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El secreto de ERC

Como era previsible, la decisión de Esquerra Republicana de no apoyar el voto afirmativo hacia el nuevo Estatut ha abierto una nueva turbulencia en el espacio que delimita la política catalana. De todas las reacciones que estos días estamos oyendo me molestan especialmente dos. La primera es la que realizan algunas formaciones políticas que se escandalizan por lo que consideran que la posición de ERC tiene de actitud inmadura e irresponsable. No seré yo quien defienda la peculiar posición republicana que parece apuntarse a todas las alternativas posibles ante el referéndum, pero la inmadurez e irresponsabilidad de ERC, si se da, no creo que sea menor que la que en la elaboración y negociación estatutaria han protagonizado otras formaciones políticas del país con mayor apoyo electoral que ERC, es decir como mínimo con igual nivel de responsabilidad política que los republicanos. Es posible, como algunos dicen, que la campaña que los republicanos desarrollaran debilitara Cataluña, pero no es menos cierto que la debilitación de Cataluña ya se viene produciendo en los últimos meses de manera acelerada por la actitud que la mayoría de formaciones políticas han desarrollado en el proceso estatutario. ¿Hay alguien que mantenga, por citar el primer ejemplo, que la posición mantenida en el tramo final de la ponencia parlamentaria -verano del año pasado- fue constructiva para la imagen de Cataluña? ¿Hay quien pueda defender que el mecanismo de negociación estatutaria desarrollada desde noviembre hasta finales de enero entre cada uno de los partidos catalanes, por un lado, y el Gobierno español y el PSOE por el otro fue constructivo y positivo para los intereses de Cataluña? Alguien manifestará que ese proceso fue impuesto por unos, pero es igualmente evidente que fue aceptado tácitamente por los otros. Las mismas ansias de protagonismo que culminaron con la foto Zapatero-Mas son las que hoy llevan a ERC a cultivar una propuesta peculiar para el referéndum.

La segunda reacción que encuentro especialmente molesta es la que protagoniza la propia ERC presentándose una vez más como víctima permanente del ataque del resto de formaciones políticas catalanas. En menos de 24 horas -desde la entrevista del pasado jueves de Carod Rovira en La Nit al Dia de TV-3 hasta el viernes por la noche en la tertulia nocturna de COM Ràdio donde participaba el concejal de ERC en L'Hospitalet- he oído cuatro veces en boca de líderes republicanos su convencimiento de que "tomaran la decisión que tomaran en el referéndum, todos los partidos les iban a criticar por igual". ¡Por favor! Ya está bien de presentarse como víctima preferente de todo el sistema. Da la sensación de que este convencimiento que expresan dirigentes republicanos según la cual todos los partidos políticos, la mayoría de medios de comunicación y la práctica totalidad de analistas y tertulianos coinciden en atacarlos y debilitarlos es la manera más simple de unir las distintas sensibilidades y corrientes que hay en ERC. Se sabe que la construcción y alimentación de la imagen de un enemigo exterior -o mejor dicho de un exterior enemigo- es un buen mecanismo para cohesionar y evitar otros debates. ERC puede tomar la decisión que crea más oportuna -como cualquier otro partido- pero debe sobre todo ser honesta consigo misma y con sus electores. El victimismo debería desterrarse de la argumentación política, por lo que puede esconder de argumento falso y por lo que tiene de empobrecedor del debate político. Que cada uno defienda sus propuestas en función de sus ideas y convicciones y que no las justifique en función de cómo reaccionarán los otros.

Es evidente que la decisión de ERC le augura protagonismo hasta el día después del referéndum que, con otra posición, no tendría. En verdad creo que la lanza ya a la campaña de las próximas elecciones catalanas. La singularidad de su propuesta le permite, por un lado, diferenciarse del resto de formaciones catalanistas -es decir, tener un espacio propio en la crónica política de la campaña- y a la vez le garantiza probablemente ser una de las pocas formaciones que el día 19 de junio (el día después del referéndum) obtenga titulares propios en los medios de comunicación. ERC ha ganado a los otros partidos la batalla del protagonismo en esta campaña, antes de iniciarse. Otra cuestión es si a medio o largo plazo esa victoria le pasará factura. No es evidente que así sea. Por un lado porque parece que el Gobierno -y Maragall en persona- ya habían asumido que esto podía ocurrir y que en ningún caso esto iba a afectar al Gobierno. Tampoco parece creíble que en un futuro se pueda constituir un gobierno catalanista y de izquierdas sin el concurso de ERC. Así pues el frente institucional no parece que le vaya a deparar ninguna factura. Por otro lado, su electorado puede perfectamente compartir -aunque no con la misma cohesión que sus militantes- la visión crítica hacia el Estatuto que nace del pacto con el Gobierno español. Muchos de ellos pueden optar por el voto nulo político e incluso por el voto negativo. Es más, dadas las circunstancias una parte de los que votarán favorablemente, el Estatuto pueden aceptar sin ningún disgusto la propuesta de ERC. No parece pues que su posición peculiar le pueda generar un desgaste electoral.

¿Cuál es el secreto de todo ello? Que el Estatuto va a salir aprobado en el referéndum. ¿Alguien cree que ERC correría el riesgo de ser la responsable de que este Estatuto no se aprobará en referéndum? Yo, por supuesto, no. La posición de ERC es gratuita, no tiene coste, no pone en peligro el Estatuto ni los avances que representa. Toda una declaración de principios.

Jordi Sánchez es politólogo.

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