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Reportaje:

La marca España pierde entre los jóvenes

Lo español es un valor en alza fuera de nuestras fronteras, pero el desapego crece entre las nuevas generaciones

A Joam Evans, 22 años, que cursa un doctorado en Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Santiago de Compostela, España no le dice nada. Al menos no la España actual, porque no reconoce "la verdadera realidad plurinacional". Aún así, no se define como separatista. "El Estado español tiene bien poca soberanía. Y no creo que un Estado gallego tuviera más". Evans, hijo de inglés y gallega, vive en Rianxo, cuna de Alfonso Castelao, y defiende la fala gallega más próxima al portugués, "un idioma con 200 millones de hablantes".

Sentado en el elegante vestíbulo del Palacio de Congresos de Santiago, rodeado de decenas de jubilados que asisten al congreso sobre el voluntariado gallego, reflexiona sobre los problemas del galleguismo: "Lo que está en crisis es la españolidad". No es que los lusistas como él sean mayoría en la universidad de Santiago, pero son una minoría respetada. "Lo que no está bien visto aquí es decir que te sientes tan gallega como española", cuenta Cristina Boo, de 25 años, que estudió Psicología en esta universidad. "Si llevas una camiseta con la bandera gallega no hay problema, pero si es la española, la gente te mira como si fueras un fascista".

Para Iván, gallego, la pertenencia a España "es una cuestión más bien administrativa"
"Estamos de moda, pero no aprovechamos este momento dulce", dice Luis Cuesta
"Los Gobiernos autónomos también son Estado", subraya el socialista Campos

No son muy diferentes las cosas en las universidades catalanas. "Los alumnos están, en general, despolitizados. Pero hay una minoría independentista, dirigida por el entorno de ERC, representada en diferentes asociaciones y con un apoyo de los rectores", dice el profesor de Ética en la Universidad de Barcelona Francisco Caja. Esto explicaría, por ejemplo, el lleno que registró la conferencia del presidente de ERC, Josep Lluís Carod, en la universidad Pompeu Fabra en la campaña de las elecciones autonómicas. Y si hablamos del País Vasco no son ya los alumnos o rectores, sino el propio gobierno autonómico el que mantiene un tira y afloja constante con el central sobre el uso de los símbolos comunes. Desde 2000, el Gobierno ha planteado 19 recursos por incumplimientos de la ley que obliga a colocar la bandera española junto a la ikurriña en las sedes institucionales.

Sin embargo, la bandera no es más que un icono, una forma de identificar una marca, como saben muy bien los publicitarios. "Lo malo es que llevamos decenas de años malinterpretando los iconos. Es como si la bandera no representara nada, salvo cuando se radicaliza. Pero detrás de esa enseña está la marca de España, y creo que se ha producido un abandono de esta marca. No nos hemos preocupado de ella", dice Luis Cuesta, presidente de la agencia publicitaria S,C,P,F y miembro del comité ejecutivo de la Asociación Española de Agencias de Publicidad.

Para Cuesta, en el agotador ten con ten con los nacionalistas de diferente cuño, el Gobierno central y los españoles están perdiendo una excelente oportunidad de afirmarse en un contexto internacional excepcionalmente favorable, cuando España suscita interés y admiración en el mundo. ¿Un pequeño dato? El curso pasado España recibió más estudiantes Erasmus que ningún otro país de la UE. "España está de moda desde hace 10 años por lo menos. Cuando acudía antes a reuniones internacionales no me hacían mucho caso. Ahora, todo el mundo quiere escuchar a los españoles", constata Cuesta. "Tenemos empresas pioneras, personajes mundialmente famosos, pero no estamos aprovechando este momento dulce".

Al contrario, una norma política subliminal impide en muchos foros hablar con naturalidad de España, un término sustituido por el menos molesto de Estado español, y esa norma está prendiendo en los jóvenes. Los datos de la última encuesta de la Fundación Santamaría (FS) sobre la juventud española -elaborada sobre una muestra de 4.000 entrevistados-, publicada el mes pasado, apuntan a una pérdida inexorable del sentido de pertenencia a España en los jóvenes de 18 a 25 años. Entre 1981 y 2005, este sentimiento descendió siete puntos a medida que aumentaba el apego a la propia localidad y a la propia comunidad autónoma. No sólo en territorios desfigurados por el terrorismo, como el País Vasco, sino en lugares tan aparentemente inocuos como Canarias, Asturias o Galicia, donde un 62%, un 52% y un 41%, respectivamente, de los encuestados decían sentirse por encima de todo canarios, asturianos o gallegos.

¿Estamos ante una efímera moda nacionalista que reniega de la identidad española como si se tratara de una mala madrastra, o ante un fenómeno de disgregación cultural de consecuencias más duraderas? El sociólogo vasco Javier Elzo, que ha trabajado en el estudio de la FS, y es responsable para España del Grupo Europeo de Valores, atribuye un valor relativo a los datos de las comunidades uniprovinciales, "porque tienen un margen de error muy alto". Pero, en todo caso, advierte de que no se trata de un fenómeno único. "Hay que entender los datos en el doble proceso de globalización e individualización que se da en toda Europa. La globalización provoca un repliegue hacia los elementos identitarios más próximos, como el pueblo, la ciudad, hasta el propio barrio. Allí donde se dan elementos identitarios nacionales más fuertes, como en el País Vasco, Cataluña, Galicia o Andalucía, se produce también un repliegue hacia la propia comunidad autónoma. Pero yo no diría que hay una motivación política en ello, salvo en el País Vasco".

