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Crítica:COMER
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Cocina de escuela francesa a precios vertiginosos

ADOC, un nuevo local de Madrid cuya tarifa media se acerca a los 100 euros

José Carlos Capel

Se reconozca o no, cada vez resulta más difícil comer bien en los restaurantes españoles sin tener que abonar sumas desmesuradas. Y lo que es peor, proliferan los establecimientos mediocres cuyas facturas no guardan relación con su calidad gastronómica. Al final, el tiempo coloca las cosas en su sitio y algunas inauguraciones rutilantes terminan en cierres silenciosos. Desde hace algunos meses se transgrede con desenfado la escalofriante barrera de 100 euros por cliente. Bastan un local bien decorado y un cocinero con ínfulas de vanguardia para justificar precios estratosféricos.

Adoc, nuevo restaurante madrileño, se ha incorporado a la alta gama con una frivolidad que hace enmudecer. Como cabeza visible, el belga Étienne Bastaits, que ha trabajado con Sergi Arola en La Broche. Su cocina, de influencia mediterránea y escuela francesa, se traduce en platos indiferentes o divertidos en los que se mezclan los aciertos con combinaciones absurdas.

ADOC

Eduardo Dato, 5. Madrid. Teléfono 914 46 45 48. Cierra sábados mediodía y domingos. Precio medio, de 90 a 120. Menú, 77 más IVA. Falsa coca de jamón de bellota, 24. Rape a la plancha, 29. Pechuga de pularda de Bresse, 30. Crema catalana, 13.

Pan ... 6

Café ... 4

Bodega ... 6

Ambiente ... 8

Servicio ... 7,5

Aseos ... 8

Recetas modernas que son más convincentes cuando se degustan en pequeñas porciones. Quizá por ello sea tan aconsejable su menú degustación (77 euros más IVA). De entrada, tres aperitivos sugerentes, un gin-fizz al nitrógeno, un delicado chupito de judías verdes y una versión deconstruida de la tortilla de patatas. Después, propuestas que suben en enjundia. Bastaits acierta al aliñar el carpaccio de vieiras con lima, naranja y cebollino; convence con su buey de mar sobre sopa de coliflor y helado de coral, y desconcierta con los adornos del risotto de pollo, unas trompetas de la muerte salteadas con sobrasada y cecina de León ahumada. Demasiadas cosas incoherentes. Es finísima la raya con espuma de mantequilla, y discreto su rable de liebre, en el que el vino de la maceración desdibuja el sabor de la caza.

Cuando se come a la carta, los desatinos crecen. Resulta patético el cilindro de pechuga de pularda que envuelve un gomoso relleno y se rocía con polvo de carabineros, mientras que en el rape a la plancha desconciertan los aderezos: alubias, repollo, migas de morcilla y aceite de chorizo. Más sorprendente todavía son las cámaras ocultas que desde la cocina vigilan los movimientos de los clientes para garantizar -según afirma el patrón- la fluidez del servicio. Seguimiento insólito que tal vez se encuentre en el filo de la ilegalidad.

Comedor del restaurante Adoc, abierto el 2 de febrero en Madrid. Abajo, milhojas de jamón cocido ibérico y <i>foie-gras.</i>
Comedor del restaurante Adoc, abierto el 2 de febrero en Madrid. Abajo, milhojas de jamón cocido ibérico y foie-gras.SANTI BURGOS

BODEGA, POSTRES Y QUESOS

ADOC OCUPA las dos plantas de un local de estética contemporánea cuyo interiorismo ha tenido muy en cuenta los detalles. Una puesta en escena acertada a la que contribuye el moderado nivel de decibelios de la sala y la corrección del servicio, que dirige un profesional de la talla de Álvaro López Presa. Al reservar no está mal recordar que las mejores mesas son las de la planta alta.En la carta de vinos, que se olvida de reseñar la condición de reservas o crianza de determinados riojas pero que contiene una correcta selección de botellas de distintas zonas del mundo, se acentúa el enorme dislate de sus precios. Con determinadas marcas los márgenes de la casa están en el límite de lo razonable; en otras, el factor de multiplicación alcanza entre 4 y 6 veces los precios en origen de las propias bodegas. Surtido que se complementa con un listado de destilados, orujos y vinos dulces, incluidos whiskys, coñacs, vinos de Jerez y oportos. En el apartado goloso, tan escueto como el resto de la carta, se repiten los dientes de sierra. Es interesante la ensalada de frutas y verduras sobre gelatina de albahaca; anodino el milhojas de chocolate con espuma de yogur y puré de coco; poco entusiasmante su arroz con leche en espuma, y decepcionante su versión de la crema catalana a la trufa negra, matrimonio de sabores insólitos. Existe una selección de seis quesos, dos españoles y cuatro foráneos, entre los que figuran la torta del Casar (oveja), el trapense avesnols (vaca) a la cerveza o el bauma (cabra).Y para concluir, cafés desiguales y tés de distintas procedencias.

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Sobre la firma

José Carlos Capel
Economista. Crítico de EL PAÍS desde hace 34 años. Miembro de la Real Academia de Gastronomía y de varias cofradías gastronómicas españolas y europeas, incluida la de Gastrónomos Pobres. Fundador en 2003 del congreso de alta cocina Madrid Fusión. Tiene publicados 45 libros de literatura gastronómica. Cocina por afición, sobre todo los desayunos.

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