Otros tiempos, otros bailes
Este año se cumple el 20 aniversario del estreno de esta obra de Gallotta y éstas son las notas que sugiere su recuperación. Uno: Gallotta juega a ser un flautista de Amelín de perdedores entusiastas. Dos: sus ejercicios catárticos de grupo fomentan la ocultación irónica del lado formal de la danza. Tres: el conjunto coreútico se hace recurso de supervivencia del grupo. Cuatro: hay dos generaciones y medias de coreógrafos y bailarines entre aquello de entonces y esto de hoy, son otros tiempos y otros horizontes. Cinco: lo que mejor sigue presente es el tono potente de la música y su independencia. Seis: hay una búsqueda de humor en el imaginario colectivo. Siete: Gallotta ejerce de introductor a su propia poética, un maestro de ceremonias ciertamente narcisista, al que el tiempo no ha perdonado prácticamente nada. Ocho: hay mejor recuerdo de Mammame 2, su estreno en Aviñón fue polémico con aquellas máquinas infernales y el impacto visual suplantó al vacío de la danza. Nueve: estos 20 años transcurridos demuestran, por encima de cualquier estadística, el envejecimiento de los planteamientos entusiastas que hicieron de la nueva danza francesa un producto de moda imitada y revenciado. Y diez: resulta casi patético ver un teatro con poquísimo público, nulo entusiasmo y sobre el escenario una plantilla irregular de bailarines, la mayoría de escasa profesionalidad, que intentan dar un tono hilarante a algo que sencillamente no tiene razón de ser.
Compañía Jean Claude Gallotta
Mammame: coreografía Jean Claude Gallota; música Henry Torgue y Serge Houppin. Teatro de Madrid, 7 de abril.
Gallotta es el cadáver exquisito de una tendencia que se fagocitó a sí misma en el éxito.
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