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Tribuna:URBANISMO
Tribuna
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Es posible otra M-30

Las autoras reclaman que la reforma de la vía de circunvalación se detenga y, con la participación de todos los agentes sociales afectados, se reconduzca el proyecto.

El expediente de infracción abierto en la Unión Europea por las obras ejecutadas en la M-30 sin Declaración de Impacto Ambiental y el calamitoso estado de la obra, que ha dado en rememorar un paisaje más propio de regiones devastadas, aconsejan una corrección severa en el fondo y en la forma y no minimizar la severa advertencia de Europa como si no hubiese pasado nada. Es necesario parar de manera urgente, por encima del interés acompasado a los plazos electorales del alcalde Alberto Ruiz-Gallardón, la obra de la M-30 para que, de forma colegiada y en concurrencia con todos los agentes sociales afectados, se reconduzca y reoriente un proyecto en el que la ciudad de Madrid se juega tanto su destino como su habitabilidad.

La historia urbanística de Madrid refleja un clima de euforia desarrollista entre los años cincuenta y sesenta que configura una ciudad con todos los elementos de una estructura desequilibrada y desigual, que, espacialmente, expresa una doble segregación: centro-periferia y la que escinde el norte del sur. El modelo de ciudad segregada, que crece de espaldas a la urbe sobre la periferia, abre un abismo entre el centro, ámbito privilegiado de oportunidades, y una periferia desestructurada y dependiente. En los años ochenta, Madrid experimenta una nueva situación económica: la ciudad dual, entre la desindustrialización y las nuevas zonas emergentes, acomete operaciones urbanísticas que cambian la ciudad y es objeto de una transformación que le otorga instrumentos democráticos de intervención y le procura un nuevo papel en la red de ciudades.

Los excesos de los desarrollos urbanísticos, la trama de infraestructuras viarias de alto impacto, la consolidación del vehículo privado como sistema prioritario, el desplazamiento de la toma de decisiones desde el ámbito de lo político al marco de un orden económico impuesto a la medida de las grandes empresas inmobiliarias y constructoras, evidencian como nunca antes la necesidad de abordar un nuevo Madrid posible al que el alcalde es, desde todo punto de vista, ajeno. Gallardón ha concretado su audacia de buen gestor de la derecha, en un afán electoral que imprudentemente aplica tiempos meteóricos para hacer una reforma que no pasa de ser un espejismo: la supeditación de la ciudad a las necesidades de tráfico rodado. En realidad, el PP está trasladando la propuesta del Plan Metropolitano de 1963, ungida de renovación cuarenta años después, un remake del último plan no democrático, y, lo que es más grave, abandona la ciudad a las cuentas de las empresas cuando más necesitada está de reflexión, de corrección y de una estrategia de ciudad para y con los ciudadanos.

Abordar en este momento el debate de la reforma de la M-30, terciada como está la intervención, es confirmar que la obra es una equivocación. Un absoluto error de cálculo de Ruiz-Gallardón y su equipo. Por sus dimensiones, por las afecciones e impactos que indefectiblemente conlleva y por la trascendencia de una obra que ha de reestructurar la ciudad (más de 62 kilómetros de tunelación, de los cuales 27 transcurren en los márgenes del río Manzanares y tramos de ampliación en superficie hasta seis carriles), que repercute en el modelo metropolitano-regional (introducirá alrededor de 250.000 vehículos más), que acarrea una deuda de orden histórico que condicionará a varias generaciones de madrileños y que, en suma, viene a componer el marco urbano que legar al futuro de la ciudad, no podía acometerse desde una visión unilateral, la de la estricta obra de ingeniería, ignorando las múltiples implicaciones en juego (urbanismo, arqueología, medio ambiente, tejido social y ciudadanía), sin precisar la transformación propuesta y sin ningún proceso de participación.

Por su envergadura, ésta hubiera sido la ocasión para plasmar -más allá de la aventura olímpica- un auténtico proyecto de ciudad, que consolidase un modelo de renovación urbana con otros parámetros (accesibilidad, equilibrio social, sustentabilidad, calidad de vida...). Embarcado, por el contrario, en esa catástrofe a cielo abierto que resulta la obra de la M-30, el fracaso del equipo de gobierno viene, precisamente, de haber desperdiciado la oportunidad. Así, la obra tuneladora se divide en 22 proyectos, que se acometen sin procedimiento de evaluación de impacto inicialmente (hecho que hoy se traduce en la apertura de un proceso de infracción por parte de la Unión Europea) y desde el incumplimiento posterior de las condiciones "impuestas" por la Comunidad de Madrid y la Confederación Hidrográfica del Tajo.

En consecuencia, se ha arrasado buena parte del patrimonio vegetal madrileño con afección a 19.641 árboles, con 12.962 apeados y 258.723 años de vida vegetal sacrificada. Dicho de un tirón, los árboles talados en los proyectos de la M-30 equivalen al 70% de árboles censados en el Retiro; con ellos podríamos arbolar una calzada de más de 70 kilómetros de longitud. Daños y desaparición del parque de Arganzuela, la dalieda del Matadero, afecciones a la Casa de Campo, Parque Lineal del Manzanares... Daños en patrimonio cultural en zonas declaradas Bienes de Interés Cultural, tapia de Sabattini, gruta Villanueva, destrucción de pontones del río, riesgos para el puente de Toledo... Un cauce vandalizado, a ratos serpenteante carretera, sin planes de evacuación o emergencia, que discurre entre sanciones y vertidos (bentonita, escombros...).

La contaminación atmosférica, ya por sí problema estructural de Madrid, se agrava con los efectos inmediatos de la obra misma. La supresión del proceso participativo, la nula disposición al diálogo por parte del gobierno local con los diferentes agentes sociales implicados, limitándose a entrelazar eslóganes sobre las bondades, minimizando o negando impactos, pero en cualquier caso descartando la negociación y la interlocución, son el talón de Aquiles de un talante de gobierno deficitario democráticamente, que ha acreditado sobradamente su indisposición para consensuar o convenir con otros en un tema estratégico para la ciudad y los ciudadanos.

Inés Sabanés Nadal es portavoz de IU en el Ayuntamiento de Madrid. Concepción Denche Morón es concejal de IU, portavoz de Medio Ambiente.

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