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Reportaje:El futuro del comercio asiático

Un estigma infundado

Sociólogos y policía descartan la presencia de mafias en la comunidad china y destacan que es la menos delictiva

Daniel Verdú

"El tema de las mafias forma parte del imaginario colectivo. Ha salido demasiado en las películas, pero la realidad no es como en Fu Manchú". Amelia Saiz es profesora del Centro de Estudios Internacionales e Interculturales de la Universidad Autónoma de Barcelona, e igual que otros sociólogos, antropólogos y policía, no cree que en la comunidad china se registre un nivel de delincuencia y de asociaciones delictivas más elevado que en otras comunidades de inmigrantes. "No hay mafias, pero la emigración es una inversión", añade para explicar que siempre se contraen deudas cuando algún emigrante decide cambiar de país.

En España hay unos 90.000 chinos regularizados, 40.000 de los cuales están en Madrid. La mayoría procede de dos zonas: Quin Tian y Wenzhou, en la provincia de Zhejiang. "Son comerciantes que acuden a sitios donde pueden desarrollar dicha actividad", explica Saiz. Allí les espera algún familiar que les presta ayuda y dinero para montar su propio negocio. Los préstamos bancarios no suelen ser corrientes, pero, "a diferencia de otros inmigrantes, usan el banco y no los locutorios para mandar dinero", explica Saiz. La prueba de ello es que Caja Madrid ha contratado empleados chinos para que faciliten las operaciones a sus compatriotas.

En Madrid hay unos 40.000 chinos, la mayoría procedentes de sólo dos regiones
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En algunos casos vienen con organizaciones ilegales. La Brigada de Extranjería de Madrid, en colaboración con el grupo IV de operaciones especiales de la Unidad Contra Redes de Inmigración y Falsificación, desarticuló recientemente la red más importante de tráfico de inmigrantes chinos que operaba en Madrid. La organización introducía a unos 125 chinos al año, y algunos de ellos seguían en tránsito hasta Estados Unidos y México. El viaje costaba a cada inmigrante unos 20.000 euros. En los años noventa, cuando se produjo "una avalancha de chinos que entraban a España", atravesaban Rusia en un largo periplo hasta Europa. Pero en el caso de las nuevas redes utilizan pasaportes falsos que les permiten viajar cómodamente en avión.

La mayoría de los asiáticos se dedica al pequeño comercio. Tiendas de frutos secos (donde se vende todo tipo de productos básicos de alimentación y limpieza), restaurantes y establecimientos de todo a un euro. Recientemente, además de en pequeños comercios y empresas textiles, se ha detectado una notable presencia de empresas asiáticas dedicadas a albañilería y reformas. Al llegar a Madrid, reciben el préstamo de un familiar o amigo y alquilan un local para montar la tienda. Suelen pagar al contado y normalmente precios notablemente superiores a los de mercado. Muchos comerciantes de Lavapiés y Embajadores se quejan de que dicho procedimiento ha hecho que los alquileres en esos barrios se hayan multiplicado en los últimos años.

"El comerciante chino no siempre tiene éxito", explica un policía de la brigada. "Muchas veces no logran pagar su deuda y tienen que ponerse a cargar cajas o a conducir el toro [carretilla elevadora mecánica] del empresario que les prestó el dinero".

La inmigración ilegal de chinos en España se ha visto reducida en los últimos años. "Los inmigrantes ilegales se rigen por la ley de la oferta y la demanda, y ahora mismo no existe una amplia demanda laboral ilegal", explican en la Brigada de Extranjería.

Según la Brigada de Extranjería, la comunidad china, comparada con otras, presenta un nivel bajo de delincuencia y casi siempre "entre ellos". La brigada desarticuló en 2003 una banda de cinco integrantes que extorsionaba a empresarios de su misma nacionalidad. Sus miembros eran jóvenes y ofrecían seguridad a cambio de dinero. En distintas peleas, uno de ellos cortó la mano a un hombre con una catana y le rajó un ojo a otro, también con el mismo arma. Eso, unido al tradicional silencio de la comunidad, alimenta la leyenda urbana. Según la socióloga Saiz, "la desconfianza se debe al amarillismo con el que la prensa ha tratado siempre el tema; pero si se es transparente con ellos, ellos responden de igual forma".

En la calle del Duque de Alba, el conserje de un centro comercial de mayoristas chinos que convive a diario con ellos explica con acento: "Son como tú y como yo. Trabajan mucho y también se pelean. Y cuando están jodidos, te invitan a un café para charlar un rato".

Cierre al tráfico

El próximo cierre al tráfico del barrio de Embajadores ha unido por una vez a comerciantes chinos y españoles del barrio de Lavapiés. El jueves pasado, tras reunirse con responsables de Movilidad del Consistorio, el portavoz de la Asociación de Comerciantes Chinos, Felipe Chen, aseguró que están empezando a llegar a un acuerdo y que, pese a que la zona será peatonalizada dentro de unos meses, los horarios de carga y descarga propuestos por el Ayuntamiento son amplios y permitirán a los comerciantes desempeñar con relativa normalidad su labor.

La relación con los vecinos, que se sienten agobiados por la presencia de los mayoristas asiáticos y se quejan de la presencia continua de camiones y cajas de cartón, sigue sin mejorar. "Esto es un barrio residencial, no un polígono industrial", protesta una vecina, mientras esquiva unos plásticos de envoltorio tirados por el suelo.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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