Desunidos ante Irán
Si la comunidad internacional se muestra desunida facilitará "que Irán continúe" con su programa nuclear, alertó ayer no sin razón el jefe de la diplomacia francesa, Philippe Douste-Blazy, tras la falta de acuerdo en la reunión de Moscú de los Seis (los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad más Alemania). No hay convergencia sobre posibles sanciones económicas contra Irán, ni sobre un eventual ataque militar, del que se han desmarcado China, Rusia y hasta el fiel aliado Blair; ni siquiera sobre la petición americana de que Moscú interrumpa su cooperación con Irán en materia de energía nuclear.
A la espera del informe que el 28 de abril debe entregar el director del OIEA, no hay constancia de que Irán haya hecho nada contrario al Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP). Éste no prohíbe enriquecer uranio, proceso que Teherán ha puesto en marcha. Pero el Consejo de Seguridad ha pedido, que no ordenado, que se detenga el proceso para que el OIEA pueda comprobar los fines pacíficos de tales programas.
La Administración de Bush ha ido mucho más lejos. El número tres del Departamento de Estado, Nicholas Burns, aseguró ayer que Irán "trata de poner a punto en secreto un arma nuclear". Hay demasiadas cosas que traen malos recuerdos de cómo se montó el caso para la desastrosa invasión de Irak. Bush había insistido la víspera en que "todas las opciones están sobre la mesa", en respuesta a una pregunta sobre un posible ataque con armas atómicas contra las instalaciones iraníes. Sólo contemplar tal posibilidad refuerza las tendencias de los que quieren dotarse de ellas. Y cabe recordar que, mientras no haya caso, la mera amenaza del uso de la fuerza, aun para forzar una salida diplomática que EE UU no excluye, es contraria al derecho internacional.
Rusia y China, que ahora se ponen como mediadores -una delegación iraní viajó ayer a Moscú-, rechazan siquiera plantear sanciones económicas contra Teherán. Tales medidas podrían elevar aún más el precio del crudo. Washington está empeñado no sólo en el objetivo razonable de que Irán no se haga con el arma, sino también en provocar un cambio de régimen. Pero a la vez, en el primer contacto directo desde 1979, espera negociar el apoyo iraní al proceso de estabilización de Irak en unas conversaciones que Washington no quiere mezclar con el contencioso nuclear. Que Irán y EE UU negocien directamente es deseable. Es quizá la salida a una crisis que el exaltado presidente Ahmadineyad no pierde ocasión de alimentar con sus exabruptos.
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