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El fin del mandato presidencial dificulta el cambio

Enric González

Todo lo que podía ir mal, fue mal. Se sabía desde mucho antes de las elecciones que el vencedor iba a sufrir una espera extraordinariamente larga antes de formar Gobierno porque el fin de la legislatura coincidía, por una vez, con el fin del septenio presidencial (18 de junio), y el jefe del Estado había advertido con tiempo: no quería poner en marcha un Gobierno y abandonar el cargo unos días después, impidiendo que su sucesor comenzara desde el principio.

Lo repitió, aún más cargado de razón, cuando se comprobó que a las anómalas circunstancias institucionales de 2006 se unían un resultado electoral ajustadísimo y unas condiciones de gobernabilidad bajo mínimos. A Carlo Azeglio Ciampi le pareció clarísimo que debía inhibirse, para no condicionar la actuación de su sucesor.

El presidente de la república asume una responsabilidad personal con cada Gobierno. La Constitución indica que es el presidente, no el jefe del Gobierno, quien nombra o despide ministros, y eso conlleva una cierta situación de tutela. Por eso la mayoría de los partidos aceptaría un arreglo por el que Ciampi, de 85 años, siguiera hasta 2008.

Ciampi dispone de una enorme autoridad moral y, tras cinco años lidiando con Silvio Berlusconi, le sobra cintura política. Sería el hombre idóneo para garantizar un mínimo de estabilidad en una fase turbulenta. Pero Ciampi, de momento, no quiere escuchar a nadie e insiste en marcharse a su casa el próximo 18 de mayo.

El nuevo Parlamento celebrará su primera sesión el 28 de abril, y en cuanto haya asignado sus cargos internos tendrá como prioridad la elección del sucesor de Carlo Azeglio Ciampi. Basta una mayoría simple de los votos, pero la tradición aconseja un respaldo parlamentario amplio. Las tres semanas que van desde el 28 de abril hasta el 18 de mayo habrían de ser suficientes, porque con un jefe del Gobierno saliente atrincherado en su despacho y un jefe del Gobierno entrante en espera, a Italia sólo le faltaría un vacío en la cumbre del Estado que alargara el suspenso: el país está en mala situación económica y necesita tratamiento urgente. A todo esto se añaden unas elecciones municipales y regionales el 28 de mayo y un referéndum sobre la reforma federalista antes de las vacaciones veraniegas: Italia se enfrenta a una temporada difícil.

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