Anita Roddick se pasa al enemigo
La creadora de Body Shop defiende la venta de su imperio de cosméticos ecológicos
Al toro por los cuernos. Anita Roddick hace suyo el popular refrán para lidiar las embestidas que acusa desde que accedió a vender la firma Body Shop a L'Oréal, el líder mundial de la cosmética. La operación, anunciada el pasado día 17, deja en manos del grupo francés la propiedad de Body Shop, con sus 2.045 tiendas de productos de belleza ecológicos, sus 77 millones de clientes y una presencia en 51 mercados. De los 945 millones de euros acordados en la venta, su fundadora ganará unos 188 millones por las acciones que aún controla, junto con su marido, Gordon, en este negocio creado en 1976.
"Me desperté el domingo, temprano y despejada, para descubrir que, aparentemente en algún momento de la noche, he traicionado a las mujeres", escribe en AnitaRoddick.com. En su propio blog de Internet, en webs de ONG, en la prensa y en conversaciones entre amigos se repetía desde el viernes de San Patricio la misma canción: Roddick se ha vendido al enemigo. Comparten la opinión de que la pionera del negocio verde y el comercio justo se ha metido en la cama con el líder de una industria que, según ella misma ha denunciado en ocasiones, engaña a las mujeres con cremas "milagrosas que se llevan las arrugas".
"Me desperté, temprano y despejada, para descubrir que, aparentemente en algún momento de la noche, he traicionado a las mujeres", escribe en AnitaRoddick.com
"He cometido errores en estas décadas. Me equivoqué principalmente en apresurarme a [entrar en] la Bolsa. Entonces sí que estuvimos a punto de vender los valores de la compañía... vendernos a gente para la que [una mujer] valiente, idiosincrásica e independiente, luchando por los derechos humanos y la justicia social en los negocios, era una amenaza contra todo lo que ellos representan", continúa en su diario virtual para defender a continuación la absorción de Body Shop por L'Oréal, un grupo, dice, "que protegerá estos principios".
Esto es, con acuerdos comerciales con comunidades del Tercer Mundo, protegiendo el medio ambiente, vetando los ensayos en animales, respetando los derechos humanos y demostrando responsabilidad social. "Body Shop puede difundir estos métodos a otras compañías y a otras partes del mundo", escribe. La jubilación no está, de momento, en el horizonte de esta abuela de 64 años. Tampoco contempla vivir de rentas en sus casas de Inglaterra y Estados Unidos, ni dejar la mayor parte de su fortuna en herencia para sus dos hijas. Piensa donar la mayor parte de su fortuna a proyectos de caridad, que aún no los ha identificado.
Anita Lucia Perilli nació el 23 de octubre de 1942 en Littlehampton. Hija de inmigrantes italianos, estudió para maestra y celebró su graduación dando la vuelta al mundo. Al regresar conoció a un escocés, Gordon Roddick, con quien se casó en 1970. Mientras su marido recorría América a caballo, Anita abrió en 1976 una tienda en Brighton con las 3.000 libras que le prestó un amigo.
Dio en el clavo con el primer local Body Shop. Incluso al pintar las paredes de verde, único color que cubría las manchas de moho, y que se convertiría en símbolo del movimiento ecológico. De su madre aprendió a envasar en recipientes de plástico o papel, reciclados una y otra vez. Y de sus viajes recordó la efectividad de productos naturales, desde el mango a la nuez brasileña.
De Gordon surgió la idea de las franquicias, que permitió la expansión de Body Shop por medio mundo. El crecimiento trajo dificultades económicas que forzaron la renuncia, en 2002, de ambos como copresidentes del ya imperio del cosmético verde y ético. Ahora venden sus acciones, pero ella seguirá involucrada como asesora del grupo.
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