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Reportaje:

La voz va a la escuela

El hospital Virgen Macarena enseña a pacientes con disfonía a desterrar hábitos nocivos para sus cuerdas vocales

Tereixa Constenla

En las clases del logopeda Diógenes García siempre hay, al menos, una profesora, una teleoperadora, una vendedora y una limpiadora. Las unen problemas de voz. Algo nada insólito en el caso de las tres primeras, cuyas profesiones las obligan a hablar constantemente, pero resulta más difícil de comprender la presencia de la última. "Ocho horas con lejía y amoniaco, sin ponerse mascarillas, les provoca disfonías", aclara el logopeda. Si todas son mujeres es porque sufren en mayor medida que los hombres fallos de este tipo. "Hablan más, son más extrovertidas", asegura García.

Hay múltiples factores que inciden sobre la voz, la mayoría de los cuales ni se les pasan por la cabeza a los pacientes que acuden al Servicio de Rehabilitación del hospital Virgen Macarena, en Sevilla. Hay elementos de riesgo obvios, tales como chillar, tomar alimentos muy fríos o muy calientes, fumar o permanecer mucho tiempo en ambientes nocivos, pero también los problemas digestivos, la tensión en la mandíbula, los susurros o las imitaciones dañan las cuerdas vocales.

MÁS INFORMACIÓN
Asociación Española de Disfonía Espasmódica

La lista de "medidas de higiene vocal" de Diógenes incluye 31 factores de carácter físico (estrés, alergias..), ambiental (aire acondicionado..), irritativo (alcohol, chicles de menta..), disfuncional (deportes que exijan esfuerzos en los brazos, carraspear..) y de técnica vocal básica. "La disfonía funcional nunca está provocada por un motivo sólo", sostiene.

Diógenes es el profesor de la escuela de voz, creada hace un año en el hospital sevillano por iniciativa de la coordinadora del servicio de rehabilitación, Laura García. "Reflexioné sobre lo que significaba enseñar a hablar, es una técnica de modificación de conducta, un ejercicio de educación sanitaria", explica la doctora. Tras un taller experimental, comprobó la eficacia de una experiencia que podía ser "grupal" y llegar a varias personas al mismo tiempo.

En el año que lleva en funcionamiento, casi 200 personas han pasado por la escuela de voz del hospital Virgen Macarena, el único centro andaluz que cuenta con una iniciativa semejante. Laura García valora, diagnostica y decide el tratamiento terapéutico de los enfermos. Los que padecen una disfonía funcional, esto es que sus problemas no tienen un origen orgánico, son candidatos a integrarse en la escuela. "Suelen ser profesionales que hablan mucho, pero también amas de casa que tienen críos, es muy heterogéneo", expone la promotora de la escuela.

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La encuesta que han elaborado entre los asistentes revela un alto grado de satisfacción, aunque también cierta queja por su brevedad: sólo tres sesiones de hora y media. "Estoy viendo si es suficiente o le damos un margen más amplio para poder reciclarse", añade Laura García. En las clases, el logopeda trata de erradicar tres "vicios" básicos: corregir malas posturas, mejorar la coordinación fonorrespiratoria y la articulación para evitar tensiones en la mandíbula.

El reciclaje no es fácil, a pesar de que el uso de las cuerdas vocales, al nacer, es apropiado. "Por mucho que llore, un bebé nunca se queda ronco, controla su cuerpo de forma natural para producir el sonido, pero cuando tenga cinco años y llore más de cinco minutos se quedará ronco y asfixiado porque lo hará de forma voluntaria". En sus clases, Diógenes ayuda a que cada uno conozca su voz y descubra que la daña para dejar de hacerlo. Porque una técnica vocal nueva no se adquiere en tres días. "La mejor es la de cantantes de ópera y se tiran trabajándola toda la vida".

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.

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