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Itzhak Perlman: "Hago incursiones en el jazz o el cine sin caer en la banalidad"

El violinista ofreció anoche en Barcelona un concierto en solidaridad con los discapacitados

El sonido que el violinista israelí Itzhak Perlman (Tel Aviv, 1945) arranca a su Stravidarius es emoción pura, sea tocando Brahms o dejándose el alma en la música creada por su amigo John Williams para el filme de Steven Spielberg La lista de Schindler. Ayer volvió al Palau de la Música de Barcelona tras una década de ausencia para ofrecer un concierto en solidaridad con los discapacitados bajo el lema La música no hace diferencias. En un encuentro con periodistas, afirmó: "Hago incursiones en el jazz o el cine, pero sin forzar el sonido ni caer en la banalidad".

Itzhak Perlman rebosa talento y tenacidad. Contrajo polio a los cuatro años, enfermedad que le obligó a andar con muletas y a tocar el violín siempre sentado. Pero nada le impidió adquirir una técnica prodigiosa. "La técnica se puede aprender, pero la personalidad, el alma del sonido de un violinista, es algo innato. Luego se aprende, porque hay un aspecto mecánico en la producción del sonido. Pero la personalidad musical, la capacidad de emocionar con el sonido es un don que hay que cultivar", señala.

Su fama excede los límites de la música clásica. Hace unas semanas volvió a actuar en la ceremonia de los Oscar -ha vuelto a colaborar con John Williams en la música de Memorias de una geisha- y asegura que cualquier música es buena si se siente cómodo al interpretarla. "Me divertí mucho actuando en la gala, pero toque la música que toque, siempre soy un violinista clásico", asegura Perlman.

John Williams, con quien colabora asiduamente, suele decir que cuando compone música para violín, siempre tiene en la mente a Perlman. Ayer, el violinista le devolvió el cumplido: "Tiene un talento especial para crear músicas con sabor local y por eso es capaz de evocar de forma tan creíble la tradición japonesa, o el lamento del pueblo judío... Su música tiene siempre el sabor de un país, de una cultura, como la comida. Su capacidad de evocar atmósferas es algo fantástico".

Amigo de sus amigos, Perlman recuerda con alegría su salto a la fama en los años setenta compartiendo escenario con colegas como Pinchas Zukerman, Zubin Mehta y el matrimonio formado por Daniel Barenboim y la legendaria violonchelista Jacqueline Du Pré, desaparecida a causa de la esclerosis múltiple. "Fue probablemente una explosión de talento generacional", dice entre risas. "Lo recuerdo con absoluta normalidad porque para nosotros hacer música era la cosa más natural y divertida del mundo. De hecho, nos hicimos amigos haciendo música".

Admira a Barenboim y comparte sus esfuerzos para lograr la paz entre judíos y palestinos, pero no le gusta hablar de política, aunque se muestra crítico con los políticos: "El mundo iría mejor si a los políticos les exigiéramos el mismo talento que a los artistas". Y añade: "La música es un lenguaje internacional y puede acercar a la gente, como demuestran los proyectos por la convivencia que promueve Barenboim, uno de los músicos más maravillosos de nuestro tiempo, un maestro". Evita hablar, con diplomacia, sobre el futuro político en Israel. "Soy una persona optimista y siempre espero que surjan líderes con carisma y visión de futuro", zanja.

En su concierto en el Palau de la Música, organizado por Barcelona ad líbitum, Perlman volvió a compartir escenario con el estupendo pianista italiano Bruno Canino para interpretar un programa con sonatas de Mozart, Beethoven y Debussy, y piezas de explosivo virtuosismo de Kreisler. "Es música que adoro, y la complicidad con Bruno Canimo es absoluta. Llevamos más de dos décadas haciendo giras por el mundo y nos lo seguimos pasando en grande".

Frente a otros colegas que ven negro el futuro de la música clásica, Perlman hace gala de su natural optimismo: "La música de calidad siempre tendrá público y siguen apareciendo jóvenes de extraordinario talento, así que no veo el futuro tan negro. Tampoco lo tienen fácil las salas de cine, con el auge del DVD, pero siempre habrá público para el arte". Más crudo ve el mundo de la industria del disco. "Las nuevas tecnologías van muy deprisa y la industria debería analizar el presente para encarar mejor el futuro", concluye.

El violinista Itzhak Perlman, ayer mientras atendía a los periodistas.
El violinista Itzhak Perlman, ayer mientras atendía a los periodistas.GIANLUCA BATTISTA
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