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Crítica:ROCK | Loquillo y Trogloditas
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Familia feliz

Despojado el rock and roll clásico de los aspectos que peor fama le dieron en el pasado, en sus inicios, sólo quedan las canciones, la fuerza y la vitalidad para interpretarlas, la conjunción armónica entre instrumentistas con la ayuda de la complicidad o afinidad entre ellos. Esto resume perfectamente el papel que ocupa el barcelonés Loquillo en la historia del rock en castellano. Él es un resistente que vive a gusto en su papel de hombre de negro español, relatando con su áspera voz las historias que le conforman y le conformaron como persona en otros tiempos en los que el rock no era fútil entretenimiento para jóvenes que bostezan entre moda y moda, entre consola de videojuegos y MP3. El Loco se apasiona con sus propias historias de amor, de pasión, de noches de humo, alcohol y amistad, de personalidad que se reivindica a sí misma, aunque para ello tenga que liarse a guantazos con quien se preste.

Loquillo y Trogloditas

Loquillo (voz), Guillermo Martín, Igor Paskual y Jaime Stinus (guitarras y coros), J. R. Vericard (teclados), Joseph Simón (bajo) y Laurent Castagnet (batería). La Riviera. Madrid, 23 de marzo.

Para todo ello, en la presentación de su gran disco retrospectivo, Hermanos de sangre, Loquillo se ha sabido rodear de la mejor banda que quizá haya tenido en toda su carrera, sin desmerecer un ápice a Sabino Méndez, Jordi Vila, Ricard Puigdomenech y demás ilustres ex trogloditas. Un grupo con peso springsteeniano, con deje Stone, con sabor a Burning... Tres guitarras a tope de riff. Base rítmica sólida y dinámica. Teclados efectivos y que no agobian. En resumen, una máquina de hacer rock de siempre que funciona como un reloj suizo y, además, en escena parecen una familia más feliz que la E Street Band de sus mejores épocas.

Pero es que además el repertorio del Loco es simplemente excelente. Si a uno le va este género, es imposible que no aprecie la chulería de rock and roll actitud; que no se sienta atrapado por la contundencia de Feo, fuerte y forma, la ternura perversa de Las chicas del Roxy, la eterna frescura del Ritmo del garaje... Loquillo juega con estos temas a sus anchas, rellenándolos de vida y energía, mientras el público responde con cánticos, reverencias y deseo de que el sueño del rock and roll no termine nunca, como en un concierto infinito.

Para prolongar esa agradable sensación, Loquillo se enfundó el esmoquin blanco y presentó al querido Sabino, ambos la pareja sentimental más tortuosa del rock español, pero ya con las paces hechas. Juntos hicieron que los dos mejores números de la banda, Rock'n'roll star y Cadillac solitario, restallaran como un látigo en la primaveral noche de una ciudad, Madrid, que siempre acogió a estos catalanes como si hubieran venido al mundo en Lavapiés. Una ciudad que se alegró de verles retratados como una familia realmente feliz.

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