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Apenas unos cientos de serbios visitan la capilla ardiente de Milosevic

Varias instituciones rechazaron el féretro

Guillermo Altares

Las desventuras del cadáver de Slobodan Milosevic no acabaron con su llegada el miércoles a Belgrado. Hasta ayer por la mañana, unas pocas horas antes de la apertura de la capilla ardiente, no se supo con certeza el lugar donde tendría lugar el funeral, después de que varias instituciones, el Ayuntamiento y algunos museos, se negasen a albergar los restos del que fuera el hombre más poderoso de Serbia durante una década.

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Finalmente, la capilla se abrió al público poco antes de las dos de la tarde en el Museo de la Revolución, un complejo dedicado a Tito en el barrio de Dedinje, lejos del centro y, desde luego, del lugar anunciado solemnemente el miércoles por los dirigentes del Partido Socialista Serbia (SPS): la plaza frente al Parlamento.

Apenas unos cientos de ciudadanos, en su mayoría personas mayores, se apelotonaban ante la entrada del museo, sin orden ni concierto y con muchos empujones. La policía tardó casi una hora en aparecer.

Dentro, en una gran sala de moqueta roja, se mostraba el ataúd de Milosevic, rodeado de seis banderas, tres de Serbia y tres de la Unión de Serbia y Montenegro. Tres representantes del SPS formaban con solemnidad a ambos lados del féretro. A la apertura de la capilla ardiente no asistió ningún miembro de la familia. En una breve declaración, el vicepresidente del SPS, Mirolad Vucelic, reconoció que todavía no sabía qué familiares asistirán el sábado al entierro en Pozarevac, su ciudad natal.

Un comentarista de la radio independiente B92 respondió a un oyente que se quejaba porque no se escuchasen más que voces laudatorias hacia Milosevic: "Claro que ha habido protestas... Si nadie quería prestar un lugar para la capilla ardiente". La directora del museo, Ljljana Cetenic, presentó una protesta oficial y ha pasado toda la noche discutiendo con la policía para tratar de impedir el funeral.

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La directora del Archivo Nacional de Serbia, Branka Prpa, viuda del periodista Slavko Curuvija, de cuyo asesinato en 2001 todos los medios serbios responsabilizan a Milosevic, se encontraba ayer en su despacho firmando un manifiesto, promovido por las principales organizaciones culturales de Serbia, contra el lugar elegido para el funeral. "Es una vergüenza que las autoridades hayan dado permiso para que se celebre esta farsa necrológica", afirma. Aunque se ha negado a organizar un funeral de Estado, el Gobierno nacionalista moderado ha tenido que ceder una sala del museo porque necesita los votos del SPS para mantenerse en el poder.

Seguidores de Milosevic hacen cola para visitar la capilla ardiente.
Seguidores de Milosevic hacen cola para visitar la capilla ardiente.REUTERS

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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