_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¡Reconciliación?

Impresiona una frase que, según dicen, contiene el Plan de "Paz y Convivencia" con que el tripartito nos flagelará tras la Semana Santa. Afirma que las víctimas deben escuchar "perdón por los errores que todos hemos cometido". Esto de generalizar las responsabilidades es trampa. Cada bando que aguante su vela y a sus culpas se atenga, pero insinuar que "fue entre todos" escamotea la realidad. ¿Ha habido "desafección" (con respecto a quienes han sufrido la violencia) en toda la sociedad? Algo así ha pasado a lo largo de los años, pero con diferencia de grados y de intensidad. De nivel alto ha sido, y es, la desafección en el nacionalismo vasco, tan alejado de las víctimas década tras década. No muy afecta ha sido la Iglesia vasca, para la que las persecuciones y humillaciones a los no nacionalistas resultaban de segundo orden, no comparables a los sufrimientos del Pueblo Vasco.

En estas cosas convendría empezar atinando y evitar ese tono de telepredicadores provincianos convencidos de que las heridas que han causado -los terroristas, sus voceros, sus acólitos; pero también una comunidad nacionalista proclive a mirar hacia otro lado-, los destrozos personales y políticos, se pueden cerrar con aluviones de buenas palabras, que parecen suponer que todos los vascos han contribuido -hemos- a hacerle la pascua a unos pocos. Pues no. Cada cual lleva lo suyo, pero "la distancia, el abandono y el desinterés" han venido sobre todo de la parte nacionalista de la sociedad vasca. Por eso sobra esa autoflagelación general que se nos propone. Imaginemos que lo de la Paz y Convivencia va en serio y no es otra añazaga para volver a engañarnos y sacarnos al final el conejo de las autodeterminaciones y territorialidades (siempre hacen el mismo truco). El primer paso podría consistir en que la principal representación de la comunidad nacionalista, el tripartito, pidiese disculpas por sus ausencias mentales y su pasotismo ético. Y asegurase el propósito de enmienda. En nombre del nacionalismo, no de "los vascos y las vascas". No sería paso definitivo, pero sí un paso, si quiere recuperar alguna vez la respetabilidad y la dimensión moral que se le reconocía antaño y que ha perdido a jirones durante estos años de soberbia política e impunidades ideológicas.

Nada se hará en ese sentido, si todo sigue como siempre, habida cuenta del característico inmovilismo nacionalista. Así, la "educación para la paz" que se propone, que parece tan necesaria para el nacionalismo, derivará en un torrente de buenas intenciones dirigidas a todos. Como quizás incorpore al discurso lo de los derechos de pueblo y la retahíla habitual en la que, para más inri, suelen desembocar estas cosas -poner en el mismo saco los derechos de las víctimas y los de quienes las han provocado- el asunto puede hartar a quienes han sufrido la violencia y el terror, para lavar las conciencias de quienes la han causado y la de quienes lo han visto con parsimonia y lejanía, como si no fuera con ellos.

Sólo con esquemas de este tenor, basados en la ley del embudo, cabe entender que, en medio de esta vorágine de angelicales propósitos, hayan querido introducir la idea de que es precisa la "reconciliación" de los vascos. ¿Pero esta gente en qué mundo vive? Quizás en algún imaginario paraíso de vascos incapaces de salir a la calle sin agradecer que les agredan, mientras sea por el Pueblo Vasco. Como el asunto no cuela, lo han dejado para otros tiempos, pero es retirada táctica, no renuncia al desaguisado. Que tal idea esté en su cabeza señala el marasmo político en que nos movemos, por no decir desfachatez.

¿Reconciliación? Sólo faltaba que ahora tuviésemos que llevarnos bien con los agresores y sus cómplices. Convendría que el Gobierno Nacionalista se dejara de reconciliaciones, que suenan a mojigatería conventual, y comprendiera que de lo que se trata es de que desaparezcan la violencia, el terror y las armas, así como los ventajismos políticos. Los responsables de tanto fractura social y humana podrían pedir perdón, resarcir a las víctimas y manifestar su voluntad de no reincidir. Si a cambio de esto hasta participan en la política, incluso deberían agradecer algún olvido. Pero incluir reconciliaciones en esto suena a sarcasmo.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_