Desde el corazón
Puesta de largo para Lila Downs. Nunca había cantado en Madrid ante un auditorio tan numeroso como el que la acogió en la presentación de La cantina (Entre copa y copa), el disco con canciones de José Alfredo Jiménez como Tu recuerdo y yo, en la que esboza un tímido rapeado, o Pa'todo el año, que cantó encaramada a una mesa y cubriéndose con un chal negro.
Lila Downs ha vivido lo bastante para cantar rancheras. Porque hay que despojarse de muchas cosas para poder hacerlo bien. Y se despidió con una de las que más le gustan, La noche de mi mal ("no quiero volver a oír tu nombre, no quiero ni saber adónde vas"), acompañada únicamente por el arpa, tras recordar sus inicios, cuando tenía que apretarse los machos con el fin de obtener la atención de quienes iban a los locales a tomar tragos, comer y fumar, y no le hacían ni caso. De aquellas experiencias tabernarias y del consejo materno -"canta con sentimiento, y si no, mejor ni cantes"- aprendió que en esa música de traiciones y corazones partidos, esa música para sacarse las penas que su madre cantaba cuando ella era chiquita, está el alma de México.
Lila Downs
Lila Downs (voz), Paul Cohen (saxo y clarinete), Celso Duarte (arpa, violín y guitarra), Guilherme Monteiro (guitarra eléctrica y acústica), Rob Curto (acordeón), Booker King (bajo) y Yayo Serka (batería). Palacio de Congresos y Exposiciones. Madrid, 29 de marzo.
Bailó con una falda de bordados coloridos y las dos largas trenzas que resaltan su mitad india. Rancheras, norteñas y cumbias: Agua de rosas la dedicó a las curanderas; Tacha, a esas mujeres que trabajan en el entretenimiento; la simpática cumbia maya del armadillo le valió para celebrar la supervivencia de las lenguas indígenas, y con Yo ya me voy, canción coral sobre mineros de la región de Durango, se acercó al gospel.
Hija de un norteamericano de origen escocés y una india mixteca, Lila Downs sólo cantó una vez en inglés para recordar a los muertos del otro lado de la frontera. Denuncia y reivindica con aire festivo. Sin ponerse trascendente. La cucaracha, no la que suele contarse a los niños, sino la canción revolucionaria que habla de la marihuana y del Partido Comunista, vino envuelta con un arreglo que la torna prácticamente irreconocible. También La llorona llegó de un modo tan personal como francamente hermoso. Lila Downs canta al pueblo de su madre y a los desheredados con voz recia. Desde el corazón.
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