La estrategia del PP contra Zapatero
Rajoy acusó al presidente en el debate del estado de la nación de "traicionar a los muertos"
La política antiterrorista del Gobierno socialista ha sido el frente estratégico de confrontación del Partido Popular durante más de año y medio. Es más. En ese frente confluye toda la línea de acción del PP, que se remonta a los acontecimientos de la mañana del 11-M, ocasión en la que el Gobierno de José María Aznar acusó, sin prueba ni indicio concreto alguno, a ETA de consumar la masacre.
La contradicción es flagrante. El PP asegura que la banda terrorista organizó el atentado al tiempo que sostiene, como ha declarado Aznar hace pocos días, que "la estrategia de persecución policial [del Gobierno del PP] a ETA funcionó tan bien que la organización se encontraba en un estado de debilidad inédita. Les teníamos contra las cuerdas". Ésta era la banda, pues, a la que Aznar acusó del 11-M.
Pero quien crea que la teoría aznarista de la conspiración sólo se refiere al 11-M debería seguir el itinerario completo del círculo. Y entonces llegaría otra vez a ETA y a la situación actual.
Según Aznar, los terroristas que planificaron el 11-M -que "no se esconden en desiertos lejanos, ni en montañas remotas"- querían un vuelco político en España. ¿Para qué? Como el PP era duro e inflexible con los terroristas, y el PSOE, razona Aznar, era blando, la opción estaba clara. Ese vuelco político según explica Aznar, ha supuesto que "el Gobierno actual ha cambiado brutalmente el rumbo haciendo llamamientos a la negociación con los terroristas".
El razonamiento, pues, es que ETA está vinculada al atentado del 11-M y la prueba posterior es que Zapatero se ha rendido ante esa banda terrorista tras asumir el Gobierno.
"¡Vaya que si lograron sus objetivos los terroristas!", escribe el diputado Jaime Ignacio del Burgo, un hombre que es conocido como experto en el terrorismo etarra, en su libro sobre el 11-M. "Más de uno se la tenía jurada a José María Aznar... Los etarras por haberles puesto en situación casi terminal gracias a una inteligente y consensuada política antiterrorista sin salirse un ápice del marco del Estado de Derecho". ¿Y ahora? "ETA ha visto también renacer sus esperanzas ante la posibilidad de un final negociado".
Por este sistema de pensamiento político, María San Gil, presidenta del PP en el País Vasco, declaró ayer lo siguiente: "ETA necesita que Zapatero siga en La Moncloa".
Fuentes del PP no ocultan que, desde hace ya año y medio aproximadamente, en las reuniones de maitines que Mariano Rajoy convoca cada lunes, se analizaba la posibilidad de una tregua de ETA. "No nos cabía duda de que Zapatero tenía un as en la manga. Y en nuestros escenarios también contábamos con que la tregua estaba conectada de algún modo con el final de la tramitación del Estatuto en las Cortes. Sólo que no creíamos y seguimos sin creerlo que esa tregua vaya a suponer para Zapatero una rentabilidad electoral", dijo uno de esos dirigentes a éste periódico.
Ante este desenlace, Mariano Rajoy actuó como jefe de Estado Mayor de una batalla estratégica en el frente antiterrorista. La idea era hacer pagar un precio muy alto al Gobierno socialista en términos de desgaste político. O lo que un dirigente popular ve así: "De llegar algún día, la tregua ya estaría descontada y el Gobierno, por el contrario, la recibiría desgastado".
Así, ya en 2005, ante el próximo debate del Plan Ibarretxe en el Congreso de los Diputados, el 1 y 2 de febrero de aquel año, el PP apoyó activamente, el 23 de enero, la primera movilización convocada en Madrid por la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT), aquélla en la que resultó agredido el ministro de Defensa, José Bono.
El PP franqueaba así la frontera de las declaraciones y la bronca verbal para pasar a la acción de masas. Los populares convertían así la lógica preocupación y el dolor de las víctimas en otro frente estratégico de la batalla contra la política antiterrorista del Gobierno.
En esa misma orientación, el PP profundizó la potencia del enfrentamiento a medida que se acercaba el mes de mayo de 2005. El día 11, en el debate parlamentario sobre el Estado de la Nación, ante la propuesta de resolución para iniciar un final dialogado si la banda abandonaba la violencia, Rajoy elevó el tono.
"Si su mandato terminara aquí, usted pasaría a la historia como el hombre que en un año puso al país patas arriba, detuvo los avances, creó más problemas que soluciones, hizo trizas el consenso de 1978, sembró las calles de sectarismo y revigorizó una ETA moribunda", dijo a Zapatero. La acusación de alta traición fue el broche de oro. Rajoy: "Es usted quien se ha propuesto cambiar de dirección, traicionar a los muertos y permitir que ETA recupere las posiciones que ocupaba antes de su arrinconamiento".
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