Al borde del precipicio
La tarde pudo finalizar arrojada por el precipicio. Le faltó un pelo. El desaguisado ocurrió en el quinto de la tarde. Uno de los ejemplares de Luis Algarra mejor hechos, si no el mejor. Precioso toro, bajo, musculoso. Un toro de esos que, por su estampa, no puede fallar. Sólo le fallaban las fuerzas. Mas parecían suficientes como para soportar la lidia. Levantó ligeras protestas de salida, como tantos otros toros, pero nadie barruntaba que el presidente asomara con tanta precipitación el pañuelo verde y lo devolviera al corral. Por cuanto estaba haciendo en el ruedo, podía haber sido el toro de la tarde. Su devolución sorprendió a todo el mundo, al matador y su cuadrilla los primeros. En su lugar saltó un zapato, de muy justo trapío, que pronto dejó en evidencia un estado físico lamentable: un inválido, total y absoluto. Pero la presidencia, que por cierto estas Fallas va de despiste en despiste, lo mantuvo en el ruedo a pesar de tanta evidencia. Por comparación, el titular quinto era todo un atleta al lado de este tullido astado. Al cuarto pase, el toro dijo basta y se derrumbó. La bronca llegó. Las almohadillas volaron hacia el ruedo. La presidencia contemplativa y no se sabe si también orgullosa de su incomprensible postura. El moribundo toro tuvo que ser apuntillado en medio del cabreo general. Un escándalo.
Algarra / Rivera, Castella, Tejela
Toros de Luis Algarra, el 5º lidiado como sobrero. Bien presentados, nobles, pero muy blandos. Por juego destacaron los tres primeros. El 5º, un inválido. Rivera Ordóñez: media tendida y dos descabellos (división); dos pinchazos y casi entera (saludos). Sebastián Castella: pinchazo y estocada caída (saludos); el 5º fue apuntillado (división). Matías Tejela: dos pinchazos y estocada que asoma (silencio); pinchazo, casi entera y tres descabellos (silencio). Plaza de Valencia, 15 de marzo. 5ª de feria. Tres cuartos de entrada.
Ese punto tan negro de la corrida no debe empañar, ni empaña, el buen juego dado por los tres primeros toros de Algarra. Tan bien presentados como nobles. Pero los tres se desaprovecharon en mayor o menor medida. Rivera no salió de la trinchera, en faena vulgar. Castella, abierto muy pronto en los medios, no terminó de cogerle el ritmo al segundo. Mejor con la derecha y perdiendo pasos por norma por un lado y otro. Y Tejela forzó mucho al tercero, lo obligó muy de cerca y acabó quitándole al de Algarra hasta el aire que respiraba.
En la segunda mitad de la corrida se lidiaron los toros de menor aparato. También menos potables por su poca fuerza pero, asimismo, nobles y con posibilidades. Rivera, que banderilleó al cuarto con más colorido que brillantez, montó un trasteo demagógico que no sirvió de nada. A Castella se le murió en los brazos el sobrero y Tejela, corto de ideas, le dio un sinfín de pases al sexto sin color ni sabor. Al final, la impresión de que a la corrida de Algarra no se le sacó el partido apropiado. Otra más que se escapa sin ser aprovechada.
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