Miguel Ángel, a través de sus dibujos
La polémica sobre la autoría empaña la gran exposición del artista en el Museo Británico
"Dibuja, Antonio. Dibuja, Antonio, y no pierdas el tiempo", le escribió un día el gran Miguel Ángel Buonarroti a uno de sus discípulos, Antonio Mini. El gran maestro del Renacimiento le reprochaba a su alumno sus intentos de copiar la obra de otro. El Museo Británico presenta desde mañana, jueves, y hasta el próximo 25 de junio una gran exposición de dibujos y bocetos de Miguel Ángel, las pequeñas obras maestras en las que el artista diseñaba, ideaba, ensayaba y prefiguraba sus grandes obras. Una muestra que promete batir récords de asistencia, pero que no está exenta de polémica, dadas las dudas que tienen algunos expertos sobre la autoría de la inmensa mayoría de esos dibujos.
"Miguel Ángel era muy paranoico. Se rodeaba sólo de gente que no iba a desvelar sus secretos", explicaba ayer el comisario de la exposición, Hugo Chapman. "No era como Rafael, que era un gran colaborador. Miguel Ángel lo guardaba todo para sí mismo. No le gustaba compartir su genio con otros. Era muy posesivo y destruyó muchos de sus dibujos". Ese afán destructor, esa obsesión por no dejar huella de sus ideas está en la base de la polémica de esta exhibición, que reúne casi un centenar de los poco más de 600 dibujos que se le atribuyen. Pero algunos expertos ponen en duda esa cifra y creen que en realidad hay en el mundo apenas un centenar de bocetos que se puedan atribuir sin ningún género de dudas al genial Michelangelo Buonarroti (1475-1564). El crítico Richard Dorment afirmaba ayer que sólo tres de los 95 dibujos que presenta ahora el Museo Británico, con la colaboración del Museo Ashmolean de Oxford y el Museo Teyler de Haarlem, se le pueden atribuir al 100%, y se queja de que la exhibición no se haya realizado partiendo de esa premisa.
El Británico ha vendido ya por adelantado más de 11.000 entradas para la exposición, tres veces más que para la muestra del año pasado sobre Persia, que hasta ahora tenía el récord de reserva de entradas.
El recorrido cronológico permite seguir con facilidad la vida del autor, desde sus geniales dibujos siendo aún casi un niño a su explosión creadora en la Capilla Sixtina; desde su pasión por el cuerpo masculino y por jóvenes adolescentes como Tommaso de Cavalieri, el que sería el amor de su vida y al que envió el boceto de La Caída de Peatón, hasta su profunda fe religiosa y la presencia de la muerte ya cercana en sus devotos estudios de La Crucifixión. El visitante puede admirar los estudios sobre los brazos y el dedo de Dios dándole la vida a Adán, el estudio del cuerpo y la cabeza de Adán, la figura del Día para la Tumba de los Médici, Ángeles volando para la escena del juicio final. Una reproducción colgada en un techo imaginario da una idea de las dificultades físicas que debió superar el autor para pintar los frescos de la Capilla Sixtina. No lo hacía tumbado, sino de pie, sufriendo el dolor de una postura extraordinariamente incómoda con la cabeza hacia arriba. Cuatro pantallas de ordenador permiten reconstruir las secuencias de varios de los dibujos hasta su fusión con la obra final en el techo vaticano.
Babelia
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