Una playa para observar buitres
El enclave cántabro de Sonabia cobija una colonia de aves carroñeras
Abrazada por un imponente macizo calizo de 470 metros de altura y una península repleta de higueras, la playa de Sonabia -también conocida como Valdearenas- da pie a un c
omplejo de dunas rampantes. Algunas cabras suelen bajar a la fuente escondida entre las acumulaciones de arena. Vacas, caballos y asnos pastan ajenos a los bañistas y surfistas. En lo alto, desde el macizo Candina, asoman buitres leonados por los abruptos acantilados. Aquí anida la colonia más pegada al mar. Visible desde la misma toalla, el espectáculo de esos majestuosos pájaros patrullando las cimas, entrando y saliendo de algunas ráfagas rezagadas de niebla, y casi rozando los acantilados con sus dos metros de envergadura, es extraordinario.
Desde la playa, por el oeste, arranca un sendero entre una manta de helechos que a veces llegan hasta los hombros. Permite acceder a los altos, por donde es posible seguir caminando hasta Laredo, haciendo un alto en otra playa escondida, la de San Julián, de arenas oscuras. Las vistas desde allí arriba son de vértigo: paredes que caen en picado, barcos pesqueros que se quedan diminutos e incluso las gaviotas planean muy por debajo de los bordes de los acantilados. Sólo los buitres ascienden hasta esas alturas.
El sendero, un interesante complemento para quien desee hacer algo más que tomar el sol, conduce a un llamativo paisaje de karst, cuajado de depresiones circulares, las llamadas torcas o dolinas. La densa vegetación que busca la humedad de estas hoyas contrasta con la sorprendente presencia en las laderas y los collados de encinas, vegetación de tipo mediterráneo en plena España húmeda. Los Ojos del Diablo, dos grandes orificios en sendas rocas de la cumbre, ofrecen con sus vistas una recompensa generosa al caminante, que hará bien en llevar agua.
La oficina de turismo de Liendo ofrece detalladas descripciones de este recorrido de dificultad media a lo largo de algo más de siete kilómetros por las hoyas del monte Solpico, que domina el macizo Candina. Ese paseo, siempre con el mar al alcance de la vista, también invita a conocer el pasado minero de la comarca, consistente en la extracción de mineral de hierro y yeso. Aún quedan junto al camino los barracones y las vías por donde se movían las vagonetas cargadas.
Aparte de playa y monte, se puede visitar una gran variedad de cuevas. En el sur del valle de Liendo, municipio al que pertenece Sonabia, se encuentra la del Covacho, con un desarrollo de 4.000 metros. Al final del día, una opción es ir a por sidra artesanal en el cercano pueblo de Guriezo.
La playa de Sonabia suple con su belleza la falta de infraestructuras. No está vigilada (hay que tener mucho cuidado con las peligrosas corrientes junto a las rocas en ambos extremos), no hay servicios ni papeleras, se accede por senderos y para comer o beber algo hay que andar un buen trecho o coger el coche. Para dormir, lo mejor es la moderna casa rural con sabor tradicional cercana, concebida por una paisajista, Marga Santisteban, bisnieta de una matrona del valle, Martina, que da nombre al establecimiento. Está junto a la playa de San Julián.

GUÍA PRÁCTICA
Comer- Restaurante Las Encinas (942 87 86 85). Sonabia-Oriñón. Tiene una espléndida terraza con vistas al mar; hay un indicador a la entrada de Sonabia. Menús variados a 11,50 euros.Dormir- La Bisabuela Martina (www.bisabuelamartina.com, y 942 64 30 65). Posada rural. Camino Playa San Julián. Barrio de Villanueva, s/n. Liendo. La habitación doble, entre 48 y 80 euros, según la temporada. Desayuno, cuatro euros.Información- Oficina de turismo de Liendo (636 99 70 16).- Ayuntamiento de Liendo (942 64 30 26).- www.cantabriarural.com.- Turismo de Cantabria (www.turismodecantabria.com, y 901 111 112).
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