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El largo camino del resistencialismo al realismo

En los primeros años de nuestra transición de la dictadura a la democracia, todos los partidos políticos, tanto los de mayor tradición histórica como los de nuevo cuño, tuvieron que hacer un difícil aprendizaje para conocer qué es la práctica política real. Todos aquellos partidos políticos, con las únicas excepciones de los que contaban en sus filas con antiguos jerarcas del franquismo, tuvieron que aprender a hacer su propia transición, pasando del resistencialismo propio de una oposición clandestina a la dictadura a la práctica del realismo de una política mucho más posibilista y pragmática, basada fundamentalmente en la gestión de la cosa pública, una gestión hasta entonces monopolizada por completo por los políticos franquistas.

El catalanismo ha alcanzado sus mayores logros cuando ha optado por el realismo posibilista y pragmático

Para ello tuvieron que llevar a cabo un difícil ejercicio previo de entrenamiento, al tener que asumir como inevitable una reforma pactada, cuando casi todos ellos eran partidarios de una ruptura radical con el franquismo. Las primeras elecciones municipales, celebradas en 1979, llevaron ya al frente de gran número de ayuntamientos de todo el país a muchos políticos todavía inexpertos en la gestión, procedentes en su mayoría de la oposición al franquismo. Las primeras elecciones autonómicas, primero en el País Vasco y en Cataluña y más tarde también en muchas otras comunidades autónomas, convirtieron en gobernantes a otros antiguos opositores. Más de tres años después, desde finales de 1982, con la formación del primer Gobierno socialista, presidido por Felipe González, la antigua oposición al franquismo se hizo cargo de las mayores responsabilidades políticas y tuvo que aprender a asumir que la gobernación de un Estado sólo puede ejercerse a partir de la plena asunción del realismo político.

No obstante, aún ahora, más de 30 años después de la muerte del dictador y del consiguiente inicio de la transición a la democracia, se observan algunos indicios de cierto resistencialismo en algunas formaciones políticas. Lo más sorprendente es que se den muestras de resistencialismo en el más importante partido de la oposición en España, el PP, que en su al parecer interminable viaje al centro ha llegado al fin a dar con el fracasado golpista Tejero y coincide con él en un referéndum inconstitucional e inútil, mucho más propio de una opción resistencialista que del realismo político que debe exigirse a toda fuerza opositora con voluntad de recuperar el poder perdido en las urnas.

También en Cataluña se observa, en los últimos años, el renacimiento de cierto resistencialismo político. Lo vivimos en los primeros tiempos del paso del nacionalismo conservador de CiU a la oposición tras casi un cuarto de siglo de práctico monopolio del Gobierno de la Generalitat. Lo vivimos ahora con la incomprensible actitud de ERC, que ansía poder conciliar su permanencia como miembro del actual Gobierno de la Generalitat con su oposición al nuevo Estatuto de Autonomía, cuando éste es el principal objetivo político del tripartito catalanista y de izquierdas del que ERC forma parte sustancial.

El resistencialismo es una actitud éticamente tal vez encomiable, pero resulta de todo punto inconciliable con el ejercicio responsable del poder público. El catalanismo se ha movido muy a menudo, a lo largo de toda su historia, en el eterno dilema entre el resistencialismo y el realismo, pero ha alcanzado siempre sus mayores logros cuando ha optado decididamente por el realismo posibilista y pragmático. Lo hizo en los tiempos de la II República y volvió a hacerlo en los inicios de nuestro actual sistema democrático. Ahora, cuando la derecha españolista más cerrilmente reaccionaria del PP se empeña en encerrarse en su propio resistencialismo, el catalanismo, desde la pluralidad de todas sus opciones, debe optar por el realismo. No hacerlo así implicaría tanto como renunciar al ejercio del poder. Aquí, como en tantos otros casos, resulta pertinente acudir a la cita de un poeta como el italiano Cesare Pavese: "Libre es quien se inserta en la realidad y la transforma, no quien se mueve tras las nubes".

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Jordi García-Soler es periodista.

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