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Reportaje:La reforma del Estatuto

Café y pestiño

Los diputados acudieron a la comisión preparados para resistir hasta la madrugada

Los parlamentarios acudieron a la comisión preparados para resistir lo peor: una jornada interminable, plomiza y cansina, estirada hasta el límite de lo soportable por la exigencia de populares y andalucistas de debatir artículo por artículo hasta completar los casi 250 de la proposición de ley. El poderío se hizo notar. Los grupos mayoritarios hicieron uso de la holgura de sus filas -el PSOE tiene nueve miembros y el PP, siete- y establecieron oxigenados turnos de relevos, de manera que las meninges de sus oradores se mantuvieran frescas y pintureras hasta el final. Si bien la ausencia de Rafael Salas por enfermedad en el PP, obligó al portavoz Antonio Sanz y a Carlos Rojas a repartirse los apartados.

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En Izquierda Unida y el Partido Andalucista, con dos diputados por barba, la exigüidad manifiesta les obligó a recurrir a trucos dignos de un manual de aplicados opositores para aguantar el tirón. Quizás por eso la portavoz de IU, Concha Caballero, cruzó el umbral del Hospital de las Cinco Llagas a primera hora de la mañana con una maleta con atavíos de supervivencia. A saber: un enorme termo azul hasta arriba de café con leche, tabaco para dar y regalar, varias docenas de torrijas y pestiños, unas zapatillas cómodas de recambio e incluso un neceser. Nunca se sabe.

Fue tachada de exagerada. Pasado el chaparrón mañanero, más lustroso para la prensa, sus señorías se avinieron e ir recortando las alocuciones y, en algunas ocasiones, agrupar las palabras por títulos. Un respiro. El presidente de la comisión, el socialista Manuel Gracia, dio un empujoncito para aligerar el trabajo y a mitad de la tarde redujo el tiempo de las intervenciones por cada artículo de dos minutos a uno solo. "Es el cálculo que hago si queremos acabar a las doce de la noche", dijo. No hubo protestas.

Contra pronóstico, y de manera inusual, en la comisión imperó la cortesía parlamentaria. No se registraron algaradas reseñables, la vocinglería habitual estuvo ausente y escasearon las pullas. Si acaso, unos cuantos golpes de humor de la mano del izquierdista Antonio Romero, que sustituyó a la previsora Caballero en el capítulo dedicado a justicia.

El runrún de los pasillos giró en torno a la reacción escandalizada de varios políticos y columnistas extra-comunitarios (de fuera de Andalucía) a que en el preámbulo del Estatuto se defina la identidad andaluza como "realidad nacional". En este punto coincidieron parlamentarios de la izquierda y alguno que otro de la derecha: la comunión en el orgullo herido les hizo pronunciar frases muy similares, como que no hay respeto hacia los andaluces y que los comentarios de mofa y desdén que se han escuchado son muy parecidos a los que se oyeron en 1980, cuando Andalucía impuso acceder a la autonomía por la vía rápida en el referéndum del 28-F.

Pese a que el andalucista Ildefonso Dell'Olmo contaba con el auxilio de su compañero Antonio Moreno para cubrirle, el primero (con una bandera andaluza en el ojal de la chaqueta) sostuvo todo el peso, y todo el foco mediático, claro. En el equipo socialista jugaron, además de Gracia, Antonia Moro, Pilar Gómez Casero, Ángel Gallego, Juan Paniagua y José Caballos.

Éste último, notorio hincha sevillista, tenía especial afán por terminar cuanto antes para disfrutar con relajo del partido de su quipo con el Schalke 04, en las semifinales de la UEFA, que dieron por televisión. No lo logró.

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