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Columna
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Brindis al sol

Odón Elorza, el alcalde de mi ciudad, brindó el otro día con champán, ese líquido francés con hipo y gusto a pie dormido, dicho sea con las palabras con que Ramón Gómez de la Serna habló del agua de Seltz que si no era un vino también era guiri. Odón Elorza fue a la nevera sacó una botella de la Gran Dame de la Veuve Clicquot que tenía guardada desde hace años para la ocasión y brindó con todos los grupos de la corporación, excepción hecha del PP. Odón estaba contento y brindó, pero a lo mejor se precipitaba. Díez Usabiaga, el sheriff de LAB y seguramente de algo más, se mostró infinitamente más cauto cuando dijo que el alto el fuego no era la paz.

El comunicado que emitió ETA de alto el fuego -permanente- sin duda fue -es- una buena noticia y lo propio era alegrarse, porque siempre da alegría que digan que a uno ya no le pueden matar por opinar distinto. O que a uno no le puedan volar el negocio por no dejarse extorsionar o que a uno no le amenacen para que vote lo que votan los de su pueblo. Es una buena noticia si todo esto es lo que entra dentro del comunicado y se cumple a rajatabla. Pero de ahí al espumoso va, si no un abismo, sí al menos cuarto y mitad de cautela. De modo que Odón se precipitó. En el extremo contrario, muchos, entre ellos bastantes del PP, se quedaron cortos. Pero no porque no brindaran, como no brindaron los concejales del PP donostiarra, sino porque no parece que les parezca buena noticia que ETA anuncie un cese, aunque sea temporal, de las hostilidades. Hombre, tampoco es eso. Lo que en realidad procede es una mezcla de alegría contenida y circunspección, que es lo que en general manifestaba el respetable.

Ni las calles de Donostia -no sé cómo se vivió en otras ciudades- estaban llenas de gente saltando, ni tampoco de gente con gesto penitencial. La procesión iba más bien por dentro, pero se observaba que el personal tenía menos reparo a la hora de contestar a los reporteros de periódicos y emisoras de radio y televisión. Parecía que se había perdido un poco más el miedo a hablar. Dentro de unos años los medios harán la típica pregunta: ¿dónde estaba usted el 22-M cuando ETA emitió el comunicado? Las respuestas serán, como siempre en estos casos, de lo más banales. Sobre todo porque eran horas de trabajo y quien no trabaja tampoco suele tener una vida llena de magia. Yo puedo decir que me hallaba recibiendo un masaje. Ojo, un masaje deportivo y no uno de esos que por la vía de terceros podía hacer cumplir aquella consigna que lanzó Odón sobre las bondades del onanismo.

Y no lo digo porque hubiera sido otra forma de brindar, sino porque el masajista me estaba haciendo un daño de mil diablos, cuando lo que procedía era alegrarse aunque fuera contenidamente. Pero a decir verdad no sé si en realidad Odón estuvo brindando por el alto el fuego, pues a la hora en que supuestamente lo estaba haciendo parece ser que distribuía ciertos panfletos en el barrio de Egia de la capital donostiarra. Lo dijo el periódico, y los periódicos no mienten: alguien estaba distribuyendo unas hojas de encuesta acerca del futuro ambulatorio, la guardería del barrio y el bonobús para jóvenes y parados, y ese alguien se hacía "pasar por Odón Elorza". Con la fisonomía tan característica que tiene, no cabe que le confundan, por lo que, una de dos, o era realmente Odón, u Odón es en realidad Dios y puede estar simultáneamente en varios sitios a la vez.

Así se entiende que pueda estar en su partido y llevarse tan bien con algunos puntos de vista más propios de la izquierda abertzale. Debimos comprenderlo cuando para el pregón de los carnavales se disfrazó de obispo. Y así se entiende que, después de rendir tributo el día de autos al rey de las burbujas en el brindis, prosiguiera luego las libaciones con cava catalán, porque Odón es donostiarra pero también de Catalunya. Si ya fue modesto siendo Dios de nacer en Donostia y no en Bilbao, más modesto fue no convirtiendo las burbujas catalanas en el mejor champán millesimé. Clase que tiene.

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