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Columna
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El padrino latino

Quizá esté sugestionado, pero tiene cierto aire a Marlon Brando. Los labios gruesos, la mandíbula prominente, los ojos entornados proyectando una mirada infinita. El padrino de los Latin King fue condenado la semana pasada a 21 años de prisión por violación, detención ilegal y robo. El tipo parece tener los mismos años que pasará en la cárcel, como si debiese purgar toda su existencia. Eric Javier Velastegui, el Corleone suramericano, pedía cuotas a los miembros de la banda y, según fuentes de su entorno, ha seguido dando órdenes desde su celda como un auténtico gánster de corbata blanca. Los Latin King son la banda más sanguinaria y peligrosa de Madrid, conocida por las reyertas contra otras organizaciones también ansiosas de imponer sus leyes en ciertos barrios. Pero lo paradójico es que a este capo, tras años de orquestar asesinatos, le han detenido por violación, un delito, al parecer, consecuencia de una noche de porros y desfase celebrando su cumpleaños. A Capone le recetaron 11 años en Alcatraz por evadir impuestos, la misma ironía dada la magnitud de los crímenes que cometió u ordenó cometer.

Muchos jóvenes hemos estacionado nuestro coche bajo algún árbol de la Casa de Campo, en los oscuros y deshabitados aparcamientos de las facultades los fines de semana por la noche o en algún recóndito paraje de El Pardo. No ya de tan adolescentes, sino muy cerca de la treintena, tuvimos que recurrir al coche para disfrutar de cierta intimidad sexual con nuestras parejas, desprovistos de casa propia, empujados a la calle y al Ibiza por la precariedad laboral y la burbuja inmobiliaria. Una de esas parejas, que pudimos ser nosotros no hace tanto, fue la víctima de Velastegui y su cómplice, quienes metieron al novio desnudo en el maletero y violaron y robaron a la chica.

Los madrileños vivimos estos días una inquietante sensación de indefensión. Porque el crimen organizado no atenta únicamente contra sindicatos rivales ni abusa de las grandes corporaciones. La pareja que se besaba en la Casa de Campo y los 350.000 estafados por el Fórum Filatélico y Afinsa éramos cualquiera, éramos todos. Temblamos cuando descubrimos nuestro desamparo en momentos y ante gentes que creímos fiables. Hacer el amor en un coche o confiar los ahorros de una vida a una entidad con medio siglo de historia no parecían actos peligrosos pero han resultado fatales.

Es descorazonador intentar entender la maldad pura, sin el acicate de la venganza o la coartada de la justicia personal. Esa crueldad egoísta que lleva a ciertos gestores a desvalijar a ancianos y niños (tres menores han instado un concurso judicial de acreedores contra Afinsa) sin perder el sueño, en una mansión con mirós y jirafas disecadas o con piscinas climatizadas y zulos para 20.000 billetes de 500 euros (como la de la familia Guijarro Lázaro, consejeros de Afinsa, en La Moraleja. Y luego nos preguntamos dónde están los numerosísimos billetes morados que "circulan" por España).

Igual que es duro ver la cara de los estafadores, de los delincuentes que podrían habernos arruinado la vida a nosotros, es doloroso contemplar la de quienes se agolpan a las puertas de Afinsa o del Fórum Filatélico en Madrid. Gente de toda condición y edad indignada y apenada, muerta de miedo, un pánico que deberían sufrir únicamente los ladrones; sin embargo, ahora está en el aire tanto el futuro de los criminales como el de sus víctimas con las cuentas a cero.

No esperábamos que Madrid albergase una mafia callejera e inmigrante ni otra nacional y de rascacielos. Es indiferente el estatus social y la raza, los malos de la vida real siempre tejen su avispero en cualquier ciudad, en los despachos o en los suburbios. Pero, al contrario que en las películas, no resultan ser megalómanos, psicópatas o elegantes cleptómanos, sino zafios ladrones y asesinos sin perturbaciones psicológicas ni reivindicaciones raciales o de clase, sin exquisitez para la estafa o la decoración interior, son simplemente egoístas torvos y mezquinos.

A veces es necesario ignorar las amenazas para vivir tranquilo, pero seguir creyendo en la seguridad y la economía feliz de esta ciudad y este país sólo sirve para prorrogar la corrupción. Hay que continuar sacando verdugos de las mansiones y víctimas de los maleteros.

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