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Columna
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La permisividad judicial

En el año 1992, las arcas del Ayuntamiento de Marbella pagaron una cena con 19 comensales en un restaurante de Puerto Banús que costó 248.825 pesetas. El menú incluyó un primer plato con caviar iraní (40.000 pesetas), unas cigalas a la parrilla (65.800) y unas botellas de vodka ruso (10.200). El anfitrión del festejo fue Jesús Gil, que también pagó el coste del hotel de cuatro estrellas donde se alojaron los privilegiados comensales. Eran 70 habitaciones dobles para el "alojamiento de los mismos y sus acompañantes" durante dos días. Los afortunados invitados por la rumbosa corporación eran un grupo de jueces que participaron en unas jornadas organizadas por la Asociación Profesional de la Magistratura, la conservadora y mayoritaria APM. Las crónicas publicadas en su día por este periódico dicen que el Ayuntamiento que presidía Jesús Gil subvencionó esta reunión con cuatro millones y medio de las pesetas de entonces, y que incluyó no una, sino varias comidas. Algunas en el hotel El Fuerte y cuyo factura se elevó a 241.044 pesetas, en concepto de "vinos de mesa" (36.800 pesetas), "vinos almuerzo" (39.200) y un "cóctail" (45.000). Por aquel entonces, Julián Muñoz era el concejal de Participación Ciudadana y justificó ante la comisión de gobierno el visto bueno para esta subvención a la APM en "la importancia que supone para el desarrollo de nuestro proyecto".

Cuatro años después, en 1996, se conocieron estos pagos y el asunto originó una agria polémica. La APM emitió un comunicado reconociendo la subvención y afirmando que no habían sido los únicos, también la recibió el grupo iberoamericano de la Unión Internacional de Magistrados ese mismo año, así como otra asociación de jueces, en 1995, cuyo nombre eludió mencionar. Para la APM esta clase de patrocinios eran "normales" y "frecuentes", y se extendían a otras asociaciones de jueces, fiscales, secretarios judiciales, etcétera. Atenciones que no sólo se daban en Marbella, sino también en otros puntos de España, según relataron.

Uno no hubiera tenido interés alguno en acordarse de estas cosas, si no fuera porque en medio de esta vorágine informativa en relación a la operación Malaya hace apenas unos días la APM lamentó en un comunicado las críticas que tachan de permisiva la actuación que tuvo en su día el poder judicial en Marbella. No se trata aquí desacreditar en su conjunto la actuación de los jueces, tan siquiera de esta asociación de jueces -afortunadamente muchos de sus miembros nunca asistieron a estas jornadas, que se repitieron varios años; ni seguramente los que presiden ahora esta asociación son los mismos que lo hacían hace 15 años-, pero si parece fuera de lugar este excesivo afán corporativo. En Marbella llegó todo el mundo tarde. También la justicia. Y resulta poca justificación que la APM advertía ahora que los tribunales actúan"siempre" sujetos al principio de legalidad "y no al de oportunidad".

La crítica periodística si debe atender el principio de la oportunidad y, por ello, entenderá la APM que resultaba poco "oportuno" que mientras algunos jueces en Marbella citaban por la mañana a Jesús Gil para tomarle declaración -éstos magistrados terminaran abandonando la ciudad hartos ya de estar hartos-, había otros que por las noches concluían la jornada comiendo caviar y cigalas a costa de las arcas municipales. Eran los días de Las Noches de Tal y Tal, ese infame programa que contribuyó a agrandar la figura mediática de Gil, bastante agrandada ya por un gremio periodístico que estuvo años riéndole las gracias, seguramente tras degustar con él algún que otro plato de gambas. Las cigalas, debía pensar Gil, eran un manjar demasiado exquisito para estómagos tan poco ilustrados como los de un periodista. Hubo honrosas excepciones. Algunos que nunca adularon gracia alguna a este peculiar alcalde. Escribió en esta misma columna mucho tiempo y ayer se fue para siempre, Félix Bayón. Afortunadamente, la Federación de Asociaciones de la Prensa de España no ha emitido un comunicado lamentando las críticas por permisividad informativa en Marbella. Y así andamos muchos periodistas estos días, tragándonos los sapos por las esquinas. Unos sapos que, por cierto, están bastante más amargos que las cigalas.

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