Muere de un tumor un hombre al que los médicos no creyeron y llevaron a psiquiatría
La Comunidad de Madrid acuerda indemnizar a la viuda con 102.483 euros
Un tumor en el riñón derecho causó la muerte de A. L. S., un escayolista prejubilado de 63 años, el 23 de septiembre de 2004 en la Fundación Hospital Alcorcón (Madrid). El paciente acudió tres veces al servicio de urgencias del centro en sus dos últimas semanas de vida porque tenía problemas para orinar y había perdido tanta fuerza en las piernas que ya no se sostenía. Pero los médicos, que no llegaron a hacerle una ecografía, descartaron cualquier dolencia y decidieron ingresarle en psiquiatría ante la sospecha de que sufriera un trastorno mental y estuviera somatizando una enfermedad inexistente. La autopsia, pedida por la familia, reveló que A. L. S. tenía un gran tumor de 800 gramos de peso en el riñón. Ahora la Comunidad de Madrid admite el error y ha accedido a indemnizar extrajudicialmente a la viuda con 102.483 euros.
Los angustiosos quince días que van del primer ingreso en urgencias a la muerte del paciente están resumidos en las siete páginas del inspector médico de la Comunidad de Madrid que estudió el caso. Éste concluye que "en la atención prestada a A. L. S. ha existido, al menos, un retraso de diagnóstico" que le causó la muerte y cuya responsabilidad es atribuible a los médicos que le atendieron en Alcorcón.
El fallecido acudió a las urgencias del hospital a las 8.20 del 11 de septiembre de 2004. Sufría "desde hacía 24 horas anuria [incapacidad para orinar] junto con sensación de urgencia urinaria progresiva y dolor" en la parte baja del vientre. Los médicos le realizaron un análisis de sangre y una radiografía, pero no observaron ningún dato relevante. Se le diagnosticó retención aguda de orina, sin datos de insuficiencia renal, y finalmente se procedió a aplicarle una sonda para que orinara. Luego se le dio el alta, con una cita para el urólogo 15 días después. Entre tanto, le aconsejaron volver a urgencias si se encontraba mal. Pero cuando A. L. S. se disponía a abandonar el hospital, manifestó estar mareado y sentir debilidad en las piernas. Los médicos no sabían cómo explicarse lo que ocurría, admite la inspección, por lo que decidieron remitirlo primero al servicio de Medicina Interna para descartar "un origen neurológico" de sus síntomas. En Medicina Interna le hicieron más pruebas, pero como tampoco encontraron el origen de sus males, le enviaron a psiquiatría.
A. L. S. no salió del hospital hasta el día siguiente, día 12; lo hizo tomando dos psicofármacos -Dogmatil, fármaco utilizado para combatir neurosis, esquizofrenia, paranoia o delirios; y Orfidal, un ansiolítico- y no ingresó en la unidad de Psiquiatría porque "no quedaban camas libres en el servicio", según el informe de la inspección médica.
"Rasgos paranoides"
Los psiquiatras sí concluyeron que padecía un "trastorno somatomorfo", es decir, que como no encontraban un origen físico a sus males, consideraron que era su mente la que los estaba creando. Además, vieron en él "rasgos paranoides", y le remitieron a los Servicios de Salud Mental.
Un día más tarde, A. L. S. y su mujer acudieron a su médico de familia, quien, tras ver el diagnóstico hecho por el hospital, le aconsejó que pidiera hora con un psiquiatra. Cuatro días más tarde, la noche del 17 de septiembre, el estado de salud del paciente se agravó. La familia avisó a un médico de la sanidad pública, que acudió a su domicilio y le remitió al hospital para descartar "obstrucción intestinal". "No puede levantarse de la silla", recogió el facultativo en su informe. La ambulancia llegó a urgencias de Alcorcón a las 0.49 del día 18, donde le realizaron una nueva radiografía, un TAC y unos análisis, pero no una ecografía.
Aquel día sí había camas libres en psiquiatría. "Mi padre nunca había tenido trastornos psiquiátricos, pero al final él mismo y nosotros accedimos a que le ingresaran porque los médicos nos decían todo el rato que no tenía nada y que todo era somático", explica una de sus hijas.
El ingreso duró dos días. "El paciente solicita el alta voluntaria al referir que no se siente a gusto porque no se le hace el caso debido y no se le ofrece ayuda", explica el inspector médico. "La familia refiere actitud de queja y atención de demanda permanente y oscilaciones en la fortaleza de las piernas que no se explican, pero que le ven apagarse", añade el inspector.
A los seis días de abandonar el hospital, A. L. S. volvió a él para morir. Dos grandes trombos le habían taponado las arterias que llevan la sangre del corazón a los pulmones. Sufrió en urgencias una parada cardiorespiratoria, de la que los médicos no pudieron reanimarle.
La autopsia realizada a petición de la familia puso en claro el origen de los síntomas que sufría el fallecido. Se trataba de un gran tumor en el riñón izquierdo (el órgano pesaba más de 800 gramos). El tumor no era maligno, según la inspección, pero llegó a crecer de tal forma que llevó a A. L. S. a la muerte.
El médico forense concluyó en su autopsia que "la causa inmediata de la muerte es el tromboembolismo pulmonar y la causa fundamental de la muerte es la tumoración renal".
El médico inspector que suscribe el informe, tras admitir que los tumores renales son en ocasiones difíciles de diagnosticar ante la falta de síntomas específicos, le "llama la atención la no realización de una ecografía abdominal, prueba incruenta y de bajo coste y que en estos casos suele ser un elemento diagnóstico de gran importancia".
Por todo ello, el inspector acaba recomendando a la Consejería de Sanidad de Madrid que acceda a indemnizar a la familia.
Bastaba una ecografía
"Es evidente que la presencia de un riñón izquierdo con gran aumento de tamaño (pesaba 800 gramos cuando se realizó la autopsia) debido a la gran tumoración existente (12 centímetros de diámetro) no podía haber pasado inadvertida con la realización de una ecografía", sostiene el informe realizado por la inspección médica. El peso de un riñón sano oscila entre los 135 y 180 gramos.
El inspector admite la elevada "complejidad clínica del proceso" y los "síntomas inespecíficos del paciente", pero recuerda que las explicaciones de la familia reflejadas en la historia clínica -"le ven apagarse"- "hubieran podido ser tenidas en consideración" antes de atribuir los síntomas a un trastorno psicológico del paciente.
Rafael Martín Bueno, el abogado que la Asociación de Víctimas de Negligencias Sanitarias (AVINESA) puso a disposición de la familia, sostiene que los pacientes de la sanidad pública "tienen derecho a ser sometidos a cuantas pruebas diagnósticas sean necesarias para encontrar la causa de sus dolencias".
"En este caso", añade Martín Bueno, "los médicos, en lugar de estudiar más a fondo las causas, solucionaron su falta de respuestas remitiendo el paciente a psiquiatría".
Fuentes de los servicios jurídicos de la Consejería de Sanidad destacaron la "celeridad" con la que ha actuado este departamento. "Son muy pocos los casos que Sanidad indemniza sin sentencia judicial, aquellos en los que la mala atención médica es evidente".
"Lo habitual es no atender la reclamación, lo que obliga a la familia a acudir a los tribunales por silencio administrativo", añaden estas fuentes.
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