatado que las medidas de prevención que hay en el exterior son fiables en un centro penitenciario; al menos durante estos años no se ha producido ninguna seroconversión ni de sida ni de hepatitis C y casi no se atiende patología asociada al uso de drogas por vía intravenosa. En estos siete años se han intercambiado 8.000 jeringuillas, a una media de 100 al mes", dice García Villanueva.

Los trabajos galardonados, que son referencia europea en sus respectivas materias, se pueden descargar de la páginas web del Ministerio de Sanidad, (www.msc.es) y de la OMS, (www.who.int).

De izquierda a derecha, Miguel García Villanueva, jefe médico de la prisión de Pamplona; Carmen Archanco, subdirectora general de Sanidad Penitenciaria; Gerardo López, subdirector de El Dueso, y Pablo Saiz de la Hoya, médico de la prisión de Fontcalent (Alicante).
De izquierda a derecha, Miguel García Villanueva, jefe médico de la prisión de Pamplona; Carmen Archanco, subdirectora general de Sanidad Penitenciaria; Gerardo López, subdirector de El Dueso, y Pablo Saiz de la Hoya, médico de la prisión de Fontcalent (Alicante).

Calidad asistencial en la cárcel de Fontcalent

El germen del tercer premio galardonado, Protocolos de coordinación entre servicios sanitarios penitenciarios y hospitales de referencia. Infección VIH y VHC, surge en el centro penitenciario de Fontcalent de Alicante y en la unidad de Enfermedades Infecciosas del hospital General de esta ciudad, que en 1999 elaboraron el primer protocolo de actuación para el control del tratamiento de la infección por el virus del sida (VIH), y en 2001, el de infección por el virus de la hepatitis C (VHC).

En 2002, los resultados del programa de Calidad Asistencial en Prisiones (Capri) evidenciaron la descoordinación de estos servicios en las cárceles españolas y condujeron a los especialistas a elaborar un protocolo de actuación que se pudiera instaurar en cualquier centro penitenciario.

El protocolo, consensuado por expertos de la sanidad penitenciaria y prestigiosos especialistas de hospitales de referencia, fue avalado por tres sociedades científicas y patrocinado por la empresa privada.

"Las líneas básicas de este protocolo son crear unos niveles de actuación en el diagnóstico y tratamiento de estos pacientes para que cada prisión se ubique en el que se adapte a sus condiciones, sepa exactamente qué es lo que tiene que hacer y cuándo tiene que mandar al paciente al hospital. Antes de instaurar el protocolo, el recluso tenía que hacer unas 30 salidas para diagnosticar y tratar la hepatitis C. Ahora, todo el proceso se puede realizar en el centro penitenciario a excepción de la indicación del tratamiento, cualquier problema grave derivado de éste, aspectos que también están valorados en el consenso, o la realización de la biopsia", explica Pablo Saiz de la Hoya, médico del Centro Penitenciario alicantino, que junto con Enrique Ortega, jefe de la unidad de Enfermedades Infecciosas del hospital General de Valencia, han coordinado este proyecto.

Según Saiz de la Hoya, con la instauración de los protocolos en el centro penitenciario de Fontcalent ha aumentado el número de pacientes tratados por padecer una infección por VIH de un 45-48% a un 50-54%; se trata asimismo al 60% de los pacientes con hepatitis C, cuando antes no se trataban; se ha reducido el número de visitas a los hospitales en más del 50%, y hasta 2005 se realizaron más de 80 biopsias, cuando antes tampoco se practicaba ninguna.

J. A. C., de 45 años, natural de Alicante y mallorquín de adopción, está casado, tiene dos hijos y antes de ingresar en la prisión de Fontcalent en 2004 por tráfico de estupefacientes era comercial de la editorial de su padre. Penado con 12 años por delitos relacionados con las drogas, está coinfectado por el VIH y VHC y resume así su situación: "Durante el día estoy muy ocupado trabajando en el economato. Reconozco que fue un duro golpe para mi familia, pero, afortunadamente, todavía los tengo. Mi mayor preocupación hoy es mi chiquillo menor. Desde que estoy aquí me he ahorrado muchas visitas al médico y tengo una atención más directa. Estoy muy agradecido, sobre todo por el trato humano que recibo. A veces, hay más humanidad dentro que fuera de la cárcel".

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