La verdadera Andalucía
Los taxistas son uno de los más peculiares gremios españoles. Fernando Savater denomina "la democracia del taxista" a esa idea de solución rápida y contundente de cualquier conflicto desde la óptica más simple. Los taxistas de Sevilla han decidido secuestrar a la ciudad porque no quieren que se peatonalice una calle. Si hay un lugar donde los taxistas dejan una huella indeleble es en Madrid. Allí, atrapados dentro del coche en cualquier atasco, toman al asalto tu intimidad y te largan una monserga de corte reaccionario que incluye soluciones expeditivas sobre el Estatuto catalán o el fin del terrorismo. No tengo una prueba científica, pero sí la sensación de que cualquier encuesta política otorgaría al PP unos porcentajes asombrosos en el sector. Quien mejor sintonizó con los taxistas, sobre todo los madrileños, fue Encarna Sánchez, la singular locutora que precedió a Jiménez Losantos en los furibundos sermones reaccionarios. Ahora los taxistas de Madrid parecen preocupados por el debate del Estatuto andaluz. Hemos tomado el testigo de Cataluña y del País Vasco a la hora de recibir las diatribas de los taxistas. Los conservadores de las esencias patrias están enfadados con Andalucía. Y si bien para con Cataluña y el País Vasco destilan el odio en estado puro, a nosotros nos transmiten el desprecio y la caricatura.
Se ha dado la confluencia de dirigentes políticos del PP, algunos medios de comunicación de todo el espectro, dirigentes del Gobierno catalán, obispos y todo tipo de opinadores dedicados a ridiculizar a los andaluces. Esta falta de respeto nos sitúa a veces en la tentación de apoyar algo en lo que no creemos. Parece que la definición de Andalucía en el Preámbulo del Estatuto como una realidad nacional es la causa de esta Santa Alianza madrileño-barcelonesa en la que se ridiculiza lo aprobado por el Parlamento andaluz. Lo de Cataluña les da miedo y lo de Andalucía desprecio. Yo sigo pensando como Corpus Barga "una nación es muy fácil de inventar pero muy difícil de saber lo que es. Su conocimiento sólo es fácil para los tontos". Sigo opinando que tal definición es desacertada, pero que se ha elaborado un magnífico proyecto de Estatuto que servirá a varias generaciones de andaluces.
Incluso estoy seguro de que si el PP llegase a gobernar algún día, cosa improbable si mantiene su estrategia, no lo cambiará, por mucho que ahora se diga lo contrario. Vamos a tener un buen Estatuto que amplía derechos y competencias y garantiza un salto hacia la mejora de la calidad de vida de los andaluces.
Lo que no podemos consentir es que desde otros lugares de España se nos quiera reservar el papel del arte y la gracia pero sin capacidad para decidir. Siempre he considerado que la auténtica Andalucía no es barroca y hedonista, no es jaranera y graciosa, no es la de las ferias y la Semana Santa, la de los toros y el flamenco. La auténtica Andalucía es la que de manera abrumadora se dedica a trabajar. Una Andalucía austera, que va de Séneca a Machado y Caballero Bonald, una Andalucía que no sale en los medios de comunicación porque no interesa el verdadero andaluz: cumplidor, honrado, trabajador, que madruga y dedica amplias horas a su empleo y su familia, que no gusta del vino, el traje de volantes y el incienso.
En España piensan que los andaluces nos dedicamos sólo al baile y la juerga, que somos indolentes y vividores, casi como nos retrató Ortega y Gasset en su Teoría de Andalucía. Y eso no es Andalucía. Da igual que nos llamen realidad nacional. Lo que no podemos consentir es que se burlen de nosotros en la radio o en los periódicos. Tenemos que rechazar la desconsideración hacia los andaluces. Y tenemos que hacerlo con la fuerza del trabajo y el tesón, haciendo que nuestro esfuerzo cotidiano tenga más eco que los chistes, las sevillanas y el vino fino. Ésa es la verdadera Andalucía, la única comunidad de España que se ganó su acceso a una autonomía de primera a través de un referéndum.
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