El Supremo proclama la victoria de Prodi
Forza Italia, la formación de Silvio Berlusconi, se resiste a aceptar su derrota en las urnas
"Se ha cerrado de forma definitiva la cuestión electoral, los italianos no tienen ya ninguna duda sobre nuestra victoria". Romano Prodi hizo su enésima declaración como vencedor después de que la más alta autoridad judicial del país, el Tribunal de Casación, similar al Supremo español, proclamara a las seis de la tarde de ayer los resultados finales de la votación del 9 y el 10 de abril. No todos los italianos, sin embargo, quedaron convencidos por una sentencia que, en teoría, debería acabar con la discusión: Silvio Berlusconi siguió sin reconocer la derrota del centro-derecha. Sus colaboradores más inmediatos, como el vicepresidente Giulio Tremonti o el coordinador de Forza Italia, Sandro Bondi, anunciaron que seguirían presentando recursos.
El presidente del Gobierno saliente, Silvio Berlusconi, no emitió ninguna declaración pública al conocerse la esperada sentencia. Dejó que fueran sus lugartenientes los que mantuvieran encendido el fuego de una resistencia cada vez más fútil.
"Acusamos recibo de la decisión del Tribunal de Casación, un juicio contable limitado a las papeletas discutidas y a las actas que prescinde, sin embargo, de las papeletas anuladas, que son más de un millón. Mantienen por tanto su validez las reservas que hemos planteado y que seguiremos planteando ante las instancias oportunas", declaró Sandro Bondi, coordinador de Forza Italia y, dada su residencia en la mansión de Berlusconi y su tarea de supervisar la correspondencia de Il Cavaliere, asistente privado del por el momento presidente del Gobierno.
Aún quedaba espacio para algún recurso. Era posible plantearlo ante el mismo Tribunal de Casación y, en último extremo, ante el Parlamento, autoridad suprema en materia de interpretación de las leyes electorales. Pero resultaba obvio que mantener una batalla legal no llevaba ya a ningún sitio.
Los demás partidos del centro-derecha asumieron la realidad. "Queda despejada la cuestión numérica, pero se mantiene en toda su crudeza la dificultad de los presuntos vencedores para gobernar; nosotros haremos oposición con todas nuestras fuerzas", declaró Maurizio Gasparri, de Alianza Nacional, la segunda formación de la coalición de Berlusconi. "Envío a Romano Prodi mi deseo de que haga un buen trabajo, por el bien de Italia; nosotros trabajaremos con seriedad en el Parlamento para asegurar una alternativa de gobierno a los italianos moderados", dijo Lorenzo Cesa, secretario de la Unión Democristiana de Centro. Incluso el combativo Giulio Tremonti, vicepresidente económico, anunció que el centro-derecha haría "una buena oposición, unida y cohesionada", al margen de mantener "algunos recursos legales" contra el resultado electoral.
La actitud de Berlusconi sólo podía interpretarse en clave de campaña: con su deslegitimación del Gobierno de Romano Prodi, Il Cavaliere aspiraba a acelerar una caída prematura del mismo y mantener hasta entonces el tono de enfrentamiento propio de las vísperas electorales. Si los cálculos berlusconianos se cumplieran, y hay bastantes posibilidades de que así sea, Italia aparecería condenada a una campaña electoral continua en los próximos meses.
Romano Prodi se declaró, como siempre, "tranquilo". "Sigo esperando una llamada telefónica de Berlusconi, tengo paciencia", declaró con una sonrisa. Il Professore aseguró que la formación de su Gobierno avanzaba "a buen ritmo", pese a las abundantes dificultades que le planteaban los aliados. La primera sesión del nuevo Parlamento estaba fijada para el 28 de abril por la mañana, y para entonces el centro-izquierda debería tener claros sus candidatos a las presidencias de la Cámara y del Senado. Esas son cuestiones previas a las "quinielas ministeriales", ya que la atribución de ambas presidencias define cosas esenciales.
Pugna en la izquierda
Refundación Comunista, el aliado eternamente incómodo de Prodi, no quería entrar en el Gabinete y exigía para su líder, Fausto Bertinotti, la presidencia de la Cámara. "Una petición innegociable", en palabras del propio Bertinotti. Pero ese mismo puesto lo exigían los Demócratas de Izquierda, principal partido de la coalición, para su presidente, Massimo d'Alema, quien tampoco se mostraba dispuesto a ceder. La presidencia del Senado, segundo cargo institucional de la República, tras el de jefe de Estado, fue atribuida desde el principio al democristiano Franco Marini, de La Margarita.
En el orden del día de la Cámara para el próximo 28 de abril figuraban la proclamación como presidente temporal del diputado de mayor edad, la constitución de la Junta de Elecciones provisional (a la que deberían remitirse las quejas del centro-derecha sobre el recuento), la proclamación de los nuevos diputados y la elección del presidente. Una vez realizados estos trámites, tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado, había que acometer la delicada elección parlamentaria de un nuevo presidente de la República.
El actual jefe del Estado, Carlo Azeglio Ciampi, habría sido un óptimo candidato de consenso, pero a sus 85 años se declaraba decidido a abandonar el Quirinal y dedicar el resto de su vida a sus obligaciones como senador vitalicio, un honor concedido a todos los ex presidentes. El septenio de Ciampi concluye el próximo 18 de mayo y debería ser ya su sucesor quien encargara a Romano Prodi la formación del nuevo Ejecutivo italiano. Al menos hasta entonces, Silvio Berlusconi puede seguir desempeñando sus funciones de presidente del Gobierno.
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