Bush sacrifica a su jefe de gabinete para dar un nuevo aliento a la Casa Blanca
Andrew Card acompañaba al presidente de EE UU desde su llegada al poder
Después de las presiones de amigos y aliados, George W. Bush sacrificó ayer a uno de sus peones más fieles, el jefe de gabinete Andrew Card, y le sustituyó por Joshua Bolten, director de presupuestos. Un jefe de gabinete funciona como un primer ministro: su papel es vital, y su trabajo más importante -mover los hilos para mayor gloria y eficacia del presidente- se hace en la sombra. Card estaba quemado, y eso ha repercutido en una notable pérdida de reflejos en la Casa Blanca. Card fue el primer alto cargo en informar a Bush de los atentados del 11-S.
Card, de 58 años, pasará a la pequeña historia por ser el hombre que susurró al oído de Bush, a primera hora de la mañana del 11 de septiembre de 2001, en una escuela de Florida: "Un segundo avión se ha estrellado contra la segunda torre. América está siendo atacada".
"He confiado en los sabios consejos de Andy, en su calma en momentos de crisis, en su absoluta integridad y su incansable compromiso con el servicio público", dijo ayer Bush, que ha hecho de la fidelidad ciega y la confianza absoluta las claves para mantener su núcleo duro, hasta el punto de que este es el prime cambio que hace. Cerrar filas tiene muchas ventajas, pero también inconvenientes; el principal, la pérdida de contacto con la realidad. Ahora, con índices de popularidad inferiores al 40% y con una familia republicana en el Congreso que rompe la habitual disciplina ante las próximas legislativas, era hora de reaccionar.
No es que la salida de Card vaya a resolver el malestar creado por la situación en Irak, ni a reparar los daños de imagen causados por la lenta reacción en el huracán Katrina o el accidente de caza de Dick Cheney. Pero su sustitución es el símbolo de que hay alarma en la Casa Blanca: los republicanos temen ir a la catástrofe en noviembre si no frenan la extendida percepción de que este Gobierno es incompetente y ya no tiene ni ideas frescas ni rostros nuevos. "El malestar republicano se debe menos a los escuálidos sondeos que a la seria preocupación sobre el funcionamiento del equipo de Bush", escribió recientemente un buen conocedor de las entretelas del Gobierno, el columnista conservador Bob Novak.
El discreto y sereno Card, que estaba a punto de batir el récord de permanencia en el agotador puesto de jefe de gabinete -sus jornadas empiezan a las 5.30 de la mañana y acaban cuando Bush se iba a la cama, a las diez de la noche- dijo, tras escuchar el homenaje de su jefe, que ahora aspira simplemente a seguir siendo su amigo y afirmó, con los ojos anegados por las lágrimas: "Presidente, usted es una buena persona".
Bolten, que tomará posesión el 14 de abril, lleva con Bush desde su primera campaña presidencial y domina dos importantes territorios, el de Washington y el de Wall Street. Tiene 51 años y pertenece al clan de los modernos de la Casa Blanca: maneja una Harley-Davidson y forma parte de una banda de rock. "Es un pensador político creativo, experto en presupuesto y economía, sincero, directo y con buen humor", dijo el presidente. Y Bolten respondió: "Me siento profundamente honrado por la oportunidad de suceder a Card, no de sustituirle, porque eso es imposible".
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