En libertad
Novedad en la ciudad-estado. Es de esta forma, ciudad-estado, como denomina el diputado general de Guipúzcoa al sueño urbano de mi alcalde Odón, tachándolo de proyecto medieval. Atenas, Florencia, ya se sabe, pero no hay mejor modo de descalificar cualquier iniciativa que llamándola medieval. Ni mejor remedio para tamaña aberración que rebuscar en el Neolítico. Y añade el diputado general que las pretensiones de don Odón se oponen al único proyecto valedero, esa nadería que es la Guipúzcoa Hiria, un oxímoron, pues o bien Guipúzcoa o bien Hiria, mas ambas cosas a la vez no proceden. La única Hiria que percibo en mis cercanías, con perdón de las pretendientes, se llama San Sebastián y el resto no son sino ganas de ahogarla. Y en esta ciudad-estado, que es la mía, dentro de unos días nos vamos a poner todos en pelotas y nos van a sacar una foto.
La foto nos la hará Spencer Tunick, ese señor de las manadas de urbanitas en porretas, y la performance estará organizada por la encomiable Fundación Centro Ordóñez-Falcón de Fotografía. Estupendo, ya que así dispondremos de la noble coartada para dar satisfacción a uno de nuestros fantasmas, ése que nos visita con frecuencia en el sueño. Desayunamos tan felices, salimos de paseo a la calle y, ¡horror!, descubrimos que estamos desnuditos y sin remedio. Pues, vaya, esta vez podremos estar desnuditos y sin horror en algún enclave urbano, y la nobleza del acto nos la aportarán a la conciencia el Arte o la gloria de nuestra ciudad. San Sebastián será carnosamente promocionada en medio mundo, desñoñificada por la prensa mundial, y la ocasión bien merece que saquemos a relucir nuestro pundonor ciudadano e incluso que haya un llamamiento al personal por parte de nuestro Odón de Médicis, último vástago de una dinastía que puso al arte en cueros vivos. Pese a la incineradora, el nuevo humanismo donostiarra está al caer, y no es de extrañar que, acorde con las prácticas crematorias, tenga que ver con la redención de las masas. Siempre se les arrojó la basura a los cerdos. He ahí una metáfora.
Lo de los cerdos se me ocurrió a mí al ver la foto de los barceloneses acurrucaditos y como Dios los trajo al mundo. La cosa tenía cierta semejanza con una inmensa piara, pero, si no ando errado, ya Lewis Carroll identificó a los niños con los cerditos, de modo que mi percepción poco tenía de novedosa. Bien, yo no pretendo denigrar el arte fotográfico de Spencer Tunick. La foto de Barcelona tenía algo de alborada crepuscular y todas sus fotografías pueden dar pie a argumentos múltiples, es decir, catalizar la verborrea, una de las características de cierto arte moderno. Lo que es indudable es que son de una gran eficacia mediática. El ojo de Tunick se expande a través de la prensa de todo el mundo y lo hace con la dosificación precisa para no resultar rutinario. Una foto suya a diario acabaría siendo un tostón y tampoco otorgaría honores, pues no es lo mismo ser la ciudad en cueros elegida que ser la ciudad en cueros que toca hoy, que es el riesgo de degeneración que corre el arte de Tunick: no ya todas las ciudades, sino todos los pueblos y villorrios del mundo haciendo cola a la espera de salir un día enseñando desnudeces en la prensa.
De momento, sin embargo, el descuere geográfico parece selectivo, y pese a la intermediación de la Fundación Ordóñez-Falcon, San Sebastián se nos presenta como una ciudad elegida. Ignoro si el lugar determina la escenografía de esas fotos, que suele variar siempre, y si ésta tiene algo que ver con la percepción que de esa ciudad tenga el fotógrafo. Tampoco sabemos todavía el sitio preciso de la ciudad en el que la intimidad de nuestros cuerpos se perderá en el anonimato de un rebaño de urbanitas. Supongo que esta última decisión la tomará el fotógrafo, pues malo sería que se dejara en manos de los patrocinadores y pudiéramos caer en una batalla por el logo. Puesto a no saber, tampoco sé si además de la fundación promotora ese acontecimiento va a tener otros patrocinadores, ni si estos, en caso de que los haya, serán institucionales. Si así fuera, podríamos entrar en la pugna de siempre, la de querer salir en la foto todos los vestidos, dejando a los desnudos descolocados en un lugar inhóspito. Es mi ciudad-estado la que va a salir desnuda en la prensa de todo el mundo. Entre otros significados, se le ha solido atribuir al desnudo el valor de la libertad. Que los donostiarras salgamos desnudos después de que ETA haya decretado el alto el fuego permanente puede tener un alcance simbólico añadido.
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