Un ejemplo perfecto de esa juventud volcada en el terruño es Iván García, de 26 años, que trabaja como animador sociocultural del Ayuntamiento de Vedra (Galicia), gobernado por los socialistas. "Mi filosofía está muy vinculada a la identidad. Parto del nivel local para llegar al global", dice. "La pertenencia a España la veo como una cuestión administrativa, aunque soy del Real Madrid", bromea. Por eso, cuando viaja se declara español. "Español de Galicia. Les digo: '¿No les suena el Camino de Santiago?". ¿Y dentro? "En Santiago soy de Vedra, y allí soy Iván de Sarandón, mi aldea".

Como animador sociocultural, Iván García ha viajado mucho representando a España. "Fuimos no hace mucho a Lituania y claro, allí se esperaban que lleváramos un grupo de flamenco. Pero lo que hicimos fue una animación de nuestra cultura gallega, de nuestros bailes, nuestras comidas, y les explicamos que tenemos nuestro propio idioma".

Iván no cree representar a los jóvenes gallegos ni se considera un activista político. Pero la búsqueda de las propias raíces es parte sustancial de todas las corrientes nacionalistas. Ocurre en Galicia y en Cataluña, donde ONG, asociaciones, sindicatos y partidos políticos juveniles se mantienen en estrecho contacto con el Consejo de la Juventud de la Generalitat. "Tenemos reuniones periódicas que no tienen por qué ser nacionalistas. Son, como decimos, para hablar de país", dice Jordi Cuminal, secretario general de Juventut Nacionalista de Catalunya (juventudes de CiU), de 29 años. El país es, obviamente, Cataluña. Pero su compañera de militancia, Nùria Betriu, cree que el impulso más fuerte a la identidad catalana lo aporta el Movimiento de Esplais, que organiza todo tipo de actividades de recreo con los chavales, y se articula sobre dos ejes fundamentales: nacionalismo y sostenibilidad. Y sobre la lengua propia.

La recuperación del catalán ha sido total en los ámbitos institucionales. "Hace ocho años que no se habla español en el Parlamento catalán", recuerda Francisco Caja, que creó en 1998 una asociación cívica para defender los derechos lingüísticos de los castellanohablantes. Un activismo que no le ha hecho demasiado popular en Cataluña, donde sigue viviendo, "porque me gusta mi trabajo y mi relación con los alumnos es buena".

Pero la encuesta de la FS no detecta en esta comunidad especial frialdad hacia España. Aunque el sentimiento catalanista aumenta entre los jóvenes, el de pertenencia a España se mantiene por encima de la media nacional. Caja lo atribuye a las particularidades demográficas. De los 4,2 millones de catalanes que viven en áreas metropolitanas, más del 61% son castellanohablantes. Pero Joan Sánchez, profesor de Ciencia Política y director de la fundación catalanista Jaume Bofill de Barcelona, tiene su propia explicación. "Lo atribuyo a una cierta saturación. Normalmente, en los jóvenes hay un sentimiento de rebeldía hacia el poder instituido. Y en Cataluña, ¿qué es lo que han conocido estos jóvenes durante 23 años? El Gobierno de Jordi Pujol. Por lo tanto, yo creo que se ha podido producir un sentimiento de saturación", argumenta. "Últimamente las grandes movilizaciones ya no han sido por el rock catalán o por la lengua, sino contra la globalización".

El sentimiento nacionalista sigue, no obstante, a flor de piel, como lo demostró la manifestación del 18 de febrero pasado. Una movilización impensable en Andalucía, que acaba de aprobar un Estatuto bastante inspirado en el catalán. ¿Se han enfriado también en esta comunidad los lazos sentimentales con España, como apunta la encuesta? Carlos Moya, responsable andaluz de las Juventudes Socialistas, dice rotundamente que no. "Lo que ha aumentado es el orgullo de ser andaluz, pero los jóvenes se sienten españoles y andaluces sin problemas". Y el poeta y profesor Luis García Montero, padre de dos hijas de 9 y 18 años, lo corrobora: "Mis hijas tienen un sentimiento andaluz mucho más institucionalizado que la gente de mi generación, pero se sienten igual de españolas".

En cuanto a España, García Montero es de los que piensan que goza de buena salud. "Lo que ocurre es que la España de los últimos 30 años es una España distinta, y hay gente que le tiene miedo". El último barómetro de opinión del Instituto de Estudios Sociales Avanzados de Andalucía, de 2005, viene a darles la razón. Confirma que más de dos tercios de los andaluces conviven sin problemas con esa identidad dual.

Otro tanto ocurre en Asturias donde, según datos del CIS, el 89% de los asturianos considera a su patria chica una región. Y, sin embargo, los pocos aficionados que sacaron la bandera española a la calle para celebrar la victoria de Fernando Alonso, en el Mundial de la Fórmula 1, el año pasado, recibieron una buena pitada. La que ondeaba masivamente era la del Principado. Es algo que podría pasar también en Canarias, explica el psicólogo Pedro Hernández. "Aquí, el término España sigue asociado al franquismo. Está en el inconsciente". ¿Alguien atiza los viejos demonios? Erick Campos, secretario general de las Juventudes Socialistas de España, cree que no se deben sacar las cosas de quicio. "Nunca hubo fervor con la bandera en España y ahora tampoco. Pero no es un símbolo que divida". Y le parece bueno que aumente el sentimiento de pertenencia a la propia ciudad o a la comunidad autónoma: "Significa que ayuntamientos y Gobiernos autónomos resuelven los problemas de la gente". Y advierte: "Una comunidad también es Estado, y la bandera catalana también es española". Aunque no lo vean así muchos de los que la enarbolan.

Una estudiante, al lado de una pintada nacionalista en el campus de Santiago de Compostela.
Una estudiante, al lado de una pintada nacionalista en el campus de Santiago de Compostela.ANXO IGLESIAS

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