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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El embrollo italiano

Diez días después de la celebración de las elecciones en Italia, el Supremo de ese país ha confirmado la estrecha victoria (apenas 25.000 votos) del centro-izquierda de Prodi sobre el gobernante centro-derecha de Berlusconi. Éste, sin embargo, sigue sin reconocer públicamente la derrota y solicita más verificaciones sobre presuntas irregularidades en el recuento. El gesto del todavía primer ministro de negarse a felicitar a su adversario resulta inelegante e infrecuente en un país democrático, más aún cuando los otros dos socios de su coalición han terminado por aceptar el veredicto de las urnas.

Berlusconi ha dejado entrever que se plantea presentar recursos una vez se constituya el Parlamento el próximo día 28, aun cuando es consciente de que la posibilidad de alterar los resultados con reclamaciones administrativas es ínfima (no existen precedentes en la historia italiana), además de acarrear desgaste y agravar la delicada situación política y económica.

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La estrategia del líder de Forza Italia es clara: deslegitimar al máximo la victoria de Prodi y sobre todo incitar la "muerte política" del futuro Gobierno, bautizado irónicamente por muchos como il Prodino previendo que será breve. Es posible que a corto plazo pueda reportarle personalmente algún provecho, pero a la larga es más dudoso que lo obtenga, ni siquiera entre gran parte de ese electorado que se decantó por él gracias a su extraodinaria habilidad de alentar el voto del miedo. No parece tampoco que sea viable, como él astutamente ha sugerido con el argumento de que no ha habido vencedores ni vencidos, poner en pie una grosse Koalition a la italiana. Simplemente, el odio recíproco de Berlusconi y Prodi es de tal magnitud que hace muy improbable un pacto.

Pero al margen del comportamiento del primer ministro y de la complicación añadida que supone que el Parlamento tenga que elegir presidente de la República antes del 18 de mayo, gobernar Italia será una tarea titánica porque exige, además de una regeneración de la ética política, medidas económicas urgentes muy impopulares. Bruselas ya le ha sacado la tarjeta roja a Roma por incumplir el Pacto de Estabilidad y el FMI avisa del desbocamiento del déficit público y ha rebajado las previsiones de magro crecimiento económico para 2006 y 2007. ¿Podrá hacerlo Prodi con una coalición muy heterogénea, repleta de divismo en algunos de sus líderes, y con una exigua mayoría de dos escaños en el Senado?

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